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Entropía: ¡«Progreso» para la destrucción!
Jean Lauand, 10-7-01 Traducción: Miguel Ángel García Olmo)
JL: ¿Cuál es el alcance y el significado de la cuestión "entropía" en el mundo de hoy?
MBS: Con el problema de la entropía se da un fenómeno curioso: a pesar de tener la máxima importancia, afectando directamente -a corto, medio y largo plazo- a la propia supervivencia humana en el planeta, ha sido muy poco diuvulgado y, así pues, prácticamente ignorado por la opinión pública.
Recientemente se ha publicado en Europa la traducción actualizada del clásico Enthropy de Jeremy Rifkin, que describe la tendencia universal de todos los sistemas -incluidos los económicos, sociales y ambientales- a pasar de una situación de orden a creciente desorden. Por tanto, debe ser discutido por toda la sociedad en todos sus sectores y no sólo en círculos especializados de científicos.
JL: ¿A qué se debe el desinterés por el problema de la entropía, si se trata de un asunto tan grave y apremiante?
MBS: Para la visión mecanicista del mundo, típicamente moderna, en la línea que une a Descartes, Galileo, Bacon, Newton, Locke y Adam Smith (éste en la economía y Locke en la concepción social), la idea de progreso es tan connatural que ni pensamos en discutirla. Ahora bien, la cuestión que abordamos incide precisamente en este punto: "la ley de la entropía socava la idea de la historia como progreso. La ley de la entropía destruye la idea de que la ciencia y la tecnología crean un mundo más ordenado".
En una visión mecanicista, el énfasis únicamente se pone en lo que se ordena, sin entrar a considerar el desorden causado por la ordenación. Es como si ignorásemos, por ejemplo, el problema de la basura al arreglarnos nuestra casa. Cuando la casa es el propio planeta, pensar que "el resto" no interesa es el síndrome del avestruz...
JL: Comencemos por la caracterización y definición de entropía
MBS: Originalmente, "entropía" surgió como palabra acuñada del griego, de em (en - en, sobre, cerca de...) y sqopg (tropêe - mudanza, giro, alternativa, cambio, evolución...). El término fue usado primeramente en 1850 por el físico alemán Rudolf Julius Emmanuel Clausius (1822-1888).
Para caracterizar la entropía partiremos de una autoridad de renombre: el físico Enrico Fermi, uno de los padres de la bomba atómica. En su Thermodynamics define la primera ley de la termodinámica:
"La primera ley de la termodinámica es esencialmente la afirmación del principio de conservación de la energía para sistemas termodinámicos. Como tal, puede expresarse del siguiente modo: 'La variación de energía en un sistema durante cualquier transformación es igual a la cantidad de energía que el sistema intercambia con el ambiente'. Esta primera ley no pone limitaciones a las posibilidades de transformación de energía de una forma para otra".
Ahora bien, esa posibilidad ilimitada de transformación es la base de toda la civilización del progreso. Ya la segunda ley de la termodinámica impone severas limitaciones: "Es imposible una transformación cuyo resultado final sea transformar en trabajo todo el calor extraído de una fuente" (postulado de Kelvin).
JL: ¿Cómo se traduce esto en términos generales?
MBS: El primer principio establece que la energía no puede ser creada ni aniquilada. Hay todavía un tercer principio -el del equilibrio- que indica que dos cuerpos -ambos en equilibrio térmico con un tercero-, colocados en contacto, se encuentran en equilibrio entre sí.
Lo curioso es que históricamente el mismo primer principio haya suscitado tanta oposición y resistencia a ser aceptado, porque existía el ideal de construir una máquina que pudiese efectuar trabajo sin consumir energía (motu perpetuo de primera especie). En términos corrientes, el segundo principio indica que, con el tiempo, disponemos siempre de menos energías utilizables. O resumiendo: "la energía total del universo es constante y la entropía (el desorden) total está en continuo aumento".
Nos hallamos entonces en un universo que se degrada energéticamente y esta realidad debería conducir a un dispendio mínimo de las energías disponibles, más aún en el sistema de nuestra pobre Tierra, cuyos materiales utilizables son muy limitados. Por tanto, la productividad no debería medirse por la mayor cantidad de bienes económicos producida en un determinado período de tiempo, sino por la mayor cantidad producida con el menor gasto energético posible. Y, del mismo modo, crear el orden que deje menos desorden (en otros ámbitos).
JL: Estas leyes de la termodinámica ¿son siempre válidas o se trata a lo sumo de un modelo científico provisional?
