» bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 1996
La opinión
Uno de los grandes reguladores de la vida colectiva, acaso el mayor, es la opinión. En ella se fundan las estimaciones, las preferencias, la admiración, la indiferencia, el desprecio. En la opinión pública se apoya el Poder público, por supuesto en la democracia, pero a última hora, por activa o por pasiva, por existencia u omisión -o por dimisión- en todas sus formas.
Expliqué en su momento que en España existían hasta hace unos veinte años innumerables opiniones privadas, pero no existía una opinión pública, que se constituyó, expresó y manifestó desde 1976. Lo más importante fue que las opiniones privadas se "publicaron" y por eso adquirieron verdadera importancia política.
Ahora existen muchas opiniones, públicas y privadas, pero si no me equivoco están considerablemente perturbadas, y a ello se deben en su mayor parte las dificultades de nuestra convivencia.
Un factor de desorientación es la constante "publicidad" de opiniones, en estadísticas, sondeos, encuestas y otros excesos. En su mayoría tienen muy poco valor. Se hacen con unas "muestras" que en ocasiones son ridículas -hace poco se explicó que la "intención de voto" de los españoles, sin perspectiva de elecciones, se había calculado sobre seiscientas llamadas telefónicas, cuyo contenido no conocemos, y se daba por supuesto que eso podía averiguar la opinión de los millones de posibles electores-. Me asombran los porcentajes a que se atribuye la muerte por diversas causas; si se suman, es probable que se llegue a un quinientos por ciento; como no se muere más de una vez, esto basta para desconfiar de tales estadísticas.
Pero no se trata sólo de esto, sino de aspectos más graves. Sobre todo, la manipulación de la opinión, posible por el inmenso poder de los medios de comunicación. Lo decisivo, más que lo que "digan", es aquello de que hablan. Dedican inmensa atención a personas, hechos y palabras que les parecen afines, y cubren con una espesa capa de silencio lo que les estorba o por lo menos no les interesa. De este modo, la atención de las personas está ocupada por una porción de la realidad, que puede ser muy limitada, con enormes huecos que hacen ficticia la información.
Hay periódicos, emisoras de radio o cadenas de televisión, que tienen siempre en la boca la palabra "democracia", pero dedican su espacio y tiempo a personajes o grupos cuyo principal carácter es la hostilidad a toda democracia, su destrucción si está en su mano.
Uno de los casos más escandalosos de manipulación es el que se refiere a diversos países africanos. Hace dos años, con ocasión de las monstruosas matanzas de Ruanda y Burundi, escribí un artículo titulado "La maldad existe". Se hablaba de aquello como una "catástrofe", un desastre, como se habla de fenómenos naturales: un terremoto, una inundación, un volcán en erupción, una plaga. Se trataba de algo enteramente distinto: unos hombres estaban asesinando a otros, de distinta etnia, por lo visto en cifras de cientos de millares. Esto no era una calamidad, sino un ejemplo increíble de maldad, algo voluntario y que entrañaba una atroz responsabilidad.
Pero se nos invitaba a la "solidaridad" con esos países. Con los niños, sí; pero nada más. Cuando se nos propone destinar cuantiosas sumas para tales países, hay que preguntar si se trata de entregarlas a sus diversos dictadores, para que compren armas y con ellas opriman a sus súbditos o los exterminen, y destruyan a sus vecinos.
Hay que examinar el contenido y los propósitos de las innumerables "organizaciones" que llenan el mundo, gubernamentales o no, y opinar sobre sus méritos o la falta de ellos. Hay países enteros de los que no se puede uno fiar, y con los que hay que tener precaución. Hay partidos políticos que presentan programas con los que se puede o no estar de acuerdo, pero que en principio hay que tener en cuenta, y otros cuyo único propósito es perturbar la convivencia e impedir el funcionamiento normal de un país.
Las diversas porciones de una sociedad tienen intereses distintos y acaso parcialmente encontrados, pero es exigible que a ellos antepongan las conveniencias del conjunto, del cual depende, por lo demás, la prosperidad de cada uno de los miembros. Si una fracción del país -región, partido, organización, grupo social- afirma sus intereses propios sin tener en cuenta los demás, debe suscitar una opinión adversa, con todas sus consecuencias, que pueden ser decisivas.
No digamos si lo que se busca no es el interés propio, sino el daño ajeno, la perturbación de la convivencia, la crisis económica, la ignorancia de los jóvenes, la desarticulación de la estructura nacional del conjunto.
Los desmanes de la opinión, su perturbación, su manipulación abusiva, se contrarrestan con el ejercicio de la opinión responsable. La pasividad es complicidad. Es menester opinar sinceramente, expresar en la medida de lo posible esa opinión, y sobre todo obrar en consecuencia. He dicho a veces que siempre he estado dispuesto a irme de todas partes, cuando no me he sentido cómodo, y sigo en la misma actitud.
Con una excepción, aquella en que se trata de algo distinto, en donde no se "está", sino que es la propia condición: España. Y aún así hay que hacer distinciones. Se cita una frase de Cánovas: "Con la patria se está con razón o sin razón, como se está con el padre y con la madre". Hace algo así como cuarenta o cincuenta años propuse una modificación: "Se está con ella, pero no dándole la razón si no la tiene, sino procurando hacerla entrar en razón, aún a riesgo de la vida -de la propia, no de la ajena".
Espero que el ejercicio libre de las opiniones individuales, prolongado en líneas de conducta que se pueden agrupar y restablecer una estructura social, en España demasiado débil y tenue, rectifique los defectos y los peligros de las opiniones abusivas. Creo que ya se está produciendo, lentamente, una nueva orientación. Uno de los síntomas más visibles, y que puede tener largo alcance, es el sistema de las simpatías o antipatías, que es el aspecto más visible de algo más profundo: la estimación. Se puede percibir que la visión del mapa de España -regional, político, profesional, cultural- está experimentando variaciones apreciables. Se siente aprecio, confianza, esperanza, en unos casos; en otros, desconfianza, inquietud, acaso desdén. Se va estableciendo una escala de valores. Es probable que de todo esto se empiecen a extraer consecuencias. Algunos aspectos de la vida de nuestro país provocan cansancio y cierto enojo; otros suscitan esperanza y deseo de colaboración, estímulos para el esfuerzo, la invención, la proyección.
En el fondo, se trata de algo muy sencillo: que cada uno piense, estime, prefiera por sí mismo y no deje que otros lo hagan por él, y lo que es peor, tomando su nombre en vano. Con otras palabras el remedio es simplemente la libertad.
Del director
- Islandia: primer país sin nacimientos Síndrome de Down, el 100% son abortados
- 9 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza
- Juan Claudio Sanahuja, in memoriam
- Trumpazo: la mayoría de los católicos USA votaron por Trump (7 puntos de diferencia)
- Mons. Chaput recuerda y reitera en su diócesis la necesidad de vivir la castidad a los divorciados que se acerquen a la Confesión y la Eucaristía
- Cardenal Sarah, prefecto para el Culto Divino, sugiere celebrar cara a Dios a partir de Adviento
- Medjugorje: Administrador Apostólico Especial. Por ahora no parece.
- Turbas chavistas vejan y humillan a seminaristas menores