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El revés de la trama

La actualidad me obliga hoy a hablar de los sacerdotes que han abusado de menores y me desagrada dedicar esta columna a ese tema. Primero por el asunto en sí y segundo porque creo que estamos ante una campaña de desprestigio a la Iglesia que tiene mucho que ver con lo que está pasando en Tierra Santa.

No niego que haya sacerdotes que incumplen sus votos. Tampoco que algunos de ellos - poquísimos, aunque el que exista uno solo ya es espantoso - que hayan abusado de menores. La justicia de Dios y la de los hombres actuará sobre ellos como corresponda. Afirmo, en cambio, que todo esto está relacionado con otro problema: el enfrentamiento cada vez más evidente entre la Santa Sede y los judíos, dueños de la mayoría de los medios norteamericanos que han promovido el escándalo. Un enfrentamiento que a pesar de la buena voluntad de Juan Pablo II no ha sido posible evitar. Tampoco ha servido de mucho el esfuerzo que bastantes judíos moderados han realizado a favor del acercamiento y el diálogo. Han ganado los radicales. Dentro de esa lista de problemas sitúo, por ejemplo, la expulsión de unas monjas de clausura del campo de refugiados de Auschwitz - donde murieron miles de católicos, entre ellos el santo padre Kolbe - ; el acoso a Pío XII para presentarle como corresponsable de la matanza judía por los nazis. Y, por último, la cuestión de Tierra Santa, con el asedio a la basílica de la Natividad por medio. Era previsible que la Iglesia defendiera los derechos humanos de los palestinos, y con tiempo se preparó una campaña para mantener acosada a la Iglesia católica, restarle prestigio internacional y evitar que sus denuncias adquirieran mayor eco.

La Iglesia no tiene nada que agradecer al Islam. Son incontables las persecuciones en países de mayoría musulmana. Al contrario, está mucho más cerca, afectiva y teológicamente, del mundo judío. Sin embargo, su deber es defen-der los derechos de los débiles, tanto si son palestinos masacrados en Jenin, como israelíes víctimas de un atentado suicida palestino en Tel Aviv. ¿Por qué esto no lo entienden los judíos? ¿Por que se empeñan - manteniendo el inicuo acoso a la basílica de la Natividad o aireando la corrupción de algunos clérigos - en convertirnos en sus enemigos? ¿Qué ganan con avivar entre los católicos un antisemitismo que nunca debería haber existido?