MBS: Éste es el punto central. Para el autor -y todo indica que está plenamente en lo cierto- se trata de ley fundamental y Albert Einstein -en una de sus reflexiones- observó: "Una teoría es tanto más emocionante cuanto más simples son sus premisas, más diversas las categorías de fenómenos a las que se refiere, más vasto su campo de aplicabilidad. Ésta es la razón por la que la Termodinámica clásica siempre me causó honda impresión: es la única teoría física de contenido universal de la que estoy convencido que, en el campo de la aplicación de sus contenidos basilares, nunca será superada".
Ante esa universalidad de la ley de la entropía, se busca "atenuarla" de dos modos: o intentando quitarle universalidad por medio de una nueva ciencia, la Mecánica Estadística (Ludwig Boltzmann), en la cual (en el mundo subatómico) podría haber excepciones; o intentando reconocerle significado práctico sólo para largos ciclos como el del apagón del sol, previsto para períodos cósmicos de tiempo. Lo cierto es que, aun concediendo esas excepciones para partículas, se trataría de casos análogos a la famosa imagen de millares de monos mecanógrafos escribiendo al azar, a lo largo de miles de años, la Comedia de Dante. Y en cuanto al caso del sol, basta decir que nuestros ciclos, evidentemente, son de dimensiones humanas y no cósmicas. El hecho indudable es que la entropía nos afecta radicalmente.
JL: Si se trata de una ley universal, ¿por qué sólo ahora sale a la luz su carácter destructor?
MBS: Dada la simple experiencia siempre constatada de que nunca espontáneamente el calor de un cuerpo más frío ha pasado a un cuerpo más caliente, resulta extraño no haber contado con una formulación anterior. Un paréntesis: me refiero aquí a formulaciones científicas, porque la intuición del fenómeno sí fue captada siempre. Desde el "Tempus edax rerum", el tiempo que consume las cosas, del poeta latino, "el tiempo que estraga todas las cosas", a un San Pedro que afirma que el mundo ahora existente está reservado para el fuego (II Pe 3, 7). El problema de la entropía no sería destructivo si tuviésemos otra Weltanschauung: como nuestra visión del mundo, el consumismo, tiene algo de connatural y el progreso es su imperativo ético, entonces estamos realmente en un callejón sin salida. Un San Francisco de Asís, por ejemplo, no estaría en la crisis que estamos. En nuestro sistema, que no concibe ningún significado espiritual de pobreza y, por tanto, de la propia existencia, y convierte a lo superfluo en más esencial que lo esencial, la no disponibilidad de energía vacía completamente la existencia. De ahí el carácter auto-destructivo del progreso. Es en ese sentido que Heidegger (1889-1976) comenta la "penuria de nuestro tiempo", incapaz de darse cuenta de que la verdadera penuria no es la material, sino la de no considerar como una ausencia la ausencia de lo Esencial (a propósito del terrible verso de Hölderlin: "Wozu Dichter in dürftiger Zeit?" - "¿Para qué poetas en tiempos de penuria?"). Para Francisco, como es sabido, la pobreza no lleva a la tristeza de perder cosas, sino a la alegría de librarse de cosas...
JL: ¿Qué relación hay entre tiempo y entropía?
MBS: La entropía es la inversión del tiempo, es decir, ese aspecto del tiempo por el cual cuanto más se retrocede en el tiempo, más "intenso" es el tiempo. Y cuanto más se avanza más "diluido" es el tiempo. Es el tiempo en su aspecto negativo: estamos acostumbrados a pensar en el devenir del cosmos como un progresivo venir-a-ser, pero en verdad se trata de un regresivo dejar-de-ser sin aniquilarse: se acumula una "escoria de ser". Como muy bien muestran los físicos Bernhard y Karl Philbert, no sólo el espacio está en función del tiempo, sino el mismo tiempo está en función del tiempo. No podemos pensar en un tiempo uniforme y lineal separado de las cosas, sino en un tiempo entrópico, que se degrada con el tiempo, tendiendo asintóticamente al fin del propio tiempo; o como satíricamente se podría decir: "el tiempo va a morir con el tiempo" (o en la visión de Juan: "No habrá más tiempo" Ap 10, 6).
JL: ¿Explicaría eso la aceleración de los ciclos de energía a lo largo de los tiempos cósmicos, geológicos, biológicos y, más recientemente, históricos?
MBS: Precisamente. Hay un paralelo ilustrativo con el tiempo de la vida de un hombre. La "entropía" orgánica evidenciada por el envejecimiento nos da la vivencia del "hundirse" del tiempo; y la muerte, de su implosión.
