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Europa "algo" inteligible

Hace algo más de un decenio escribí un libro titulado "España inteligible" -acaso el que más me alegro de haber emprendido, el que puede haber ayudado más a vivir con lucidez a los españoles-. Son muchos los que me han pedido escribir una "Europa inteligible", pero para ello me faltan fuerzas y conocimiento, y renuncio a hacerlo. Con mucha mayor modestia, me propongo hacer algo más accesible: considerar las formas de Europa, intentar así que sea "algo" inteligible.

Ahora predomina una visión abstracta de una Europa conjunta, ensalzada de forma mecánica, y que encubre un desconocimiento de sus partes, de su múltiple realidad, de su riqueza interna. Así como se generaliza, respecto de España, la noción de que diecisiete maravillas componen una calamidad, se ensalza la totalidad de Europa prescindiendo de su génesis, de sus raíces, de los factores que, a lo largo de más de dos milenios, la han hecho posible.

Todo europeo, desde su perspectiva particular, se encuentra con una totalidad sin la cual no entiende su propia versión de Europa, pero sin ésta, sin partir de ella, no entiende el conjunto al cual dice pertenecer. Una Europa sin "contenido", sin historia, sin argumento, sin proyectos, sin aciertos y errores, no es inteligible, y es la que circula. Hay estudiantes universitarios que sitúan a Marx en el siglo XVII, o afirman que "Marx y Henkels (sic)" escribieron "La riqueza de las naciones"; otros creen que Hitler era contemporáneo de Descartes.

¿Qué significa en Europa su raíz helénica, la romana, el injerto cristiano, sobrevenido en cierto momento histórico? ¿Puede entenderse algo si no se tiene en cuenta lo que significó la división del Imperio Romano, la escisión de la gran unidad en dos direcciones, occidental y oriental, de tan largas consecuencias? ¿Hay alguna claridad sobre el ingrediente germánico de Europa y sus modos de presencia e incorporación? ¿No se olvida lo que significan otros componentes, de inmenso volumen, como el eslavo?

El papel de la romanización -y, lo que no es exactamente lo mismo, de la latinización- ha sido decisivo en la constitución de Europa, pero temo que son pocos los europeos que se dan cuenta de ello. Si esto se olvida, no es posible entender la Edad Media, ese larguísimo periodo en que se engendra plenamente Europa, con las aportaciones eslavas, escandinavas, bálticas, magyares, con las dos decisivas -y diferentes- irrupciones islámicas, la árabe y la turca, que hace de la época medieval un diálogo polémico entre la Cristiandad y el Islam.

Y hay mucho más. En la Edad Moderna se produce la plena organización de Europa, con el nacimiento de una forma social y política que no había existido ni en la Antigüedad ni en la Edad Media: las "naciones", en el sentido actual de esta palabra. Y esas naciones no son simultáneas, hay diversas "promociones" de ellas, desde las más antiguas, de fines del siglo XV, hasta las recientes, de la segunda mitad del XIX, y las amplias porciones de Europa que no han llegado a ser naciones, y cuya realidad no resulta clara, lo que es origen de incontables conflictos.

Las naciones de Europa son "posteriores" a Europa, están "hechas de ella", pero son sus elementos constitutivos, sus articulaciones, las diversas perspectivas desde las cuales se la puede vivir y entender. Y no son iguales, no por superioridades o inferioridades étnicas, sino por su historia, por azares, aciertos o errores, por el funcionamiento de la inteligencia y la voluntad libre. Hay una jerarquía entre las naciones europeas, algunas de las cuales han funcionado como modelos ejemplares de lo europeo, realizados o no, a veces frustrados o abandonados. España, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, en otras formas el Imperio Austríaco, desde cierto momento Rusia, han sido centros de organización y atracción, hacia los cuales han "gravitado" diversas porciones de la comunidad europea.

Ha habido rivalidad y admiración mutuas -que amenazan ahora con su doble extinción-, una aspiración fecunda a la "ejemplaridad" del modo de ser europeo. Ha habido la realidad de las naciones y algo bien distinto y en el fondo contrario: el virus del "nacionalismo" de las naciones y, todavía más, de lo que son otra cosa bien distinta.

Hay un hecho enorme, y es que Europa tuvo, desde la romanización, una lengua culta común, el latín, que fue además la lengua viva de grandes porciones, diversificada luego en multitud de lenguas hermanas, románicas. Y que el latín siguió siendo lengua común de cultura hasta muy entrado el siglo XVIII. Y otro hecho no menor es que existen unas cuantas lenguas creadoras en las cuales se ha realizado la máxima parte de la cultura europea de los últimos siglos, y que significan el gran tesoro "común" acumulado. Si esto se oscurece, poca luz se puede esperar.

Y no es esto sólo. Hace muchos años, muchos decenios, dije que el nombre Europa es más bien un verbo: "europeizar". Ha sido característico de Europa el interés por las demás formas de lo humano, desde la curiosidad a la ambición; Europa se ha volcado, para bien o para mal, sobre el resto del mundo. Si se hacen las cuentas -y no las trampas, que es lo que ahora está de moda- se ve que principalmente para bien: grandes porciones del mundo han tenido una vida que pueda llamarse humana y relativamente vividera por influjo de Europa, ni antes ni después.

La gran creación de Europa, su máximo honor, es lo que llamamos Occidente. Su génesis y consolidación ha sido desigual, y es menester tenerlo presente. En América se hablan, con abrumadora mayoría, tres lenguas: el español, el inglés y el portugués. Esto es un hecho, de tal magnitud que resulta estructural.

Pero las cosas no terminan aquí. El mundo actual, que no es occidental en su conjunto, está ampliamente "occidentalizado": los principios de Occidente tienen vigencia parcial en el mundo entero; lo grave es que esa vigencia es parcial, con gran frecuencia sin raíces y sin justificación.

Estamos empeñados en la construcción de una Europa unida. Creo que no es posible hacerlo de manera fecunda si se desconoce todo lo que me he limitado a nombrar. Pero hay algo todavía más urgente: recordar que se es europeo de diversas maneras, que hay formas de Europa, que cada uno tiene que vivir el conjunto desde la perspectiva propia, porque es la única que permite una visión real, no ficticia, con riqueza, relieve, verdadero contenido. Y, por añadidura, la que no tolera la falsificación. Pienso que valdría la pena intentarlo, aunque fuese con fuerzas muy limitadas. Si cada europeo ávido de lucidez e incapaz de engañarse hiciera un modesto esfuerzo... Por mí que no quede.

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