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Política y moral

Los recientes acontecimientos, que han herido de muerte tantas cosas, suscitan la necesidad de replantear la relación entre la política y la moral. En general, las reacciones contrarias a la guerra no han sido políticas sino moralizantes, si bien acompañadas o acuciadas en muchos casos por la ideología. Y como siempre que la moral reemplaza a la política, por lo menos tan confusas como arbitrarias cuando la política prescinde de la moral.

A decir verdad, es una consecuencia más del estado del espíritu occidental (en otras partes las reacciones han sido miméticas), en lucha contra la política, paralela a la lucha contra la religión, desde hace por lo menos dos siglos. No es ningún secreto que Saint Simon, Comte, Proudhon y Marx, por mencionar sólo a algunos de los hombres más eminentes e influyentes, o los anarquistas, cuyas ideas nacieron y se difundieron en ese ambiente, aspiraban a suprimir la política pensando que así eliminaban los conflictos. Sin embargo, tanto la política como la moral son indispensables precisamente porque el conflicto es ineliminable. La realidad humana es conflictiva; incluso cada individuo particular puede tener graves conflictos consigo mismo y para eso está la psiquiatría. Y puesto que el conflicto, a consecuencia de la libertad, forma parte de la condición humana, la política es necesaria para encauzar la conflictividad respetando la libertad y la moral para que la política se conduzca humanamente. Pues la moral, junto con el derecho, pone límites - internos y externos - a la política, lo mismo que a la psiquiatría.

La mayor confusión sobreviene empero cuando se postula la política moral. Como la moral se refiere a la conducta, una política moral lleva a la tiranía o reduce a los obligados a obedecer a la condición de menores de edad a una servidumbre más o menos voluntaria. La política moral es la más coactiva puesto que se autojustifica. Pero no existen acciones o actividades puramente morales: los que son morales o inmorales son los actos políticos, económicos, estéticos, etcétera, las actividades concretas que se realizan. La moral pura, la moral en sí, no existe; en esto consiste justamente la inmoralidad de la utopía, en perseguir lo que no existe ni puede existir, lo irreal, para imponerlo. Ejemplos de ello han abundado en el siglo XX.

Quienes aspiran a que la política sea moralizante buscan la servidumbre. A lo que va unida la política es al derecho, con tal de que no sea un derecho moralizante; es decir, un derecho escindido de la idea de justicia e instrumentalizado burocráticamente por la política moral que se presenta como justa. En sí misma, la política, que se atiene a los hechos, a lo fáctico, no es justa o injusta; lo justo o injusto de la política - la justicia es una virtud moral - lo determina el derecho. Que, hay que repetir continuamente que tampoco es derecho porque sea justo, sino que es justo - recto - porque es derecho en la medida en que da a cada uno lo suyo.

Así pues, la moral de la política, incluida la de los medios de que se sirve, se rige por la justicia de los fines que persigue, que cabe resumir en la antigua expresión «buscar la tranquilidad del orden»; tranquilidad que no es la paz de los cementerios y orden que no es sólo el orden público, sino el que emerge de la existencia de condiciones para la realización del bien común, situación en la que cada uno puede perseguir la vida buena y feliz.

No es que el fin justifique cualesquiera medios, sino que los medios deben ser adecuados y proporcionados, ajustados a ese fin, la tranquilidad del orden, que tampoco consiste, como se cree hoy, en el bienestar - concepto cuyo contenido se suele identificar además con la utilidad económica - , sino que se está bien, se tiene bienestar, porque no se trata de un orden ideal, sino de un orden concreto que proporciona una forma de paz que puede considerarse justa, regulable por el derecho. Y que no es sólo el de cada grupo, país o nación, sino también el orden internacional. En realidad, si no existe un orden internacional no existe orden en los casos particulares. Esto es ahora una exigencia acuciante al haberse realizado la unidad del mundo.

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