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Juan Pablo II, profeta del sufrimiento

Juan Pablo II es uno de los más grandes evangelizadores, sino el mayor, que ha tenido la Iglesia de nuestro tiempo.

Desde hace casi veinticinco años viaja, o mejor diríamos, peregrina por todas las latitudes del mundo, enarbolando la Cruz de Cristo y predicando el Evangelio a todos los pueblos y etnias, a todos los hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos, ancianos. Ha visitado 127 naciones. En España ha estado cuatro veces (1982, 1984, 1989 y 1993), recorriendo casi toda su geografía. Ahora se dispone a regresar para visitar de nuevo la capital y allí canonizar a cinco beatos españoles que, como él, han sido insignes evangelizadores y testigos de Jesucristo.

Los casi cien viajes apostólicos del Papa Wojtyla han tenido características muy singulares: el Peregrino de Roma se ha presentado, a lo San Pablo, como un heraldo de Jesucristo, un atleta del Espíritu, misionero de la Esperanza, padre y amigo de todos. Ha sembrado por doquier la Palabra a manos llenas, sin carencias ni reduccionismo alguno. Con impresionante audacia evangelizadora, ha sabido atraer hacia el Señor Jesús inmensas multitudes, ha entusiasmado a las juventudes, ha convertido a innumerables personas, ha suscitado afanes de renovación y, con genialidad profética y fina intuición de las situaciones, ha logrado inserirse en la sociedad actual, influyendo decisivamente en la reforma eclesial y social, así como en la marcha de la historia moderna.

La arrolladora simpatía de Juan Pablo II, su expresivo talante humano y su contagiosa santidad lo han hecho entrar en sintonía con todas las clases sociales y con las personas más variadas. Sus intensas y llamativas peregrinaciones, ampliadas por los medios de comunicación social, han logrado que su mensaje, el mensaje de Cristo, penetre en los corazones y marque profundamente los ambientes sociales.

Nunca como hasta el Pontificado de Juan Pablo II el Evangelio había sido predicado con tanta amplitud o extensión y con dimensiones tan sensacionales. Bien se puede decir que con el Papa actual el Mensaje del Redentor ha llegado a todas las latitudes del orbe. Fantasía del apostolado a escala planetaria.

Ahora, durante este viaje del Papa, los españoles van a ver en Madrid a un Pontífice físicamente distinto: un anciano Pastor, encorvado sobre la cruz o en silla de ruedas, un Papa lúcido de mente, sí; pero doblegado por los años y por una enfermedad que quita expresividad a sus gestos y reduce muy notablemente su movilidad.

Es un Papa que, en la cumbre de su Pontificado y en la cúspide de su sabiduría pastoral, aparece ante el pueblo como un auténtico icono del sufrimiento.

Hace así realidad lo que él mismo había escrito, el año 1984, en la Carta Apostólica Salvifici doloris y que el Mesías nos enseñó con su Pasión salvadora.

Ahora, con su fragilidad física pero con inmensa fortaleza espiritual, el Papa evangeliza más incisivamente, con mayor eficacia, si cabe, que antes, presentando y proyectando, sobre los que lo ven y escuchan, la marca distintiva de su personalidad humana y eclesial: el sufrimiento.

Así impacta a las multitudes, acerca a los hombres y mujeres a Jesucristo, convierte a las almas, anima y estimula a los cristianos, invitándolos a la santidad; así ejerce su ministerio petrino, dinamiza la vida eclesial, impulsa el catolicismo, robustece el compromiso apostólico; así confirma a los Obispos, orienta certeramente, con sus gestos y discursos, a los sacerdotes, a las personas consagradas, a los laicos, a las familias, a los intelectuales, a los líderes sociales o políticos; así entusiasma a los jóvenes y suscita vocaciones; así consuela y alivia a los enfermos, a los emigrantes y a los pobres, promueve el desarrollo de los pueblos y siembra gozosas ilusiones; así sirve como siervo de los siervos de Dios, el siervo sufriente: radiante testimonio de un Papa total y generosamente entregado a servir a la Iglesia, que agota todos sus recursos y esfuerzos humanos.

Es quizá ésta, la del sufrimiento, la etapa más fecunda de su pontificado.

Bien podemos decir que ése es el tesoro que tiene hoy la Iglesia en su Pastor Universal, como lo tuvo en su Pastor Supremo, Cristo Jesús.

En este sentido, qué bendición tan grande de Dios, qué evento de gracia, qué río de misericordia va a ser esta nueva visita del Papa a España.

Llega Juan Pablo II, Vicario de Cristo paciente, profeta del sufrimiento, testimonio de fe y coraje, centinela de la paz y de la reconciliación, predicador infatigable de la Buena Nueva, testigo y maestro de la verdad, garante de la unidad, heraldo de Jesucristo Evangelizador y único Salvador del mundo.

Entre los españoles pasa de nuevo el Señor.

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