» Baúl de autor » Cristina López Schlichting
Los puros, qué asco
He seguido con dolor las noticias de lastorturas ejercidas por ciertos soldados norteamericanos en laprisión de Abu Gharib. En primer lugar y, sobre todo, por lasvíctimas iraquíes; en segundo lugar por piedad hacia la vileza desus captores (no sé qué es peor en estos casos, si ser víctima overdugo); en tercero, porque flaco favor han hecho a la causaoccidental, y en cuarto, porque los hechos están siendo utilizadospor el PSOE para ganar las elecciones europeas. Cuando un hombre omujer ata a otro ser humano como un perro o le orina encima, meavergüenzo, pero no sólo de él o ella. También de mí. Me sirve paraentender una vez más el poder del mal y el efecto que puede teneren mi persona si me descuido. Nunca me canso de repetirme que losnazis, los jemeres rojos o los estalinistas eran hombres y mujeresnormales. No eran enfermos. Algunos de ellos demostraban inclusouna sensibilidad excepcional hacia la música o la pintura, o haciasus propias familias. Creo que es importante tener presente estopara no caer en la tentación de categorizar como malos a los otrose incluirnos en la casta de los puros, que es muy cómodo, pero muypoco realista. Por el contrario, percibo con alarma cómo crece latribu de los que se horrorizan por la guerra o las injusticiasdesde el sillón. El dedo acusador señala en la tele a losculpables, a los malos, y el culo se siente cómodo entre cojines.No, mire usted, las cosas no son tan sencillas. La guerra haacompañado a los hombres, incluso a los mejores, desde el comienzode los tiempos. Guerras justas y guerras injustas, incluso guerrasque no se sabía si eran justas o injustas. Y es muy difícil ponerseen el pellejo de quien, en mitad del combate, tiene por misiónaveriguar información de un preso de cuya declaración puededepender en cuestión de horas la vida de miles de personas. Lejosde mí justificar las torturas, pero lejos de mí también la casta delos puros. Ayer ha sido declarado culpable el primer militar de EEUU juzgado por el caso iraquí. Los cargos eran conspiración,abandono del deber, malos tratos y fotografía de presos humillados.A Jeremy Sivits, de 24 años, le ha caído un año de prisión.Estupendo. Además ha sido degradado a soldado raso y expulsado delEjército. ¿Qué quieren? Yo me siento orgullosa de pertenecer a lacultura occidental, en la que las torturas se descubren a veces ylos culpables son castigados como ejemplo de lo que está mal. Laguerra es un mal rotundo y en todas las guerras se tortura, porqueen todas las guerras hay espacios sin control en los que hombresembrutecidos dan rienda suelta a los instintos más bajos. Pero hayculturas en las que la tortura es encomiada, y en las que tratarmal al enemigo es justicia. Incluso hay culturas donde se corta lamano a los ladrones o se lapida a las mujeres adúlteras. Es nuestrodeber combatirlo el mal en nosotros y nuestro entorno. Nuestrodeber denunciar la tortura. Pero lejos de mí creer que sólo losotros son culpables y que, a fuerza de repetirlo, conseguiré que mevoten en la estúpida creencia de suponerme mejor que ellos.
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