conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 1997

¿Quién lleva dentro a Azorín?

Hace treinta años justos, cuando murió Azorín, escribí unas palabras que quiero recordar.

"Ahora se han cerrado los ojos de Azorín, que tanto miraron, que tanto supieron ver. Llenos de realidad, de paisajes, de calles, de tiendas de pequeños oficios, de conventos, fondas, álamos junto al río, gentes afanadas, viejos trenes, viejos libros. Letras, innumerables letras menudas que hasta ayer leían desnudos, sin cristales, velados sólo por la melancolía; esas letras que supo acercar tanto a nosotros, que ahora las llevamos cerca del corazón.

Se ha acabado el tiempo de Azorín, ese tiempo tan largo -tan corto hoy-, que consumió en pensar sobre él, en asistir afanosamente a su curso, tratando de convertirlo, con la magia de la palabra, en remanso.

Se ha doblado la última página de su libro, y ahora tenemos que darle la vuelta, con un esfuerzo doloroso, para releerlo, para revivirlo. Qué triste, hablar de Azorín en pretérito, como si fuera uno de sus personajes, de los que creó o los que resucitó salvándolos de la erudición y el olvido.

Se va uno de nuestros grandes viejos entrañables, de esa prodigiosa, increíble generación del 98, que nos salvó del anacronismo, de ser extranjeros en nuestro tiempo, del conformismo y del desprecio de nuestra propia realidad, que rescató, poniendo toda el alma en ello, el amor lúcido a lo español, la abrumadora ternura, "el dolorido sentir", que nos permitió ser nosotros mismos y ver, como nunca antes se había visto, la tierra española y cuanto en ella ha acontecido; que nos dejó en libertad para vivir en una España nuestra, para mirar a un futuro que no fuera el pasado reflejado en un espejo.

"Vivir es ver volver", dijo una vez y otra. ¿Y morir? Creo que ahora tendrá Azorín, junto, ante sus ojos nuevamente abiertos, todo lo que fue mirando con amor durante casi un siglo, lo que interpretó con clarividencia y transmutó en belleza inmarcesible, en incorruptible lengua española. Después de Azorín -lo dije el día que cumplió noventa años-, ya nunca podremos estar solos en España.

Siento ahora la necesidad de tender la mano a Azorín, en despedida, y de darle las gracias. Y de darle gracias a Dios por él".

Han pasado treinta años, el espacio de dos generaciones. Desde mucho antes hasta ahora, he escrito largamente sobre Azorín: con estos escritos se podría componer un regular volumen, y no son ciertamente los únicos; sin embargo, la ignorancia hace creer a algunos que se lo ha redescubierto hace unos meses. El hecho es que la lectura de Azorín ha sido inferior a la necesaria para la salud de un país. Las dificultades han sido considerables; a la muerte de Azorín, la Colección Austral ofrecía veintiocho libros suyos, accesibles a todos; habría que preguntarse cuál es la situación actual del posible lector.

Se llevan por lo menos dos decenios disuadiendo de esa lectura; son muchos los que fingen desdeñar lo que no conocen. Se ha procurado voluntaria, tenazmente, el empobrecimiento de las generaciones jóvenes -es una empresa a la que muchos, por diversos motivos, están dedicados.

¿Con qué resultado? Bastante apreciable, hay que reconocerlo, y en tantos aspectos; casi todos los días se pueden leer "estudios" de pretensión intelectual o erudita en que se desconoce absolutamente cuánto se ha hecho en España, aunque pueda ser parte considerable de lo mejor existente. Hay lo que se podría llamar un "primitivismo inducido", del que los que lo padecen pedirán cuentas algún día; pero ¿tendrá entonces remedio?

Para volver a Azorín, cada vez se afirma más mi convicción de que entre todos sus admirables compañeros de generación intelectual y literaria, todos irrenunciables, insustituibles, en modo alguno intercambiables, es el de mayor amplitud y riqueza. A su lado, todos los demás parecen limitados, confinados a ciertas cuestiones, a ciertos aspectos de la realidad, que descubrieron, exploraron, transmitieron con prodigioso acierto y talento.

Azorín lo abarcó todo. Si se reunieran por orden cronológico sus escritos sobre autores españoles, desde el Poema del Cid hasta los mucho más jóvenes que él, se tendría la mejor historia de la literatura española, la más viva, comprensible, entrañable.

Si se tienen presentes sus escritos sobre la realidad física, urbana, histórica de España, se ve el mapa íntegro de nuestra nación, con el máximo relieve de todos sus miembros, de sus partes, potenciadas en su verdadero contexto, en su vida efectiva, sin aislamientos ni suplantaciones.

Y todo ello con una visión histórica que los historiadores tienen que poseer; cada elemento está alojado en su tiempo, no en una mera cronología sino en la temporalidad viva, en el estilo, la sensibilidad, los problemas, los deseos que constituyeron la vida en cada una de sus fases.

Los autores estudiados por Azorín son siempre "alguien", no el desconocido firmante de unas páginas que pueden ser egregias pero no tener que ver demasiado con nosotros. Aparecen como hombres o mujeres que alentaron en una circunstancia precisa, que tuvieron que hacer en ella sus vidas, entre estímulos, dificultades, dolores, ilusiones, éxitos o fracasos que los acercan a nosotros y nos hacen entenderlos. Cuando dice al cura del siglo XVIII, Bejarano Galavis, el de Riofrío de Ávila, "Siento, como si fueran míos, tus dolores", está expresando Azorín su misión de resucitar históricamente a los muertos -la otra resurrección, la verdadera, la que importa, aquella que se quiere olvidar, está en manos de Dios y no de los hombres, que no llegan a tanto-.

Pero hay un problema que casi siempre se pasa por alto: la realidad de las personas. ¿Cuánta y cuál es la que poseemos? ¿No es esto algo decisivo? ¿Cómo se puede olvidar? Yo invitaría a hacer esas cuentas. Cada país, en cada época, hubiera debido hacerlas; acaso la historia sería distinta, más rica, interesante y justa.

Pienso que si miramos a los españoles actuales, a los que ahora viven, se podrían descubrir diversos grados de realidad -nada menos que eso-, según lo que llevan dentro, lo que constituye el contenido efectivo de sus vidas, que no se reduce a España, por supuesto, pero empieza por ella, ya que a través de ella se percibe, comprende y asimila lo demás. Me pregunto, al cabo de treinta años, quién lleva dentro a Azorín. Es sólo un ejemplo, pero puede ser revelador del estado en que nos encontramos. Si se mira bien, se encontrará, acaso con sorpresa, que las diferencias pueden ser enormes.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=1865 el 2005-03-10 00:25:36