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El beato Polanco, santo constitucionalista

No vive don Ramón Gómez de la Serna. Si viviera, apuntaría entre las grandes mentiras, junto al "seré breve", la siguiente frase periodística: "La Iglesia Católica tiene derecho a beatificar a quien le parezca oportuno".La cita está extraída de millares de sitios, pero en esta ocasión le ha tocado el turno, vaya usted a saber por qué, al diario El País y a su editorial del día 4 sobre la beatificación de Isabel I, apodada la reina Católica, y que viene a ahondar en la campaña de El Mundo, en la misma dirección, con gran alharaca (una reiteración, tratándose de El Mundo), un día antes.

Que El País reconozca que la Iglesia puede beatificar a quien le parezca oportuno, representa un canto al pluralismo y un profundísimo respeto a la autonomía eclesiástica. Pero, miren ustedes por donde, del espíritu del editorial, más que de la letra, inferimos que, a pesar de ello, al buque insignia de don Jesús Polanco como que no le parece bien que se beatifique a doña Isabel. ¿qué nos hace sospechar tal cosa? Quizás el título, lo de "Innecesaria beata".

Afirma El País que "en la teoría eclesiástica (imagínense si llega a ser en la práctica), los santos se proponen como modelos a imitar por los fieles católicos, que en España son muchos" (otro reconocimiento que enternece el corazón). La verdad es que lo primero que está diciendo la Iglesia cuando canoniza a alguien es algo mucho más simple: está diciendo que ese alguien está en el Cielo. Y aquí comienzan los problemas. Porque, claro, El País no cree en el Cielo. Para referirse a los católicos, siempre emplea la tercera persona del plural, el "son". Pero, por alguna misteriosa razón, El País, que ni cree en el Cielo, ni en los santos, ni en el Credo, se interesa, y mucho, por las canonizaciones eclesiásticas. Es otro misterio, y no precisamente el de la Santísima Trinidad.

Quizás por eso, el editorial nos advierte que "desde esa vertiente religiosa, es dudoso aventurar (uno pensaba que las aventuras siempre son dudosas pero al parecer el lenguaje editorial de la tolerancia ejerciente precisa de estos sinuosos matices)que para la sensibilidad del siglo XXI la buena reina que autorizó la expulsión de los judíos y la creación de la inquisición represente un paradigma de tolerancia y caridad". Creo, que el retorcido argumento del editorialista, traducido al román paladino, significa que la santidad consiste, en primer lugar en tolerancia. Uno aprecia tanto a los judíos que le fastidia esa querencia a alabarles, de forma bobalicona, como si constituyeran el pivote moral de la historia. Recuerda a aquellos dos periodistas judíos que entrevistaron al cardenal Lustiger y le preguntaron por el pretendido nexo que muchos escritores católicos establecen entre el fin del mundo y la conversión del pueblo judío. El cardenal de París reconoció que, en efecto, hacia esa coincidencia apuntan muchos de los mejores exegetas bíblicos, a lo que uno de los entrevistadores responde:

-Pero si para que llegue el fin del mundo se precisa la conversión de los judíos, entonces queda muchísimo tiempo.

Isabel La Católica fue lo más opuesto a una racista, y lo fue hace 500 años, cuando no existía la Asociación por la Tolerancia. Se revuelve contra Colón por esclavista y su testamento es un canto a la caridad con los indios americanos exigiendo a clérigos y laicos que traten a los indios americanos como hijos de Dios, y dejando claro que la única justificación para la colonización es la evangelización de esos seres. Expulsó a los judíos, sólo después de años de reinado en los que elevó a miembros de la comunidad hebrea española a los más altos cargos del Reino. Cuando percibió el peligro (más presente en Europa que en España, ciertamente) de que esa comunidad judía adoptara una postura anticristiana decidió expulsarles. Y es que la Reina Isabel creía en la Ciudad de Dios agustiniana. El País no, pero eso a lo mejor no es culpa de la Reina de Castilla.

Pero la "descontextualización" (perdón por el palabro, pero recuerden que si quieres dártelas de intelectual en el siglo XXI es condición imprescindible expresarte del modo más pedante posible; lo que constituye otra de las ventajas de los contemporáneos de Isabel la Católica frente a los contemporáneos de El País) de la aspirante a santa, pasando por beata, llega más lejos. Dice El País: "La propuesta episcopal no parece muy oportuna cuando nuestro país no ha acabado de encontrar el encaje definitivo de lo que se llama comúnmente (y hasta no comúnmente, oiga usted. Es como el cerdo: el animalito se llama cerdo, aunque suene mal) nacionalidades con el conjunto del pueblo español". Por fin, se hizo la luz: si Isabel la Católica no ha sido canonizada, varios siglos después de su muerte, es porque el Estado de las autonomías aún no está cuajado. Al paso que vamos, doña Isabel no podrá ser elevada a los altares hasta el siglo XXV, que es cuando los futurólogos fechan la consecución de una España constitucionalmente unida.

En el entretanto, El País dixit, "cabe preguntarse por el mensaje que envía hoy a la ciudadanía la reina que simboliza el monolitismo de la concepción castellana de España". Esto es muy cierto. Creo que el postulador de la causa de la esposa de Fernando el Católico debería nombrar una Comisión en la que participaran, por ejemplo, don Javier Arzallus y don Jordi Pujol, que de esto de monolitismo castellano saben más que Lepe, Lepijo y su hijo. Y claro, si se demuestra, que la buena de Isabelita tendía hacia el centralismo militante, en lugar de pensar en la España plurinacional, pues mira no deberá ser santa. Que va a ser santo quien no ha entendido aquello de la diversidad de los pueblos de España. Ese es un factor esencial, como bien recuerdan todos los Padres de la Iglesia puestos en fila, San Anselmo, Santo Tomás y hasta San Eulogio, obispo de Córdoba.

Sí de acuerdo, vivió hace 500 años, pero si era santa, o sea perfecta, bien podía haber previsto Isabel I lo que iba a ocurrir en la España autonómica de los albores del siglo XXI. Bien podía haber previsto que su actitud podía herir susceptibilidades periféricas, incluso romper la estabilidad democrática y el Pacto contra el Terrorismo.

Es lo mismo que pasa con la figura del mismo Cristo. Era Dios, pero va y se deja clavar en la cruz (¿si era Dios bien podía haberlo evitado, no?) y, con tan lamentable opción, no hizo otra cosa que fomentar la pena de muerte, afortunadamente desaparecida de nuestro ordenamiento constitucional.

Menos mal que el Vaticano, cuenta con la asesoría, firme a fuer de tolerante, de El País, que sólo desea la normalización constitucional de la Iglesia Católica. A ver, Juan Pablo II, menos rezar y más leer El País. ¿Qué sería del Cuerpo Místico de Cristo si no contara con estos asesores periodísticos que velan por su entronque en una sociedad pluralista como la española del siglo XXI? Isabel, quédate en tu catafalco granadino y no des más guerra.

A Polanco, velador de los intereses eclesiales, sí que tenían que canonizarle. Y en vida, que es hombre ocupado y no puede esperar 500 años. Y la ceremonia sería retransmitida a todo el mundo mundial por CNN-Canal Plus, naturalmente, en el sistema "pay per view".

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