Los ciclos históricos nos muestran ese hecho claramente. Las crisis de energía no son sólo de nuestros días. En Europa, en la busqueda de energía (pensemos en necesidades domésticas, de calefacción, etc.) el "ciclo de la madera" comenzó a entrar en crisis en el siglo X y se agravó de modo total en el siglo XV (después de más de un milenio de exploración...), principalmente en Inglaterra, empujando al ciclo del carbón (el ciclo más sucio de la Historia), que duró casi cuatro siglos... Siempre en períodos cada vez menores, tenemos nuestro ciclo, que dura cerca de cien años, centrado en el petróleo: su agotamiento previsible será en torno al primer cuarto de este siglo.
Surge entonces el problema: ¿y después? Aquí es donde entra el carácter trágico de esa encrucijada histórica nuestra. Por un lado, la propuesta de basarse fundamentalmente en esta ley, extrayendo de ella todas las consecuencias y cambiar completamente los hábitos de nuestra civilización, salvar lo salvable (si es posible...) en una desglobalización urgente (con la correspondiente descentralización de la energía); o, por otro lado, poner rumbo a una súper-globalización, radicalmente uniformizadora, que nos lanzaría a un ciclo todavía más complejo, el de la biotecnología (ingeniería genética, etc.), que nos daría una "plenitud" provisional -de infernal complejidad- y, a la postre, de duración aún más corta y agotando todas las materias y recursos del planeta.
No es el caso aquí de entrar en detalles (para eso está la obra de Rifkin), pero hay evidentemente una aterradora degradación de la tierra en una patente correlación entre nuestras crisis de energía, abastecimiento ("vacas locas", "fiebre aftosa", agrotóxicos y todas las otras disfunciones de una actividad agropecuaria plantada y nutrida en el petróleo), desertificación creciente, cada vez más basura etc. y la creciente entropía... Es un círculo vicioso: la demanda creciente de energía vuelve siempre más complicada, costosa y dañosa su obtención.
Me valgo aquí de dos metáforas clásicas: el aprendiz de brujo genera fuerzas que acaban por destruirle y el diablo -en la horripilante imagen de Jacob Boehme (1575-1624)- se ha vuelto loco y se ha prendido fuego en el afán de consumirse disfrutando de sí mismo. Parece la alternativa de la biotecnología: agotando totalmente los recursos planetarios para mantener los vicios de nuestra sociedad de consumo.
JL: ¿Pero no existe la posibilidad de revertir ese cuadro mediante una nueva e inesperada fuente de energía?
MBS: Hay de hecho una especulación, en el ámbito de la ficción científica, que propone todo tipo de "soluciones" disparatadas, hasta la reversión del tiempo -otro deseo delirante de negar la realidad entrópica.
Si consideramos que la energía atómica trae tremendas complicaciones ambientales (Chernobyl fue el mayor desastre de la historia de la tecnología) y entrópicas (hecha inviable la fisión nuclear, se tiende a la fusión nuclear en frío, que es la traducción en términos energéticos de la utópica máquina de motu perpetuo), la única energía disponible no explorada es la solar, pero no contamos con tecnología adecuada: un aprovechamiento no mediatizado por procesos fuertemente entrópicos (el remedio que mata al paciente).
O en términos más prácticos y realistas: Yergin (ver Bibliografía) hace notar que la Guerra del Golfo puso en evidencia que, por el momento, la única energía disponible para sostener el sistema es el petróleo. Y si no, ¿por qué la guerra? ¿Y será casual la presencia de la familia tejana Bush (que, como se sabe, está ligada al monopolio del petróleo) en el vértice de poder del planeta?
Ocurre con las tentativas de eludir la entropía un fenómeno paralelo al que se da con las tentativas de sustraerse a las limitaciones del Álgebra. Como se sabe por el Teorema Fundamental del Álgebra, una ecuación de grado n admite n raíces. Pero, a partir del grado 3, salvo casos particulares, no hay algoritmo universal para determinar esas raíces. Ante una imposibilidad demostrada, nadie va a perder tiempo buscando un algoritmo inexistente (o, por dar otro ejemplo matemático, la cuadratura del círculo). Del mismo modo, tomando en serio los principios de la entropía, nadie debería -en su sano juicio- insistir en esa línea. Claro que la humanidad tomada como un todo, con sus grupos e intereses difusos (y sobre todo quien goza del poder), no funciona con tal racionalidad...
