conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 1996

Una nueva etapa

Es evidente que en España se está iniciando un cambio de postura, un acto nuevo en el argumento de la vida nacional. Más que por una variación electoral, que debe ser normal en una democracia y no tener demasiado alcance, por la anormal prolongación de la etapa anterior y por los caracteres de exclusivismo y voluntad de permanencia que la definieron. Creo que es importante darse cuenta de esto, empezar con un reconocimiento de la necesidad de innovación, por supuesto en continuidad y sin ruptura, para hacer "otra cosa", tan otra que no sea la inversión mecánica, que siempre se parece tanto a aquello que se invierte.

Pero creo que la nueva etapa no se reduce a España, ni por supuesto a su política. Advierto una necesidad de revisión de las actitudes que han dominado en el mundo -al menos occidental- en estos últimos años, y que han llevado a un estado de ánimo caracterizado por el "desaliento". Peligroso temple, que debe superarse aunque está justificado; que debe rechazarse y corregirse si no lo está.

Se nos había explicado interminablemente que la causa de los males económicos era la "guerra fría", la necesidad de gastar en armamentos cantidades ingentes, que hubieran asegurado el bienestar y la superación de las dificultades. Pero hace ya unos cuantos años que esta situación ha desaparecido, que no existe el temor de una guerra nuclear definitiva, que esos gastos militares no son ya necesarios; y a la vez se comprueba la existencia de una crisis económica mundial, que alcanza incluso a los países más activos y prósperos. Yo no entiendo la economía, cada vez menos, pero echo de menos que alguien explique esta misteriosa situación.

La verdad es que casi nadie intenta explicar nada. Hay una para mí angustiosa carencia de todo intento de "justificación", que llega a los científicos en todos los campos. Tengo la impresión de que el pensamiento se está tomando unas largas vacaciones, y me pregunto si esto se puede aceptar, si la humanidad puede permitírselo.

Para tocar una cuestión próxima, concreta y abarcable, es notorio el desaliento que invade al pensar en la Unión Europea. Hace ya tiempo escribí un artículo titulado "La segunda salida" -pensando, claro es, en Don Quijote-. Me parecía evidente que la empresa europea había salido con mal pie, partiendo de lo meramente económico y, más aún, administrativo y burocrático; con un desconocimiento mutuo de los países europeos que me parece aterrador, y que engendra una falta de admiración recíproca -no hablemos de entusiasmo-, que impide el enriquecimiento de cada una de las partes. Es curioso que ahora, que tanto se habla de Europa, no se recuerde lo que Ortega escribió en 1930, en "La rebelión de las masas", sobre la imperiosa necesidad de lograr la "unión" de lo que desde hace siglos era ya una "unidad", de establecer los Estados Unidos de Europa. Y tampoco se tiene en cuenta lo mucho que escribió después de la segunda Guerra Mundial, por ejemplo "De Europa meditatio quaedam".

Si se examinara de Europa a la inmensa mayoría de los europeos, sin excluir a los que dicen estar haciéndola, se tendría una asombrosa colección de suspensos. Esto tendría que remediarse, y el primer paso es darse cuenta de la situación en que se está, y no aceptarla en los que pretenden regir los destinos europeos.

Las diversas naciones se resisten, con toda razón, a dejar de serlo, a renunciar a su realidad múltiple, en la que reside la riqueza europea. Si se les propusiera formar una orquesta, esto les parecería justificado y deseable, pero ello requiere, sobre todo, una partitura, es decir, un argumento, y no están dispuestas a ser un pelotón que evolucione al son de una trompeta.

Y a la vez se produce una violenta erupción de nacionalismos de lo que no son ni han sido nunca naciones, con consecuencias tan graves como lo que fue -y nunca de verdad- Yugoslavia. Se está produciendo una doble deformación y suplantación de la realidad, y ésta no lo tolera nunca.

Llevamos más de treinta años dedicados al olvido de lo que somos y poseemos, el tesoro de ideas y métodos, de saberes acumulados, que harían de nuestra época una de las más luminosas de la historia.

Y esto ha llevado a una desorientación general, hábilmente explotada por los que saben que es el mejor instrumento de manipulación. He dicho otras veces que nuestra época no es particularmente inmoral, que son legión las personas razonablemente "sanas" y decentes, pero que no saben por qué lo son y no pueden justificarlo, ni defenderse de los que quieren llevarlas adonde no querrían ir. Es difícil ver programas de televisión que no sean al mismo tiempo estúpidos y envilecedores, y su influjo es impresionante, aunque relativamente superficial y pasajero.

Ese malestar que siente Europa, y en cierta medida también América, es saludable. Pero habría que cambiarlo de signo: convertir el desaliento en una enérgica decisión de no aceptarlo, y para ello de rechazar lo que lo provoca y engendra. Hay que defenderse de la apatía, de la entrega, de la pereza, de la falsedad; sobre todo, de la mentira deliberada. Ese es el gran enemigo.

Los que intentan hacerlo bien, es decir, lo mejor posible, los que creen que la realidad es valiosa, que se dispone de admirables instrumentos si se está dispuesto a usarlos, deben afirmar eso que les parece bueno y -no se olvide- justificarlo. Si esto no es posible, deben rectificar y renunciar a ello; pero si se justifica, si se puede mostrar su razón, hay que seguir adelante y no tolerar que se lo destruya mediante la insidia o la mentira.

Creo advertir una extraña timidez en los que tienen razón. Responden de un modo tibio y vacilante a las falsedades con que se intenta invalidar lo que proponen. A veces alguien afirma, con extraña suficiencia, los tópicos más elementales y desgastados, y alguna persona con conocimientos superiores y madurez de juicio se contenta con leves alusiones desvaídas a lo que se podría presentar con energía -quiero decir con esa energía intelectual que conduce a la evidencia-.

Hay que dar a todo el mundo la razón que tiene, pero no la que no tiene. Es la fórmula de la convivencia, de la decisión de aceptar a las personas, pero no con todo lo que acarrean, y que puede ser simplemente un error, cuando no es una falsedad cuidadosamente elaborada.

El famoso y mítico año 2000 está al alcance de la mano: hasta los viejos pueden esperar llegar a él. ¿Cómo será? Hoy predominan los presagios lúgubres. Se cumplirán si lo aceptamos, si lo toleramos, si nos dejamos manipular por los que prefieren lo peor; podría ser una puerta abierta a un nuevo milenio en el que sería razonable entrar confiada, esperanzadamente.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=1835 el 2005-03-10 00:25:36