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A vueltas con la asignatura de religión

El primer consejo que me dio un alma caritativa cuando entré en la Universidad de Valladolid fue que no perdiera un minuto en las asignaturas marías. Entonces había tres marías, y a sus clases asistían algunos despistados, pues el aprobado estaba garantizado mediante una breve conversación con el profesor. Una de ellas era la gimnasia, limitada a ejercicios livianos y ridículos; otra era la política, que se titulaba Formación del Espíritu Nacional, que era sordamente rechazada por ser un vehículo de adoctrinamiento, desdén que los profesores aceptaban como algo irremediable en una Universidad que despertaba; la tercera era la religión, que todos los universitarios habían cursado en el colegio y que era como llover sobre mojado. Pero lo que hacía de estas materias ser prescindibles era su carácter de no obligatorias.Hoy recuerdo las clases de algunos profesores notables, pero no recuerdo ni el nombre de un solo profesor de las marías, asignaturas puestas en el plan de estudios para cubrir el expediente, y cuyo papel de añadido todo el mundo aceptaba con una complicidad convenida.

El Gobierno de Felipe González volvió a hacer de la religión una maría, con el agravante de que eso ocurrió en la escuela, en un momento esencial de la formación del individuo, y no en la Universidad, donde se espera que los jóvenes acudan con una formación básica para optar a una educación especializada. La política de González hizo algo peor, que fue equiparar la religión a actividades lúdicas intercambiables, de modo que el niño que jugaba al corro de la patata adquiría los mismos méritos docentes que el niño que estudiaba la Biblia. De esta manera, empezó un declive pronunciado de la asignatura de religión y, lo que es peor, se extendió rápidamente entre la población escolar un vacío de ignorancia.

La asignatura de religión es para muchos padres muy importante.El derecho a la libertad de enseñanza, que consagra nuestra Constitución, les faculta para exigirla como una materia equiparable, es decir, una materia seria, que se tomen en serio los profesores y los alumnos. El que sea una asignatura optativa, porque España no es un Estado confesional, no autoriza a devaluarla como se ha hecho. Precisamente, el conocimiento de la religión es uno de los soportes de la cultura. Lo que ha decidido el Ministerio de Pilar del Castillo estos días ha sido dar a la religión ese valor de asignatura como las demás para quienes quieran cursarla.Es algo tan de sentido común y tan respetuoso con la libertad de todos, que asombra que haya quienes no lo acepten. ¿Tan difícil de entender es?