» Baúl de autor » Zenit

Reacciones a la intervención del Papa sobre el Diablo

La catequesis de Juan Pablo II sobre el mal y el Diablo ha suscitado un gran interés entre los medios de comunicación social, como ya lo habían hecho sus anteriores intervenciones sobre el Cielo, el Infierno y el Purgatorio. Se trata de intervenciones con las que el pontífice pretende preparar a los cristianos a la celebración del Jubileo del año 2000. Lecturas sugerentes de la enseñanza cristiana que para algunas redacciones plantean auténticas «revelaciones».

Al hablar de Satanás, el pontífice explicó el pasado 18 de agosto, que si bien ha sido vencido definitivamente por Cristo, su presencia seductora sigue haciéndose presente en nuestros días. El teólogo Stefano De Fiores, en declaraciones a «Radio Vaticano», profundiza esta presencia que algunos consideran como algo del pasado.

«Hoy día --explica-- el cristiano no puede ir con los ojos cerrados y ver sólo el bien que hay en el mundo: tiene que saber descubrir también las raíces del mal y la manera en que proliferan».

«Hoy día --aclara el padre De Fiores--, los teólogos hablan de "círculos diabólicos", es decir, de concentraciones de mal en el mundo que no pueden dejar tranquila la conciencia de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad».

Estos «círculos diabólicos», según el teólogo, consisten «ante todo en abandonar a Dios, en la violencia, la discordia, las divisiones, la utilización de medios de potencia, es decir el poder, el tener, el saber, elevados casi al nivel de ídolos. Frente a los "gulags" modernos, frente a Auschwitz, frente a las limpiezas étnicas de nuestro tiempo no podemos dejar de ver esta potencia diabólica que toma un nombre, el de Satanás».

Así se entienden muchos dramas inexplicables producidos por el mal en el mundo. «Satanás se camufla --añade-- tratando también de hacer ver el bien como si fuera un mal y viceversa».

Ante estos fenómenos constatados por la misma teología actual se comprende mejor el objetivo de las intervenciones del Papa en vísperas del año 2000. «Es necesario que la Iglesia viva un nuevo Pentecostés --concluye el teólogo--, como un nuevo diluvio de fuego de amor, es decir, que el Espíritu se manifieste y, con la colaboración de María, dé un salto de calidad en la Iglesia, que significa que los cristianos sean santos, y lleve así a la Iglesia a una mayor conciencia del deber de evangelización, para que todo el mundo sea conducido a Cristo».