» Baúl de autor » Jorge Trías Sagnier
Manipular la Historia
El hijo de unos amigos que estudia en ICADE (jesuitas) me cuenta como la cosa más normal del mundo que su profesora de Derecho Constitucional les advirtió el primer día de curso, y lo repite cuando puede o se tercia, que ella es republicana, no cree en la Monarquía y milita en la izquierda. Toma nísperos, que diría el maestro Campmany. Ah, pero el chico, a continuación, nos dice «pero es muy buena persona, muy simpática». Faltaría más. Me parece lógico que eso ocurra en la Casa jesuítica, les comento a mis perplejos amigos, ya que también tienen una o varias escuelas de teólogos que, como primera providencia, se cuestionan la divinidad de Jesucristo y, como segunda, no respetan la autoridad del Papa ni creen en su infalibilidad. Pero opiniones constitucionales como las de esa voluntarista, oposiciones teológicas como la de esos descreídos, suelen tener buena acogida en la Prensa «políticamente correcta». Son los mismos que se descuelgan, sin que nadie les suspenda, con eso de que España no es una nación, y, en cambio, se refieren a Cataluña o el País Vasco como «Comunidades históricas». Los mismos a quienes les ha dado un ataque de histeria cuando el presidente del Tribunal Constitucional ha dicho, por cierto con sentido del humor, pues no en vano es andaluz, lo que constituye, nos guste o no, una verdad incontrovertible.
Nadie puede poner en duda que en el siglo X la Córdoba de los Califas celebraba solemnemente la fiesta de san Isidoro, obispo hispalense y salvador de la cultura occidental, cuyo ejemplo no tenía todavía imitadores en los reinos del norte, que por esa época andaban a palos unos con otros, y cuyas historias tan sólo comenzaban a dibujarse, no eran más que un pálido bosquejo de lo que llegaron a ser varios siglos después los reinos de Aragón (Cataluña nunca fue un reino) y de Castilla. Ferrán Soldevila, el historiador de Cataluña, escribe (página 125, tomo I de su «Historia de Catalunya») que en esa época -la de los Ramón Berenguer y Mío Cid-, cuando en lo que hoy es Andalucía ya llevaban varios siglos de cultura e historia, «és tot el panorama de la nostra història, que comença a dibuixar-se».
Además, que los reyes, condes o caudillos castellanos, navarros, leoneses, ilerdenses o de Barcelona eran en esa época bastante puercos, visto con nuestra higiénica visión occidental de comienzos del siglo XXI, y en comparación con los califas cordobeses o monarcas nazaríes, es algo que, por evidente, no debería molestar a nadie. ¿O es que alguien se ofendería en Francia y organizaría un problema de Estado, por ejemplo, si les recordásemos que no se instaló un cuarto de baño completo en el Palacio del Elíseo hasta, si no recuerdo mal, la presidencia de Clemenceau? Se comprende que los nacionalistas vascos se suban por las paredes porque el Tribunal Constitucional les haya tumbado los Presupuestos, pero reaccionar como lo han hecho por el ocurrente comentario de Jiménez de Parga, resulta infantil, y la reacción de los catalanes apuntándose al rebufo del intento de linchamiento, patética y ridícula. Porque, ¿de qué estamos hablando, de historia o de otra cosa?
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