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Iglesia y Eta

Esto de escribir sobre temas de Iglesia da mucho trabajo. No hay día que el sobresalto de una noticia desagradable nos deje tranquilos y no paramos para disgustos. Ya se ha desmelenado de nuevo la crítica ácida y descontrolada contra la Iglesia católica por la dichosa pastoral «Preparar la paz» de los obispos vascos. Deberíamos tomar nota de esas reacciones desbocadas y enviar unas cuantas toneladas de prudencia y astucia a los prelados de las Vascongadas. Y es que sabiendo como sabemos todos de la hipersensibilidad que provoca en nuestro país todo lo referente a Eta, a sus inductores que trabajan y votan a Batasuna, y demás colaboradores con la serpiente asesina, publicar un manifiesto ambiguo que ampara de alguna manera la pervivencia política del brazo armado de Eta en aras a una hipotética paz... Es para dejar perplejos, cuando menos, a algunos. Entre otras cosas porque son temas subjetivos de política de partido en donde la Iglesia como tal no debe entrar.

  De la misma manera que la Conferencia Episcopal hizo muy bien en su día en no firmar el llamado «Pacto antiterrorista», ya que se consideraba que era una iniciativa política - posiblemente muy legítima - , pero al fin y al cabo, política, en donde la Iglesia no debe opinar, en este asunto de la posible ilegalización de Batasuna pasa lo mismo. Son asuntos técnicos, de política de partido en los que la Iglesia no tiene recetas concretas sino amplias formulaciones que deben de bajar a la realidad los seglares metidos en la vida pública.

  Por eso la Iglesia no opina si es mejor la República o la Monarquía para nuestro país, o sí Camacho debe seguir al frente de la selección española de fútbol o Gibraltar debe tener co - soberanía española. La Iglesia, por lo menos la católica, no está para estos menesteres. Y no es que le resbalen los asuntos mundanos, no, es que su misión va más allá. De la misma forma que Cristo no hizo proclamas contra los invasores romanos de Palestina, y manifestaba a cuantos querían escucharle que «Mi reino no es de este mundo» como para reafirmar que se había hecho hombre para otras finalidades más importantes, la Iglesia católica en el País Vasco debe buscar también despojarse de las adherencias humanas que se han ido añadiendo durante siglos - y que pueden distorsionar su sagrada misión - , y recuperar el objetivo de convertir los corazones de odio en corazones de paz.