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Pablo no «inventó» a Jesús

Según algún polemista, Jesús fue un simple profeta, de cuya dramática vida se habría apropiado un hombre de ingenio excepcional que, divinizando hábilmente a aquel personaje carismático, habría acabado fundando una religión. El cristianismo -según el parecer de estos expertos- habría sido de su propia cosecha. Sobre san Pablo se ha dicho mucho, pero esta acusación es, con mucho, la más dura. La desmonta Julián Carrón, experto en el Nuevo Testamento, profesor de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid.

Periódicamente vuelve a colación esta idea de Pablo como segundo fundador del cristianismo. ¿Qué opina?

Es una hipótesis que cae cuando se contrasta con la realidad histórica. La religión cristiana, cuando Pablo la descubrió, tenía ya toda su estructura conceptual que él expresó después en sus cartas. Pero hay quien quiere contraponer Pablo a Jesús, sosteniendo que el primero habría divinizado al segundo, construyendo alrededor de él su propia teología. El cristianismo sería el fruto de la convergencia de la cultura helenística y las religiones orientales. Pero cuanto más se estudia, más se comprende que esta teoría es insostenible.

¿Cuál es su objeción?

La cronología, que lo desmonta todo. Las epístolas pueden datarse entre los años 50 y 56-57 como máximo: hoy los estudiosos paulinos son unánimes. En los textos no hay un verdadero desarrollo teológico progresivo, signo de que su pensamiento ya estaba definido desde la primera carta. Pablo, al contrario, utiliza para Jesucristo expresiones y títulos que luego no explica. Está claro que nadie escribe cartas para que nadie le entienda, lo que significa que la comunidad que leía aquellas palabras sabía perfectamente a lo que Pablo aludía. Un hecho que puede suceder sólo si se trata de ideas ya expuestas gracias a su predicación: por tanto, toda la cristología paulina estaba ya madura antes de comenzar los viajes misioneros. Esto nos lleva a prácticamente la mitad de los años 40, o sea, no más de 12-15 años tras la muerte de Jesús: y es el lapso de tiempo que nos queda para explicar la fe cristiana tal y como viene expuesta en las epístolas. Un tiempo insuficiente para justificar la fundación del cristianismo por parte de Pablo, como muchos estudiosos mantienen.

¿Qué sucedió entonces en aquellos años?

Bultmann y otros miran a Antioquía, la primera ciudad donde se forma una comunidad de origen tanto judío como pagano, como el lugar de la primera teología cristiana. Pero este argumento no se sostiene, porque todos los jefes de la comunidad, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, tenían nombres hebreos y tenían relación con la comunidad de Jerusalén. Antioquía, por tanto, no tuvo un desarrollo autónomo sino siempre ligado a Jerusalén. San Pablo, en cambio, se convirtió dos o tres años depués de la muerte de Jesús, y falta tiempo para justificar el nacimiento de un cristianismo paulino.

¿Cómo se justifica que san Pablo, tan pocos años después de su conversión, tuviera las ideas tan claras?

Cuando Pablo se encuentra con el Resucitado de modo imprevisible en el camino de Damasco, creía conocer bastante bien a Jesús, tanto como para querer exterminar a los discípulos. Ésa es la imagen del cristianismo que da al Sanedrín: desprecia las dos realidades centrales del hebraísmo, el Templo y la Ley. Pero cuando se encuentra con Él se da cuenta de que tiene que reconstruir todas sus categorías teológicas. ¿Cómo es posible entonces que, en tan poco tiempo -desde la conversión hasta la escritura de las cartas-, se haya podido verificar una serie de fenómenos tan imponentes, como la convergencia de sugestiones diversas en una nueva sistematización teológica? No: Pablo recoge un testimonio, no funda nada de nada.

HIPÓTESIS CON HECHOS

Por géneros y contenidos las cartas son totalmente diversas de los evangelios, aun habiendo sido escritas en los mismos años, si se sigue su datación. ¿Cómo pueden coexistir dos tipologías tan diferentes?

Porque los textos nacen de demandas diversas. Las cartas responden a las cuestiones bastante complejas de las primeras comunidades, cuestiones que dan por descontados los conocimientos de los hechos. Incluso Pablo en las cartas a los Corintios se refiere a los textos que los fieles ya leían en sus reuniones comunitarias: casi con seguridad los evangelios, o la fuente común de la que fueron tomados. Pablo no consigna parábolas, frases o milagros. Pero el conocimiento de los hechos decisivos de la vida de Jesús es determinante para descifrar su teología.

¿Entre Pablo y Pedro existe un dualismo, como sostienen algunos?

Hay quien ve una tensión entre el cristianismo judaico y el del área helenística, pero aun cuando hubiese habido rivalidad entre ambos personajes tan diferentes habría que documentar la existencia de dos teologías diversas. Lo que nosotros vemos, en cambio, es la extraordinaria unicidad de pensamiento y de impostación sobre Jesús en todo el Nuevo Testamento. No se trata de homogeneidad: cada autor conserva su estilo personal, pero todos testimonian las mismas cosas. Y esto sigue siendo cierto, aunque se nota que entre Pedro y Pablo hubo diferencias de criterio. Pablo, escribiendo a los Gálatas, habla de Pedro como de la columna de Jerusalén y lo hace de pasada, sin énfasis, como aludiendo a una noción ya establecida. No ha establecido aún la reflexión sobre el primado de Pedro tal y como la conocemos hoy, pero habría que negar las cartas para desmentir el reconocimiento de Pablo de la centralidad de Pedro.

¿Cómo es posible estar seguros de la datación de las epístolas?

La datación es bastante cierta gracias al contraste con la cronología romana, obtenida también de los datos históricos incluidos en las cartas, y la paulina. Se obtiene así una acotación que permite un error de dos años como máximo. El elenco, por orden cronológico, empieza sin duda por la primera carta a los Tesalonicenses, mientras que la última es la de los Romanos: todo ello antes de terminar los años 50.

¿A Pablo no se le pasó nunca por la cabeza escribir su propio evangelio?

No tenemos ninguna prueba cierta, pero sabemos que él habla siempre de su obra como de una predicación del Evangelio: y precisamente no hace otra cosa que avalar la idea de que no fue un fundador, sino un difusor de un anuncio basado en hechos ya conocidos y que no era necesario contar desde el principio. Su única preocupación era la creación de comunidades y la expansión del cristianismo. El suyo, por tanto, no es otro cristianismo, sino el mismo que el de Jesús y el de los apóstoles. Cualquier otra hipótesis va contra los hechos históricos.

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