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Tolerancia y debilidad
El Gobierno ha decidido aplicar los acuerdos adoptados hace años con la comunidad islámica y posibilitar que se den clases de esa religión en aquellos centros donde lo reclamen el menos diez padres. Esta medida nos obliga a reflexionar, desde nuestra fe cristiana, acerca de cual ha de ser nuestro comportamiento. Vivimos en un país aconfesional, que no anticonfesional. Los ciudadanos españoles que creen en la doctrina de Mahoma tienen los mismos derechos que los que creemos en Cristo. Otra cosa distinta es la reciprocidad en aquellas naciones donde el Islam es mayoritario, pero esa no es la cuestión sobre la que me quiero fijar en este artículo.
Desde esa perspectiva de respeto al otro, no veo ningún inconveniente en que los niños musulmanes tengan su clase de Religión como los niños cristianos, siempre y cuando lo que en ella se enseñe esté de acuerdo con los valores que defiende nuestro Estado de Derecho, incluido el rechazo a toda violencia. De alguna manera esto se viene haciendo desde hace años en otro ámbito, como es el de la televisión pública, a la que judíos, musulmanes y protestantes tienen acceso con programas propios costeados por el Estado.
La situación es distinta cuando lo que se pretende es que las normas comunes no se cumplan porque chocan con exigencias o costumbres derivadas de la propia fe. Por ejemplo, en caso de que una niña musulmana se niegue a hacer deporte porque su religión le impidiera vestir como exige tal práctica. O, como ha sucedido, que no quieran llevar el uniforme propio de un colegio de monjas concertado. O también, y eso es peor, que exijan que en esos colegios se quiten las imágenes religiosas porque a ellos les molestan. O, lo que acaba de suceder en Córdoba, donde un grupo de musulmanes ha invadido la catedral alegando que antaño fue mezquita y se han puesto a hacer sus oraciones en el templo.
Creo que el Estado aconfesional nos permite una amplia libertad y favorece la tolerancia. Tolerancia de la que van a disfrutar los musulmanes aquí, aunque ellos no la pongan en práctica en sus países de origen. Sin embargo, me parece que sería un error ceder en aquellas cosas en las que se estén poniendo en peligro nuestros propios derechos y no por ser los de una mayoría, sino porque también nosotros, los cristianos, los tenemos. Una cosa es tolerancia y otra debilidad. Y otra aún peor es la tontería.
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