No resuelve los problemas del enfermo; acaba con él
No existe un derecho a ser matado por otro hombre, bajo ninguna circunstancia. La despenalización de los actos contra la vida enferma, por la que Holanda ha optado equivocadamente, aumenta notablemente las condiciones sociales de delito de los más vulnerables que son los enfermos.
La Asociación Catalana de Estudios Bioéticos pide a la sociedad en general, y a los poderes políticos en particular, que apuesten por la medicina paliativa como medio para ayudar a los pacientes a soportar mejor las enfermedades que padecen. Para la señora Viladomiu, el acuerdo social debería dirigirse hacia esta postura ante la muerte y denegar el pacto silencioso y antidemocrático del homicidio legal del enfermo.
La eutanasia rompe la noble relación de confianza entre el médico y el enfermo. Si el médico tiene la posibilidad de matarlo, bajo el amparo de la ley, la vida enferma perderá el valor que le corresponde. El médico llegará a razonar que la vida de ciertos pacientes, incapaces de decidir, es tan carente de calidad, tiene tan alto costo, que no merecen ser vividas. ¿Qué confianza voy a tener yo como anciano enfermo hacia mi médico si sé que está realizando eutanasias? Es imposible que confié en él cuando sé que está realizando eutanasias. Es imposible que confié en él cuando sé que está acabando con la vida de otras personas, cuando su deber es, precisamente, el contrario: salvar vidas, afirma doña Isabel Viladomiu.
Un verdadero progreso político, civil y médico vendría por el respeto a toda persona humana en el final de su vida, poniendo al servicio de cada enfermo todos los medios técnicos actuales para controlar su dolor, los síntomas de la enfermedad, y acompañándolo en el acto de morir. Podemos y debemos potenciar el camino de respeto iniciado por el programa de Curas Paliativas, en el que subyace una concepción del valor intrínseco de la persona enferma.
El programa de Curas Paliativas, por el que se debe apostar, consiste en que los enfermos sean tratados eficazmente del dolor, tengan la ayuda necesaria y no sean abandonados por el médico y el equipo sanitario cuando la enfermedad sea incurable; que sean informados adecuadamente sobre la enfermedad, el pronóstico y los tratamientos de que dispone la medicina; que les expliquen los datos en un lenguaje comprensible, y participen en las decisiones sobre lo que se les vaya a hacer; que reciban un trato respetuoso; que se les permita en el hospital estar acompañados de la familia y los amigos sin otras restricciones que las necesarias para la buena evolución de la enfermedad y el buen funcionamiento del hospital. Todos queremos una buena muerte sin que artificialmente nos alarguen la agonía, ni nos apliquen una tecnología o unos medios desproporcionados a la enfermedad.
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