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Macartismo gay
Hemos asistido a una nueva campaña contra un libro, a un nuevo atentado contra la libertad de expresión y de cátedra. El profesor de Sociología de la Universidad de Valencia, José Pérez Adán, ha sido puesto en el ojo del huracán homosexual por unos párrafos contenidos en un libro de texto en el que afirma que la homosexualidad «es consecuencia en la mayoría de los casos de una mala educación afectiva». El contenido del libro ha sido denunciado por ser «abiertamente homófobo».
La denuncia sólo es legítima si se basa en argumentos y no propugna la rectificación del libro o su retirada como texto universitario. Mas no parece que lo de «abiertamente homófobo» rebase la condición de exabrupto o descalificación. Ni entro ni salgo en si sus afirmaciones son o no correctas. Me limito a defender su derecho a sostener lo que le parezca verdadero u oportuno. Si se trata de afirmaciones científicas o de hecho deben ser combatidas con otras de la misma naturaleza. Si se trata de juicios de valor u opiniones habrá que oponerles otros. Pero no la intolerante terapia del silencio o de la rectificación forzosa. Según estos progresistas cazadores de brujas habría tal vez que destinar a la pira pública todo escrito que no considere la homosexualidad como el resultado de una libre y voluntaria opción sexual.
Son muchas las coartadas para disfrazar de otra cosa lo que no es sino fanatismo, intolerancia y agresión a la libertad de opinión. En este caso, se invocará el respeto a los derechos de los homosexuales. Pero sin éxito. La libre investigación científica y la libertad para expresar valoraciones y opiniones no pueden quedar limitadas por los prejuicios ideológicos, por más que se enmascaren con el ropaje de la dignidad ofendida. Ignoro si el citado profesor tiene o no razón, pero tiene todo el derecho a decir lo que quiera.
Sorprenden, por otra parte, los agravios comparativos. Quienes defienden, por ejemplo, la castidad o la fidelidad conyugal tienen que padecer, en nombre de la tolerancia, todo tipo de ataques o de burlas.
Sólo tienen bula aquellos a quienes el progresismo oficial otorga la condición de agraviados. Es la tolerancia unidireccional. No se puede negar que estemos ante un problema de libertad de expresión, cuando se intenta imponer la rectificación de un escrito o su retirada como libro de texto. Si se trata de un producto de baja calidad intelectual, es a la comunidad científica y académica a la que le incumbe su crítica, mas nunca su censura. Dictaminar las tesis que se pueden o no defender públicamente es siempre un atentado contra la libertad de expresión. La reducción del adversario al silencio es siempre síntoma de debilidad intelectual.
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