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Dignidad humana y «preservativo»
El adjetivo «preservativo» tiene un sentido positivo: preservar, poner a cubierto anticipadamente a una persona o cosa, de algún daño o peligro; así lo entiende cualquier inteligencia. Si no cumple el cometido que lo define, no es un preservativo. Es otra cosa, al no preservar del daño o peligro, y por consiguiente pierde su carácter positivo.
En España, hay cerca de 125.000 personas infectadas por el VIH; estamos a la cabeza de la Unión Europea, en cuanto al número de infectados, y aunque alguno de ellos no ha desarrollado aún la enfermedad, sí puede transmitir el virus.
Para velar por la salud física de los españoles, bien común reconocido en el art. 43 de la Constitución, está el Ministerio de Sanidad y Consumo, secundado por diversas entidades, es decir, el servicio público del bien común de la Sanidad, y en tal sentido, acertadamente, por ejemplo en materia de publicidad del tabaco, advierte a los fumadores de su peligrosidad para la salud, e incluso se prohibe su consumo en ciertos centros, transportes, etc...
Dado el triste récord de infectados por el VIH, se ha lanzado, con el apoyo de organismos oficiales y con fondos públicos, una campaña de prevención contra el sida, dirigida principalmente a los jóvenes (más del 50% de las infecciones), que se fundamenta en el uso del llamado preservativo. Figura en la propaganda gratuita que se reparte esto: El VIH no tiene porqué limitar tus prácticas, puedes hacer lo que quieras y con quien quieras... Incorpora los preservativos... Se pueden usar trozos de látex empleando preservativos cortados o barreras de látex que venden en las farmacias para realizar sexo oral. En grandes carteleras expuestas en lugares de asistencia masiva figuró, en conmemoración del 1 de diciembre, Día mundial del sida, un gran jugador de fútbol con la leyenda: Juega sin riesgo, con el sida no te la juegues, protégete, y al lado un dibujo del supuesto preservativo. Digo supuesto, porque según informaciones, como la de la doctora Susan C. Welles (publicada en la revista Social Science Medicine), la eficacia del preservativo, en la prevención del sida, es sólo del 69%, y otros estudios demuestran que 29 de 89 marcas de preservativos son permeables al VIH. Creer que se está protegido totalmente por el uso del preservativo es como jugar a la ruleta rusa con dos balas en el cargador del revólver.
LA OBLIGACIÓN DE ADVERTIR
Podemos añadir, a salvo del plano moral, que una cosa es tratar de preservar un embarazo, y si falla el preservativo da como don lo que más se quiere en la tierra, un hijo, aunque inicialmente no haya sido deseado, y otra muy distinta es que falle al tratar de prevenir el sida, ya que supone la posibilidad de enfrentarse a lo que menos se quiere y más se teme en el mundo, la muerte.
¿Los citados informes son ciertos? Si así fuera, exigiría, por el bien de la salud pública, al menos una seria advertencia en la publicidad del preservativo, pues no es un juego sin riesgo, sino todo lo contrario: puede costar males sociales, fuertes gastos a la sanidad pública, focos crecientes de contagio...
Las autoridades sanitarias deben advertir, en su ineludible ministerio de velar por la salud de todos los ciudadanos, para no incurrir además en responsabilidades de orden civil, pérdida de confianza de los administrados... y más hoy día, que existe un especial estado de conciencia social al respecto, de la misma forma que a cualquier manufactura, aparato, medicamento... la legislación preceptúa se les dote de prospectos advirtiendo del peligro para los usuarios, e incluso, salvando las distancias, en caso de operaciones quirúrgicas con riesgo.
Las autoridades religiosas católicas (el 90% del pueblo español así se declara) han de prestar un servicio público que afecta a la salud moral, de orden superior, y también en este caso a la salud física, por ser el método más seguro para prevenir el sida en materia de sexo, al recordar la observancia en conciencia de lo legislado hace milenios en las Tablas de la Ley, así como el matrimonio monógamo entre hombre y mujer (la OMS ha comenzado a difundir mensajes a favor de la monogamia y en contra de la promiscuidad).
Pero hay un factor más, principalísimo: a los afectados en primer término, la juventud española, ya de por sí abrumada por el flagelo del siglo D+3S (droga, sexo, sida y sectas), no le bastan los loables esfuerzos, imprescindibles y necesarios, para su prosperidad material y económica, sino que necesitan un algo más de orden superior, que debe ser mostrado por sus líderes: que les señalen y aconsejen el camino de la verdadera dignidad humana. Lo contrario siempre pasa factura.
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