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ONU y píldora abortiva

Al acusar al Vaticano de falta de sensibilidad, la directora del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), la señora Nafis Sadik, ha querido estimular la polémica que algunos medios de comunicación desataron ante la intervención del Vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Elio Sgreccia, en la que simplemente constataba que la píldora que distribuye esta agencia de la ONU en los campos de refugiados de Albania es abortiva.

Ahora, el diario Avvenire, quien acogió el artículo de monseñor Sgreccia, sugiere interrogantes a los que desde hace años no ha respondido el Fondo de las Naciones Unidas para la Población. Riccardo Cascioli, experto en derechos humanos en los países en vías de desarrollo, constata que la píldora del día después (o píldora abortiva) no está destinada a las mujeres violadas por los serbios en Kosovo, pues éstas llegan a los campos de refugiados después de las 72 horas que se requieren para abortar con este fármaco tras la relación sexual forzada.

Pero si las píldoras que ha enviado la agencia de la ONU no son para las víctimas de las violaciones étnicas, entonces, ¿para quiénes son? Sobre todo las mujeres que tienen relaciones sexuales dentro de los campos de prófugos son --explica Cascioli-, con frecuencia, víctimas de violaciones de sus mismos compatriotas. Aunque nadie lo dice, el índice de violencia sexual (uno de los canales por los que se desfoga la rabia y la frustración de una persona humillada) es muy elevado.

Con su política de las píldoras -continúa explicando el artículo publicado por Avvenire-, las agencias de la ONU no pretenden impedir la violencia, sino simplemente evitar las consecuencias.

El cardenal Ersilio Tonini ha querido intervenir sobre la materia, afirmando que el dolor que provoca la situación de estas pobres mujeres, víctimas de las violencias más atroces, debería suscitar más respeto por parte de los medios de comunicación. La intervención de monseñor Sgreccia -añade el cardenal Tonini- se hizo indispensable, pues un teólogo había lanzado la hipótesis de la licitud moral de esta píldora en aquellas circunstancias.

Ante la pregunta de qué diría a una de estas mujeres que le viniera a pedir ayuda, el cardenal responde: En un primer momento, creo que no le diría nada. En primer lugar, una mujer que ha sufrido un mal tan enorme tiene necesidad de alguien cercano que la rodee de afecto. No es necesario hablar, sino estar. Hace falta, después de tanta bestialidad, tener cerca a alguien que te trata como una criatura humana.