JL: ¿Y qué soluciones se ofrecen, si abordamos existencialmente la cuestión de la entropía?
MBS: Esto es realmente lo trágico. Rifkin habla de una vuelta radical a un ritmo natural en el que se debe revertir drásticamente el sentido del flujo campo-ciudad, las personas deberían volver al campo, las ciudades no deberían albergar a más de cien mil habitantes y la población mundial no superar los mil millones de habitantes. Es precisamente con base en esas constataciones que surgen actualmente grupos de fanáticos como el Aum Shinrikyô. Poca gente presta atención al hecho de que el famoso atentado en el metro de Tokio, el del gas sarín, fue motivado por una ideología de eliminación de estratos inferiores de la (super) población. De hecho, Shoko Asahara estaba ligado a los militantes rusos seguidores de Vladimir Zhirinovskij y, presumiblemente, a la proscrita extrema derecha alemana del NSDAP (Partido Nacionalsocialista del Trabajo). No cabe por tanto considerar la disparatada propuesta rifkiniana de reducir la población de seis a mil millones.
JL: Ampliando a otros ámbitos, ¿cómo afecta la idea de entropía a la Educación?
MBS: Rifkin menciona la experiencia -vivida por cualquier estudiante- de trasnochar, hacer un examen por la mañana y por la tarde tener ya todo olvidado. Ese "olvido" permanece como residuo cognoscitivo no eliminado. Hay un hecho constatado en los Estados Unidos: con toda la parafernalia de informática y equipamientos existe un gran número de alumnos que no consiguen aprender o, lo que es peor, cobran aversión al estudio. Y los que sintonizan con esos equipamientos, se robotizan y se constata un gran aumento de enfermedades mentales desde el "boom" de la informática. El nuevo ideal ya no es el "animal", sino la "cosa" (de ahí ciertos géneros musicales nuevos, cierta cromática de cabello y de ropas, etc.).
Recordemos que Kant consideraba que para pensar seriamente algún problema la mera lectura de un periódico ya constituía un obstáculo. Hoy, si consideramos la avalancha de informaciones recibidas (desde las innumerables competiciones deportivas simultáneas hasta los noticiarios locales, regionales, nacionales e internacionales, pasando por una publicidad omnipresente y exigencias crecientes de competencia técnica e intelectual), sin posibilidad de síntesis, no es difícil percibir la entropía en la educación. En ese sentido Goethe (1749-1832), en el Fausto, pone en boca del diablo: "No soy omnisciente, mas mucho me es conocido", lo que podemos maximalizar en: "Lo sé todo, pero no soy omnisciente". Se contraponen los saberes de una pluralidad siempre creciente, sin posibilidad de síntesis, "falso infinito", al saber omnisciente de Dios: todo lo sabe en un único acto de infinita simplicidad, el verdadero infinito.
Los conceptos clásicos denominados "trascendentales del ser" (uno, bien, verdadero, bello) ya habían sido históricamente preteridos por su negación: al ser, la nada; al bien, el mal; a lo verdadero, lo falso; a lo bello, lo feo. Sólo el trascendental "uno" permanecía intacto, la posmodernidad se encargó de afirmar la superioridad de la pluralidad sobre la unidad: paradójicamente, a pesar del énfasis en el pluralismo, nunca hemos tenido una cultura global tan homogénea. Y, en términos filosóficos, se aniquila la intuición en favor de un exacerbado raciocinio autogenerador (Hegel): exhaustivas marañas conceptuales en detrimento de la intuición que incide directamente sobre lo real. Especular sin intuición es el equivalente a obrar sin energía: he ahí la entropía en el conocimiento: una especie de aparato especulativo de motu perpetuo.
JL: ¿Cuál es el papel del ordenador y de la informática en la entropía?
MBS: Por un lado, el ordenador permite operacionalizar las transformaciones de energía, acelerando el agotamiento de los recursos limitados de energía y materiales. Por otro lado, el ordenador es la realización concreta de ese abstracto que Heidegger (y el hecho increíble es que Heidegger ni siquiera conoció los ordenadores) llamaba Ge-stell (dispositivo, aparejo, aparato, armazón, estante, etc.): "Puesto que la esencia de la técnica moderna descansa en el Ge-stell, de ahí procede la necesidad de la técnica de echar mano de la ciencia exacta de la naturaleza. Ahí tiene su origen la apariencia falaz de la técnica moderna como ciencia natural aplicada". Resumiendo, tenemos una ciencia abstracta, una realidad virtual (formada por la tecnología) y una base real: el agotamiento energético real (no intuido).
