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Preguntas

Muchas son las cosas que hemos oído los curas estos días a propósito de la carta de los obispos vascos. Proceden no de periodistas que disfrutan de meterse con la Iglesia, sino de católicos practicantes nada radicales, que están escandalizados. La primera pregunta que me han hecho es si de verdad era necesario pronunciarse sobre la ilegalización de HB, y si los autores del texto son conscientes de que la carta constituye un balón de oxígeno para los asesinos y un mazazo para las víctimas. Porque lo más grave es el planteamiento que subyace tras la afirmación de que ilegalizar a HB tendrá nefastas consecuencias para las víctimas. Se viene a decir que si los perseguidos o el Gobierno se atreven a ejercer la legítima defensa mediante medios legales y pacíficos, será peor para ellos y, por lo tanto, serán responsables de lo que les ocurra. O dicho de otro modo, que lo mejor es darles la razón a los violentos o, al menos, no provocarles demasiado defendiéndote de ellos. Se está cues- tionando así el derecho de las víctimas a la legítima defensa y el deber de un Gobierno democrático de procurar a los amenazados esa defensa. Por más que la carta en realidad no diga que no se debe ilegalizar HB, la advertencia que plantea es un alegato contra ella. Y eso, repito, en nombre de un supuesto interés por las víctimas, a las cuales líneas antes en la carta se les ha dicho que se quiere estar a su lado. Otra pregunta que me han hecho es qué pasa con el resto del Episcopado. Si los obispos vascos dicen que hablan para iluminar a sus fieles, ¿no deberían hacer lo mismo los demás para iluminar a los suyos, dado que el escándalo de los católicos es mayúsculo y más que nunca necesitan oír la voz de sus pastores? Afortunadamente contamos con la nota de la Conferencia Episcopal en nombre de todos los obispos. En ella se deja claro que la Iglesia no ha querido tomar postura en una cuestión estrictamente política. En esa línea debían haberse mantenido los vascos. Además están las intervenciones de obispos entre las cuales merece la pena destacar la del de de Valencia. Monseñor García Gasco no ha dudado en decir que «estar cerca de los que matan es la más nefasta de las sumisiones».