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Newman: la razón al servicio de la fe
El Cardenal Newman y su obra intelectual son una fuente de inestimable valor y utilidad para el Cristianismo de nuestra casa. Por esta razón he pensado que podía resultar útil hacer una aproximación libre de su formidable estudio "El Desarrollo del Dogma". Remarco el calificativo de "libre" porque mi pretensión es muy modesta: releer a Newman desde la perspectiva personal - la de un cristiano de a pie, que forma parte de esta gran mayoría de "pequeños de la Iglesia" - e intentar hacerlo lo más accesible a todo el mundo.
Es una evidencia notoria que no soy un experto en Newman, sino uno de tantos lectores que se acercó por intuición - o por la gracia del Espíritu, quién sabe - cuando buscaba referentes para autoexplicarme el por qué de mi recuperación de ser católico. Después me ha parecido ver en su planteamiento muchos enfoques razonables para los retos de nuestro tiempo, que querría compartir.
Mi aproximación a la obra de Newman no hubiera sido posible sin la colaboración de uno de los mejores especialistas, el Padre Aureli Boix. Para interesarse por Newman hay suficiente con amar la capacidad de razonar del hombre, con saber apreciar la belleza de una buena construcción intelectual que puede mostrarnos un fragmento poético, una formalización matemática.. o con entrever la lógica de Dios revelada al hombre. El cardenal inglés sabía como pocos acercarnos.
Lo hace sobre todo con el ejercicio de dos valores muy humanos. Uno es el ya apuntado de la lógica, el otro - esencial en nuestro tiempo - el de la historia; es decir, de la memoria, porque perderla significa, en buena parte, perder la vida. La absoluta vinculación al presente, sin vínculos mentales con el pasado, es una forma perversa, por falsa, de afrontar el futuro, porque también somos pasado. Un futuro que no acertemos porque no sabemos, porque saber es siempre "haber sabido". Memoria. Esta elementalidad, esta evidencia, si hay alguien que no debe descuidarla nunca, esos somos nosotros, el Pueblo de Dios. ¿Cómo podemos entender lo que nos pasa y lo que sucederá si no recordamos el pasado?: nuestra Alianza histórica con Dios.
La importancia de "haber sabido"
Muy al principio de "El Desarrollo del Dogma", Newman introduce una frase que podría constituir una definición plausible de la Iglesia católica:
"Papas contra papas, concilios contra concilios, alguno padres de la Iglesia contra otros. Éstos contra ellos mismos, el consenso de unos padres de una época contra el consenso de padres de otra, la Iglesia de un siglo contra la de otro".
En realidad la frase es algo más que plausible. Hoy sería una línea de pensamiento de celebración segura en gran parte de la opinión del "stablisment" e, incluso, considerada de buen tono por gente de la propia Iglesia. Y eso quiere decir que en cierto sentido las cosas no son tan diferentes como lo eran en la Inglaterra anglicana de la época de Newman, en la primera mitad del siglo pasado.
Cuando él utiliza aquella frase del protestante Chillingworth, para introducir el por qué de algunas de las razones que lo llevaron a escribir una obra de tanta entidad cómo es "El Desarrollo del Dogma", lo hace como excusa - digámoslo así - para introducir una reflexión sencilla y al mismo tiempo poderosa: el Cristianismo tiene suficientes años de vida como para significar un hecho extraordinario en la historia del mundo. Pero atención porque lo es, no únicamente como pueda serlo la del Egipto de los faraones, sino que además, es historia viva y actuante en el presente. Es una historia actuante en la persona y en la sociedad que en parte hemos heredado y, también, que en parte construimos día a día. Este hecho comporta una consecuencia: El Cristianismo, su naturaleza, carácter y doctrina, no pueden ser despachados con una opinión personal, con una experiencia individual, o con cuatro reflexiones. Como dice Newman, no puede ser tratado como materia de "deducción privada", si no queremos caer en la frivolización de la evidencia.
A ningún escritor juicioso se le ocurriría descalificar a Shakespeare por el hecho de que la lectura de un de sus textos le desagradara, o que la representación de una de sus obras - pensara - que proponía actitudes contrarias a sus criterios. Y si lo hiciera, sería tildado de ignorante, frívolo u oportunista. Si por contra la descalificación fuera sobre un autor reciente, poco conocido, la crítica nos parecería solvente, incluso aunque ignoráramos las características de la obra criticada.
La verificación de la Historia
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro caso?. La historia. Shakespeare tiene tras de sí cerca de 400 años de historia literaria, de opiniones y análisis solventes, de millones de lectores repartidos entre centenares de generaciones por todo el Mundo, que no pueden menospreciarse, u olvidarse. No, no es posible una crítica privada, subjetiva del autor inglés, que para algunos, como el experto Harold Bloom, es el centro del canon literario.
Y si es obligado este respeto intelectual por Shakespeare, ¿por qué no tenemos que exigir - como mínimo - siempre y a todo el mundo el mismo enfoque y actitud para otra realidad que no tiene tras de sí opiniones de 400, sino de 2000 años y centenares de millones de partícipes, centenares de millares de testigos históricos e intelectuales de un valor imprescindible para la Humanidad? ¿Quien puede competir hoy con el bagaje conceptual y la práctica, en la capacidad de desarrollar la inteligencia y los sentimientos positivos, con el Cristianismo? Más todavía Por qué los mismos cristianos no mostramos esta evidencia que tanto puede ayudar en el mundo de hoy?
Es indudable que el Cristianismo puede ser objeto de cualquier interpretación o teoría: podemos preguntarnos sobre su valor moral, o político. Obviamente podemos inquirir si las ideas que manifiesta son de origen humano o no, como también si se trata de una religión vinculada a una determinada civilización, a una época de la historia o, ciertamente, viviendo en la historia, la transciende, la "traspasa" de parte a parte. Todo eso y muchas otras cosas pueden cuestionarse. Pero si lo hacemos, tenemos que aceptar, al mismo tiempo, la realidad de su carácter objetivo: El Cristianismo "existe y es" con independencia de nuestra voluntad y criterio. Y "es" precisamente como consecuencia de su larga historia y de su presencia por lo que la "voz se ha extendido por todos los países "
No, no puede prescindirse, descalificarse sin más, el testigo de tantos siglos, de tanta y tan diversa gente. Para opinar sobre el Cristianismo tienen que escuchar necesariamente la opinión de todo este mundo de la Memoria y de su testimonio actual. En definitiva, hay que reflexionar sobre el por qué continuamos aquí después de tantos siglos y tantos errores. Sobre el por qué somos tantos y tan diferentes que creemos en lo mismo a lo largo de tanto tiempo si nuestras organizaciones a menudo son penosas, y en muchas ocasiones nuestros guías sólo saben mirar sus propias huellas.
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