Puede decirse que la revolución informática del aparato -dispositivo que produce información- completó la revolución industrial de la máquina -dispositivo que produce trabajo. Máquinas y aparatos son ya visibles en la actual crisis como agentes del nihilismo de la demiurgia humana.
JL: Como sinólogo, ¿cómo ve la posición de China ante semejante problemática?
MBS: Rifkin hace notar -y con razón- que China es la nación mejor preparada para el colapso energético que se aproxima y aconseja a las naciones del tercer mundo una "vuelta al campo" para atenuar el impacto de esa crisis. China fue el único imperio de la Historia basado en la agricultura sin haber perdido nunca tal base. Este hecho fue motivo de grandes dificultades para la China revolucionaria provocando incluso la llamada "revolución cultural", que intentaba anegar un pasado sin dialéctica entre ciudad y campo. Sin embargo, el mismo Mao Zedong (1893-1976) estaba seguro (justamente por esa base rural) de que en un conflicto nuclear China sería la nación superviviente. Por ello, la China posterior a la revolución cultural buscó la modernización evitando el éxodo del campo. Este éxodo fue tildado como el error sudamericano y especialmente "el error brasileño" (baxidecuowu, en chino).
De hecho, es preciso reconocer ese baxidecuowu, la fragilidad del sistema brasileño: ¿cómo podrá, pues, una São Paulo, con sus 17,8 millones de habitantes, sobrevivir sin área rural propia?
No creo, sin embargo, que se pueda prever qué países tendrán mejores condiciones de supervivencia: el caos será globalizado...
JL: ¿Quiere decir que nos encontramos ante dos alternativas diametralmente opuestas?
MBS: Sí, por un lado, la propuesta de la biotecnología, creando ilusorias realidades virtuales; por otro, el retorno a una era de economía descentralizada, una "edad de piedra" altamente técnica. En su "testamento" dice Heidegger: "El hombre está ahí, responde y es desafiado por un poder que se revela en la esencia de la tecnología y que el propio hombre no domina..."
JL: ¿Pero qué críticas se pueden hacer al dilema de Rifkin?
MBS: Ambas se mueven en el ámbito del mecanicismo pragmatista: una expansivista; otra retrayente. Rifkin apela al eclecticismo religioso, pero sólo para instrumentalizarlo al servicio de la civilización del mínimo desgaste entrópico, con su población reducida.
Heidegger es, a mi modo de ver, más realista: "La filosofía al igual que el pensamiento y la acción del hombre no van a conseguir provocar un cambio en la actual situación del mundo. Sólo tenemos esta posibilidad, a través del pensamiento y de la poesía, de prepararnos para la llegada del dios o bien para la ausencia de dios, el final que en ausencia de Dios iremos a vivir".
JL: ¿Se trata entonces del mismo Apocalipsis?
MBS: Es alguien tan inesperado como Heidegger quien, en su entrevista-testamento, señala al Apocalipsis. Él cita a su poeta Hölderlin:
"Wo aber Gefahr ist, wächst
Das Rettende auch".
("Pero donde hay peligro, crece también lo que salva").
Ahora bien, el título de ese poema es Patmos, que, como se sabe, ¡¡¡es la isla del Apocalipsis!!! Y el mensaje del Apocalipsis es que Dios nos salva en la destrucción humana inevitable.
JL: Ya que estamos en el asunto, ¿se trata entonces de una lectura posmoderna de la parábola del hijo pródigo: el hombre coge su parte de la herencia (recursos energéticos y materiales), la malbarata, la agota y, al final, sólo le queda una salvación "de fuera"?
MBS: Eso es. O Dios nos salva, o...
Bibliografía citada
Rifkin, Jeremy Entropía, hacia el mundo
Invernadero, Urano, Barcelona, 1990.
Philberth, Bernhard und Karl Das All, Stein am Rhein Verlag,
Schweiz, 1994.
Fermi, Enrico Termodinámica, Eudeba, Buenos Aires, 1985.
Yergin, Daniel O Petróleo, São Paulo, Escrita, 1994 (En español
se ha publicado La Historia del Petróleo, Javier Vergara Editor,
Buenos Aires, 1992).
Heidegger, Martin Die Technik und die Kehre, Neske Verlag,
Stuttgart, 1996 (traducción española y notas de Salvador Mas Torres en
Anales del Seminario de Metafísica, Universidad Complutense de
Madrid,1990).
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