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Canonizaciones: cuáles y por qué
Algunas decisiones de Juan Pablo II suscitan adhesiones o críticas desbordadas. Dentro de la Iglesia, a una parte importante parece clara la finalidad de la canonización. Para otros, todo ese mundo resulta lejano y no fácilmente comprensible. El número de santos y santas canonizados ha aumentado espectacularmente en el pontificado de Juan Pablo II. En lo que llevamos del siglo XXI ha habido 99 beatificaciones y 53 canonizaciones. Algunos de los nuevos santos son bastante desconocidos, mientras que otras canonizaciones o beatificaciones han levantado polémica por la figura de la persona, como Pio IX, Pío de Pietralcina y el fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer.
Al canonizar o beatificar a un creyente la Iglesia afirma de él que ha seguido a Cristo, dando testimonio sobresaliente del Reino de los Cielos. Toda canonización es un acto de reconocimiento del Espíritu presente en la Iglesia. Hasta ahora, para llegar a la beatificación había que seguir un proceso relativamente largo. La praxis de Juan Pablo II ha modificado esto. Cada causa que se inicia en Roma recibe un número de protocolo para su tratamiento, pero el Papa y altos cargos de la Curia tienen una palabra eficaz en la modificación de ese orden.
Ningún católico está obligado a dirigirse a determinados santos o a hacer de esas figuras una parte importante de su fe. La Iglesia permite el culto pero no lo impone. El Papa, al proclamar santa a una persona, afirma que al final de su vida entró en el señorío de Dios. Pero canonizar a la persona no es lo mismo que canonizar su obra o sus escritos. También los santos eran «pecadores» (la Iglesia excluye de los pecadores únicamente a María), estaban condicionados por su tiempo, han podido actuar por criterios humanos y han quedado marcados por estrecheces teológicas.
La mayoría de los santos y santas pertenecen a órdenes o instituciones religiosas. Esto puede tener alguna relación con los costes del proceso. Las congregaciones religiosas pueden llegar a reunir esas sumas, si bien algunas no aceptan recolectar dinero para financiar los procesos.
Toda canonización comporta no sólo el reconocimiento de la Iglesia hacia una determinada figura de la vida cristiana, sino un cierto peligro: prácticas cercanas a lo supersticioso, búsqueda de milagros, «cosificación de la fe»... Los santos son un indicio que orienta hacia Dios. Señalan el camino con la decisión de su propia vida. Y por ello representan para nosotros un ánimo y suscitan confianza.
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