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Decadencia occidental
Desde el derrumbamiento del comunismo soviético y la emergencia de Estados Unidos como única superpotencia mundial, el planeta ha entrado en una nueva era de cuya dinámica nadie está en condiciones de hacer predicciones solventes. El profesor Francis Fukuyama con su "fin de la historia" fue una de las primeras voces que intentaron bucear en el futuro que nos espera, y el "choque de civilizaciones" del profesor Samuel Huntington fue interpretado como una especie de respuesta a las previsiones de su colega.
Los últimos años han sido tiempos en los que Occidente ha prestado una atención muy particular al mundo islámico, una atención que se ha trocado en una mezcla de miedo y odio en muchos medios, sobre todo a partir del terrible ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono.
La reacción de Estados Unidos a los atentados del 11 de septiembre de 2001 se ha traducido en dos guerras en estos dos años: Afganistán e Irak han sido los escenarios del despliegue del poderío militar americano. Nadie dice explícitamente que se trata de una confrontación con el Islam, pero esta visión subyace en todos los análisis serios. Un trasfondo de enfrentamiento entre formas religiosas de ver el mundo y la vida es perceptible en este tiempo. Naturalmente, no se presenta este fenómeno con los perfiles de la Edad Media, sino de otras formas, pero es difícil sustraer el ingrediente religioso a lo que está ocurriendo.
La decadencia de Occidente diagnosticada por Oswald Spengler en el primer tercio del siglo XX ha vuelto a ponerse sobre la mesa de estudiosos y analistas políticos. ¿Está nuestra civilización sufriendo las consecuencias de la decadencia de nuestra cultura? ¿Se ponen de manifiesto ahora las características que Spengler vio en una cultura occidental que había ya sobrepasado su "verano"?
Spengler se fijaba en las manifestaciones artísticas, sin canon de belleza al que atenerse, naufragando en el magma de una estética que hace literalmente imposible distinguir el arte del fraude. Otros ven hoy como signo de esta decadencia el derrumbamiento de principios de conducta tenidos por inamovibles desde la Grecia clásica, como es, por ejemplo, el respeto sagrado a la vida de los inocentes.
Este principio, ennoblecido y extendido desde el cristianismo a todos los individuos de la familia humana, ha hecho crisis justamente desde el tiempo en que Spengler escribió su célebre ensayo. Hoy es ya raro el país que no cuenta en su legislación con la autorización expresa a unos particulares para que dispongan de la vida de congéneres inocentes de toda culpa si se dan determinadas circunstancias; es el caso de las leyes abortistas, a las que empiezan a seguir las eutanásicas. Deberíamos reflexionar sobre esto.
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