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¿Quién planeó el atentado contra Juan Pablo II?

El 13 de mayo de 1981 un terrorista turco llamado Alí Agca abrió fuego contra Juan Pablo II mientras recorría en automóvil la plaza de san Pedro. El autor material del homicidio frustrado resultaba obvio, pero ¿quién planeó el atentado contra Juan Pablo II?

La llegada al trono papal de un cardenal polaco planteó una alteración sustancial en la dialéctica de la guerra fría. De manera casi automática y comprensible en Polonia se produjo una reacción contra el gobierno comunista que arrancaba de causas sociales, económicas y políticas pero que además encontraba aliento en el apoyo moral del nuevo papa. La situación amenazó con ser tan delicada que en 1979 la secretaría del partido comunista de la URSS elaboró un informe en el que se recomendaba el asesinato de Juan Pablo II. El texto se encontraba firmado entre otros por Yuri Andropov, a la sazón jefe del KGB, y por un oscuro funcionario llamado Mijaíl Gorbachov. Sin embargo, la URSS no podía llevar a cabo una operación que le comprometiera gravemente en caso de ser descubierta. Con tal finalidad, Iván Lukashin, del KGB, al que se ordenó la planificación del atentado, se puso en contacto con la DS búlgara. Ésta, verdadera sucursal de la inteligencia soviética, debía encontrar a los asesinos y ejecutar el plan.

En 1981, la DS se puso en contacto con esta finalidad con un turco llamado Alí Agca que contaba veintitrés años de edad. Agca pertenecía al partido de acción nacional también conocido como los Lobos grises, un grupo que la prensa occidental calificaría de fascista aunque lo cierto es que se acercaba más a un nacionalismo islámico manipulado por el KGB. De hecho, Agca había recibido entrenamiento como terrorista en Siria como miembros del IRA, ETA, la OLP o el Frente sandinista y en 1979 había participado en el asesinato de un editor turco de carácter liberal. Al día siguiente del atentado, Agca había emitido un comunicado en el que amenazaba a "Juan Pablo II, jefe de los cruzados" y pudiera darse la circunstancia de que esa afirmación llamara la atención de la DS. En julio de 1980, Agca se encontraba en Sofía donde estableció contacto con la DS y en la primavera del año siguiente recibió la orden de asesinar a Juan Pablo II entregándosele cuatrocientos mil dólares. Agca dedicó las siguientes semanas a recorrer Europa en viaje de placer, sin excluir España donde se le proporcionó la pistola Browning con que debía llevar a cabo el asesinato.

El 10 de mayo de 1981, Agca ya se encontraba en Roma. Sin embargo, a esas alturas el turco tenía serias dudas sobre el proyecto en el que se había embarcado y comenzó a temer que acabaran con su vida una vez realizado. En previsión de que sucediera tal cosa, Agca entró en contacto con la CIA y la puso al corriente de lo que iba a suceder. La CIA creyó en las palabras del turco pero le instó a que siguiera con el plan. Debía llegar hasta la plaza y así permitir que los agentes norteamericanos inculparan al KGB pero, bajo ningún concepto, tenía que matar al papa. A primeras horas de la tarde del 13 de mayo festividad de la Virgen de Fátima dos turcos y dos búlgaros condujeron a Alí Agca hasta la plaza de san Pedro a fin de que asesinara a Juan Pablo II. Allí se quedó en compañía de Oral Celik, un compatriota amigo suyo. A las cinco horas, el automóvil papal pasó bajo el arco de las campanas. Se detuvo empero para permitir que el papa abrazara a una niña. En ese momento, desde la segunda fila, surgió una mano que apuntó a Juan Pablo II y le descerrajó dos tiros. A continuación Agca intentó huir pero una monja franciscana le agarró impidiéndole escapar y dando lugar a que otros se abalanzaran sobre el terrorista inmovilizándolo.

El pontífice fue conducido inmediatamente al hospital Agostino Gemelli donde se le renovó la sangre por temor a que los proyectiles estuvieran envenenados. La intervención salió bien y el papa, convencido de que la Virgen le había salvado la vida, dispuso que su siguiente operación tuviera lugar el 5 de agosto, festividad de la Virgen de las Nieves. Nuevamente el papa salió favorablemente aunque antes experimentó la amargura de contemplar cómo en el referéndum sobre el aborto tan sólo el treinta por ciento de los italianos votaba de acuerdo con sus directrices.

Alí Agca fue juzgado el 22 de julio y condenado a cadena perpetua. Por su parte, Leonid Brezhnev, el dictador soviético, falleció el 10 de noviembre de 1982 convencido de que resultaría imposible una victoria militar sobre occidente. El 16 de junio de 1983, Andropov pasó a ser el nuevo dictador. Este cúmulo de circunstancias iba a tener una importancia decisiva en las ulteriores investigaciones sobre el caso. El juez Ilario Salvatore Martella decidió en 1984 abrir juicio contra tres búlgaros y cuatro turcos en la esperanza de aclarar los últimos extremos de la trama pero la razón de Estado iba a prevalecer. Tanto el italiano Giulio Andreotti como la CIA hicieron lo posible por impedir el esclarecimiento de acuerdo con razones de estado. Sin embargo, el antiguo jefe del servicio secreto búlgaro Konstantin Karadhzov grabó en cinta magnetofónica una confesión en la que establecía que el KGB había planificado el atentado utilizando a la DS como correa de transmisión y a Alí Agca como peón de brega.

La confesión que recorrería Europa dejaba de manifiesto que todo había sido fácil porque el KGB contaba con espías en la Santa Sede, un extremo que sería confirmado por Borís Solomatin, jefe del espionaje soviético en Roma. Quizá esta circunstancia explique que, a pesar de que Ceaucescu comunicó al servicio secreto francés la trama y a su vez éste la hizo saber al Vaticano, nadie tomó medidas para proteger a Juan Pablo II. Los datos estaban claros pero ahora, con Andropov en el poder y la posibilidad de distensión al alcance de la mano, ni Italia ni Estados Unidos deseaban que lo que se denominó "trama búlgara" saliera a la luz estropeando proyectos diplomáticos de futuro. Sin embargo, lo que tuvo lugar no fue la distensión. Al fin y a la postre, el sistema soviético se colapsó y lo hizo bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov, uno de los firmantes del plan para matar a Juan Pablo II.

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