conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 2002

Lo individual y lo «consensuado»

Soy partidario decidido de que alguien diga las cosas, aduzca sus razones e intente justificar lo dicho. Al decir alguien quiero decir una persona o tal vez varias que están de acuerdo. Esto asegura responsabilidad y probable inteligibilidad. No está de moda, sin embargo, esta manera personal de comunicación. Lo usual es que se llegue a un texto «consensuado», es decir, pasado por varios filtros, aprobado por una colectividad en la que la responsabilidad se disuelve.

Algo que ha sido pensado y escrito por alguien, repito, por una persona o por varias como tales, que no han perdido esa condición, tiene que ser aceptado, modificado, formulado de manera que una realidad colectiva lo haga suyo. La consecuencia suele ser la inanidad, la falta de claridad, de relieve, de energía. Casi siempre se llega a un texto desvaído, que apenas quiere decir nada, que no compromete, del cual nadie se hace responsable.

Esta tendencia me parece sumamente peligrosa. Se leen constantemente declaraciones que no llevan a ninguna parte, que no aportan claridad a las cuestiones, que no representan un punto de vista. Esta expresión, punto de vista, me parece importante. Significa una limitación, que debe excluir el exclusivismo, que se tiene que completar con otros posibles puntos de vista. Es el sentido que tiene la palabra perspectiva. No hay una perspectiva única; tiene que haber varias, en alguna medida divergentes, pero que todas ellas se podrían integrar en una multiplicidad de visiones efectivas de la realidad, de lo cual se podría esperar un conocimiento verdadero.

La perspectiva, si es real, exige la multiplicidad. La tendencia a lo «consensuado» pretende llegar a lo que podríamos llamar la perspectiva única, lo que, si se mira bien, es una contradicción en los términos. Cuando se mira, por ejemplo, una cordillera, lo que se ve desde uno de sus lados es forzosamente distinto de lo que se ve desde el otro, justamente porque se trata de una realidad y de visiones reales de ella. Pueden y deben completarse, no desaparecer en una visión única que sería abstracta, que podría justificarse si se tratara de algo irreal, por ejemplo una figura geométrica. Un poliedro, objeto matemático, es transparente, se lo puede imaginar en su integridad, por todas sus caras, incluso su interior. Un objeto real, como una roca, se resiste a esa supuesta visión global. Hay que verlo desde múltiples puntos de vista, por supuesto desde el exterior, con un «dentro» que puede ser en principio accesible si se lo fragmenta, en diversas partes, cada una de las cuales conserva su interioridad, su inaccesibilidad. La totalidad de las perspectivas posibles pertenece solo a Dios, y depende de su infinitud, concepto que se suele pensar de una manera vacía e inerte. Cuando se piensa -o se olvida- que Dios atiende a toda realidad en su integridad, el sentido que esto tiene depende de la noción de infinitud, a condición de no vaciarla de sentido, de darse cuenta de que esa «atención» es la capacidad de integración de todos los puntos de vista posibles.

El hombre tiene que renunciar a lo que no le pertenece; innumerables errores de pensamiento dependen de la adopción injustificada de una actitud que solo sería propia de la divinidad. El destino humano es la limitación, la localización, la adscripción a un lugar y un momento del tiempo. Es lo que podemos llamar situación. Desde cada una de ellas se puede aprehender una parcela de lo real, se puede alcanzar una verdad efectiva, adecuada, limitada. La tentación de utopismo, de escapar al lugar y al tiempo, conduce a la pérdida de lo único que es accesible: la verdad limitada.

Por eso cuando alguien dice lo que ve, si permanece fiel a su situación, es decir, si lo está viendo efectivamente, conquista mentalmente una porción de realidad, la descubre e interpreta, la hace inteligible. Por el contrario, lo que supone la colección de múltiples posibles visiones que se suponen consensuadas, compartidas, unificadas, casi siempre conduce a la inanidad.

Llevo muchos años proponiendo una modesta definición de la filosofía como «la visión responsable», en el doble sentido de que da respuestas a las preguntas y que responde de ellas mediante la justificación. Esto se puede extender a toda busca de la verdad; lo esencial es que se trate de una visión efectiva, cuya limitación es necesaria, pero que tiene la inapreciable condición de su efectividad concreta.

Cuando se dice algo desde un punto de vista personal, si se aportan las razones justificantes, se alcanza algo esencialmente incompleto, no excluyente, pero que permite la posesión de algo que en su momento podrá completarse, integrarse en visiones distintas, igualmente limitadas, y cuya convergencia será el mayor enriquecimiento.

No está de moda esa actitud; se prefiere lo abarcador, compartido por todos. El precio que se paga es el contenido, la concreción; la realidad se diluye así en una vaguedad que no lleva a ninguna parte, que no da seguridad, en la que es difícil fundar una conducta coherente.

Se dirá que este es un planteamiento muy modesto de las pretensiones de conocimiento. Así es, pero si se mira bien se descubre que es ambicioso: significa la confianza en que el conocimiento es posible, la creencia de que la verdad es asequible, a condición de ser fiel a la estructura de la realidad. Lo que no puede hacerse es suplantar la constitución de las cosas por un abstracto ideal de cómo deberían ser. Modestia y ambición representan una extraña combinación que se puede aceptar y que permite hasta donde es posible una seguridad limitada, incompleta, forzada a completarse con otras, a irse dilatando y extendiendo. El hombre es capaz de comprender la realidad, de instalarse en ella, de proyectar. La condición es el reconocimiento de cómo es efectivamente, el no suplantar su contextura por un esquema impuesto arbitrariamente a ella.

En definitiva, el riesgo mayor es el utopismo, el olvido de que la condición humana consiste en ser siempre alguien que está en un lugar preciso y en un momento del tiempo: de su tiempo personal, quiero decir de su edad, y en un momento de la historia.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=1572 el 2005-03-10 00:25:36