» Baúl de autor » Cristina López Schlichting
Harta de los curas
Nunca he entendido la relación que algunosestablecen entre Iglesia y represión sexual. Será porque quienes mehan «liberado» sexualmente, por expresarlo de una forma popular,han sido los sacerdotes y los laicos cristianos, que me hanexplicado el valor católico de la carne, desde la entrega conyugalmás plena, total y gozosa hasta la veneración de los restos de losmuertos. El magisterio de Juan Pablo II sobre sexualidad y familiaha sido uno de los más fecundos. Recuerdo, por ejemplo, una de suscatequesis de los miércoles, en la que explicó que el acto conyugalacercaba a la comprensión del amor Trinitario, esto es, a Dios. Lahermosura de la unidad entre sexo, entrega mutua y paternidad me hamovido siempre a un especial cariño hacia los separados, losdivorciados y los homosexuales, que experimentan el drama de tenerque vivir disociadas alguna de estas esferas. Padres que ven a loshijos los fines de semana u hombres y mujeres que no puedenprocrear con la persona que aman son ejemplos dolorosos de lalimitada condición del ser humano. Pero nada de este sufrimientopuede taparse eclesialmente con la cataplasma mágica de una boda.Las promesas rotas, los hijos desamparados y la incapacidad dereproducirse de las personas del mismo sexo seguirán estando ahípor mucho que casemos a diestro y siniestro. El Estado podráhacerlo, pero los cristianos no debemos censurar nada. Por amor ala verdad tenemos que afrontar el dolor y reconocer con sencillezlo que es verdad y lo que es mentira. Por eso me pareceespecialmente incongruente que nada menos que 73 de los 210sacerdotes de la diócesis de Gerona pidan el matrimonio dedivorciados y homosexuales. Los sacerdotes del Forum Joan Alsinaadmiten además que rompen en sus parroquias la normativa de laIglesia y ejecutan ritos religiosos para unir a parejashomosexuales y divorciadas. Si a ellos, que se supone que son mispastores, se les permite contravenir al Papa, a la tradición y a lacomunión universal, me van a permitir a mí que discrepe de ellos.Algunos fieles estamos hasta el moño de ciertos sacerdotes. Pareceque la ordenación les confiere la propiedad de la fe y de lasparroquias, cuando lo establecido es que deben obediencia a susobispos. He oído las cosas más peregrinas en las iglesias. Haymisas donde se explica que no existen los ángeles ni el demonio.Templos donde se habla a favor del divorcio. Y hay muchosconfesionarios donde, al enunciar los pecados, el sacerdote dice:«Pero hija ¿si eso no es pecado!» y una, que está mínimamenteformada, prefiere decir «Absuélvame padre, y no discutamos». Loscuras no son dueños y señores de un predio y unas ovejas queadministran como quieren. Los curas son servidores de la Iglesiamadre. Si hacen en las parroquias lo que prohíbe el Papa, nuestrosobispos deben protegernos de ellos. Aunque sólo sea porcaridad.
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