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Los Capítulos Generales en la Orden Dominicana
El capítulo general, que en la Orden dominicana es la máxima autoridad, es la asamblea de frailes, representantes de las provincias de la Orden, para discutir y definir lo referente al bien de toda la Orden y, cuando convenga, elegir el Maestro de la Orden. Desde los orígenes, en la Orden dominicana se distinguen dos tipos de capítulos generales: capítulos de provinciales y capítulos de definidores; a éstos se añade el capítulo general compuesto de provinciales y de definidores.
El capítulo general es sobre todo una asamblea legislativa. Una propuesta se convierte en ley para toda la Orden sólo después de haber obtenido el voto favorable en tres capítulos sucesivos. Así, los tres capítulos constituyen, en cierto sentido, una unidad, ya que es en la sucesión de los capítulos donde, propiamente y según el espíritu de la Orden, reside el íntegro poder legislativo. El mecanismo de los tres capítulos sucesivos ha sido previsto en la legislación dominicana con el fin: a) de impedir que una ley fuera efecto de la improvisación o expresión de la tendencia de una única asamblea; b) de dar tiempo para reflexionar sobre la oportunidad de la nueva ley; c) de evitar fáciles y frecuentes cambios que puedan crear "confusión y provocar el ridículo sobre la legislación" (Humberto de Romans).
Los capítulos de provinciales y de definidores tienen igual poder e iguales derechos. Cada capítulo, autónomamente, tiene la facultad de proponer una ley y de aprobar o no aprobar la ley propuesta por el capítulo anterior. Los dos tipos de asambleas difieren sólo por su composición: uno está formada por hombres de gobierno (los provinciales), el otro, por representantes de la base. La Orden dominicana es la única entre las Órdenes religiosas que goza de un tal régimen "bicameral", la única que ha dado un poder pleno legislativo a una asamblea formada solamente por representantes de la base.
La creación de los capítulos formados por sólo definidores fue sugerida por la oportunidad de evitar que hombres ocupados en el gobierno de las provincias (los provinciales) hicieran, con demasiada frecuencia, largos viajes y estuvieran, por consiguiente, mucho tiempo ausentes de sus propias provincias. En el origen de esta institución está también el espíritu comunitario y democrático de la Orden. El capítulo de los definidores permite a los representantes de la base participar, en plena libertad y autonomía, en la formación de las leyes de la Orden y de aportar a las asambleas legislativas la sensibilidad, las tendencias y los modos de ver de aquellos que no están en el gobierno. Una cosa es, en efecto, el modo de considerar una norma por los superiores y otro modo, bien diferente, el modo de verla por los que forman la base.
La voluntad democrática, presente en toda la legislación dominicana, referida a los capítulos generales, es evidente también en el hecho que, por ejemplo, en el capítulo electivo, por un provincial elector corresponden, en cada provincia, dos o tres electores que representan la base. Una voluntad democrática tan clara y avanzada como la de la Orden dominicana es única en la historia de la legislación religiosa. Humberto de Romans, cuarto sucesor de santo Domingo en el gobierno de la Orden, la atribuye al hecho de que la Orden está formada por personas instruidas.
Además de la primera función legislativa, el capítulo general, ya desde los orígenes, tiene también una función disciplinar: juzga, castiga, depone del cargo, etc. Los capítulos, naturalmente, tratan también de los problemas actuales, pero siempre en referencia a la vida y misión de la Orden. A ellos, en efecto, compete dar las directrices y orientaciones para toda la Orden sobre el mejor modo de vivir el carisma proprio de la Orden y de hacer llegar con provecho la Palabra de Dios a los hombres de su tiempo. El capítulo general, que reúne los representantes responsables de toda la Orden, es una ocasión óptima para reflexionar comunitariamente sobre el ministerio apostólico de los frailes predicadores en la realidad social en la que viven.
Los problemas actuales se discuten en el capítulo general siempre en función de su naturaleza específica: la de legislar. El capítulo general, por ejemplo, da orientaciones y sugerencias y, sobre todo, redacta normas para toda la Orden a fin de que todos los frailes puedan vivir una vida religiosa cada vez más fiel al espíritu del fundador y puedan presentar a los hombres de todos los tiempos. en el modo más apropiado y eficaz, el mensaje evangélico.
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