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San Calixto I
Las noticias más detalladas de la vida de este papa, Callistus, proceden de Hipólito; es natural que se formulen dudas acerca de su exactitud. Parece seguro, sin embargo, que llegó a convertirse, como diácono, en el hombre de confianza de Ceferino, el más influyente. No sorprende que en el momento de la muerte de éste fuera aclamado como su sucesor. Hipólito se negó a confirmar el nombramiento y se hizo elegir papa, a su vez, por un grupo de correligionarios. De este modo se produjo un cisma con resonancias doctrinales: los partidarios de Calixto reprochaban a aquél su rigorismo excesivo. El cisma había de prolongarse durante los dos pontificados inmediatos siguientes.
Calixto sería expresamente acusado por Hipólito de concesiones en la doctrina; no pueden confundirse con el modalismo, ya que éste fue expresamente condenado por el papa, que exigió la expresa afirmación de que Padre, Hijo y Espíritu Santo representan distinciones reales en la divinidad, siendo ésta una y trina. De hecho, sucedía que el papa estaba tratando de evitar los excesos en que incurrían los del extremo contrario al reconocer distinta naturaleza en el Padre y el Hijo. También reprochaba Hipólito a Calixto que hubiera otorgado perdón a un obispo culpable de graves pecados y arrepentido, o que admitiera el segundo y hasta el tercer matrimonio en caso de fallecimiento de uno de los cónyuges. Pero en ambos casos es forzoso reconocer que Calixto estaba en línea con la que había sido siempre la actitud de la Iglesia, e Hipólito no. Pues la Iglesia se define como hogar común de santos y pecadores, siendo la penitencia el vehículo de conversión. Calixto estableció los tres ayunos correspondientes a los sábados anteriores a las grandes fiestas agrícolas: comienzo de la recolección de cereales, vendimia y recogida de la aceituna.
La ley romana prohibía el matrimonio de pleno derecho (confarreatio) entre un ciudadano y una mujer o varón de clase inferior. Calixto recordó que, siendo sacramento, el matrimonio surtía efecto en orden a la santificación con independencia de la condición social de los contrayentes, incluso en el caso extremo de un esclavo y un miembro del orden senatorial. Ésa fue una de las decisiones más fuertemente criticadas por Hipólito. En ambos casos –el perdón para cualquier clase de pecado con arrepentimiento, separación entre el sacramento del matrimonio y las circunstancias jurídicas–, el pontificado de Calixto I se señala como un progreso social considerable.
El caso de san Hipólito, primer antipapa, es psicológicamente importante. Nacido antes del año 170, parece que llegó a Roma desde Oriente, siendo ordenado presbítero por el papa Víctor I. Inmediatamente planteó la cuestión: ¿debe un gran maestro, superior en conocimientos, griego de Alejandría, discípulo sobresaliente de san Ireneo, rendir su mente ante personas intelectualmente mediocres como Ceferino, Calixto, Urbano o Ponciano? ¿No están llamados los teólogos a ser los grandes directores de la Iglesia? Lo poco que de sus muchas obras se ha conservado revela que era un hombre polifacético, de amplio saber, aunque no tan profundo como su coetáneo Orígenes (184-253). La doctrina que reconocía legitimidad plena al antiguo concubinato romano, y la de otorgar perdón a todos los pecadores fructuosamente penitentes, le parecía un monstruoso error. Explicó con claridad la doctrina del logos y cómo el Verbo es hipóstasis o persona distinta del Padre, acusando a Ceferino y a Calixto de no defenderla; sus rivales denunciaban, en cambio, el peligro de poner demasiado énfasis en la tesis que podía llevar a un «diteísmo», es decir, a la defensa de dos naturalezas. Probablemente ambos contendientes exageraban.
El año 217, cuando Calixto fue reconocido papa, Hipólito y sus seguidores se mantuvieron en minoría apartada y en discordia. Su rigorismo les empujó a excluir definitivamente de la Iglesia a todos los pecadores, y a sostener que la validez de los sacramentos dependía del grado de pureza de los ministros encargados de impartirlos.
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