conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 1997

La España posible

Hace ya mucho tiempo, en 1963, escribí un libro titulado "La España posible en tiempo de Carlos III". Traté de estudiar la realidad española en unos decenios llenos de promesas, y de no pocas de ellas ya cumplidas, que anunciaban una forma de vida atractiva, valiosa, nada utópica, que estaba al alcance de la mano. Los azares históricos, la muerte de Carlos III en 1788, la Revolución Francesa iniciada el año siguiente, la enorme crisis de muchas cosas que llevó consigo, la insuficiencia de Carlos IV, finalmente, y sobre todo, la invasión napoleónica en 1808 y la terrible guerra de la Independencia, todo eso dio al traste con lo que había sido realmente posible.

Desde el otoño próximo, si Dios me da vida y alguna lucidez, inseguras ambas, me propongo iniciar un nuevo curso que ya tiene título y, lo que es más, programa: "La España posible del siglo XXI". ¿Se puede imaginar lo que podrá ser España después del año 2000? La profecía me es enteramente ajena, y no se me ocurre entregarme a ella, pero la vida es proyecto, asunto de imaginación, y sin esta es simplemente imposible. Creo que uno de los males de nuestro tiempo es su escasez, la obturación por hechos y datos de la función imaginativa, tanto en la vida pública y colectiva como en la privada y singular, que es con mucho la más importante.

No hay más remedio que imaginar el siglo XXI si queremos vivir humanamente en él y con alguna probabilidad de acertar. Pero no se trata primariamente de echar a volar la fantasía y pintar figuras fabulosas. Como he nacido cuando el siglo XX era muy joven, recuerdo muy bien lo que se escribía sobre "el año 2000", fecha mítica y que parecía remotísima. Lo que se describía hace sesenta u ochenta años no se parece nada a la realidad actual, y acusa, sobre todo, extremada pobreza de imaginación.

La anticipación -siempre insegura- del porvenir tiene que partir de la realidad estricta; quiero decir, de un análisis del presente. Pero este ¿es conocido? se supone que sí, porque está "ahí", estamos en él. Pero no está "dado": sólo en parte, fragmentariamente, y cada uno de nosotros percibe una parte muy reducida de la realidad. Además, es difícil conocer la "importancia" efectiva de los ingredientes. Es muy frecuente vivir en lo que llamo "estado de error": pueblos enteros viven en él, a veces durante largos años. Media Europa está intentando penosamente salir de él, y le cuesta mucho conseguirlo. La otra media está sumida en una larga serie de errores parciales, que la afectan decisivamente y obturan su horizonte futuro. Esta situación es todavía más grave y profunda si pensamos en otros continentes.

Para imaginar las posibilidades españolas del siglo próximo, lo primero que hay que hacer es tomar posesión de nuestra realidad actual. Me parece que es extremadamente deficiente; la mayoría de los españoles ha recibido versiones simplificadas y tendenciosas de ella, con atención reducida a algunos puntos inconexos -y esto es lo más grave-, con inmensas omisiones, errores de valoración, confusión general. Y de esto no se libran los que "creen saber", los de oficio intelectual, que tienen mayor información pero con frecuencia mayor deformación también: unilateralidad, partidismo, manías, intereses.

La lección más valiosa que podemos extraer del centenario del 98 es lo que los rencorosos y resentidos no perdonan a aquellos escritores que tienen la insolencia de seguir vivos después de tantos años: su asombrosa posesión de España. Desde la realidad física -campos, paisajes, pueblos, ciudades-, conocida en su integridad, con tan modestos recursos y tan poco dinero, hasta la historia completa y no falsificada, la literatura, leída y releída con amor y generosidad, y finalmente los sueños, las esperanzas, los errores, los fracasos, que también son parte de la realidad.

No hay que "repetir" a estos hombres -ni se puede ni hace falta, porque ya están ellos-; no hay que fascinarse por lo que fue su situación, porque la nuestra es bien distinta; hay que recibir esa posesión que fue, unida a su autenticidad, la condición de su genialidad.

Si queremos lanzar una ojeada al siglo XXI, tenemos que absorber hasta las últimas consecuencias lo que ha sido y es todavía el XX; y como este lleva dentro todos los anteriores, por lo menos de un milenio- y si nos formalizamos hay que añadir otro de donde venimos y que está a nuestra espalda-, esto muestra que la tarea no es fácil. Pero no hay elección: o tomamos posesión adecuada y veraz de nuestra historia o entraremos a ciegas en el siglo próximo, convertido en una falaz fantasmagoría.

Hay que precisar qué está vivo en nosotros; hay que eliminar el depósito dejado por nuestros errores, especialmente los más graves: la todavía reciente discordia, la maldad desatada por el odio y la torpeza; hay que evitar todo intento de recaída en ello, de reivindicación de los pecados, que a veces sustituye al necesario y salvador arrepentimiento.

Es menester medir los avances realizados en este siglo, retenerlos y no comprometerlos, instalarse en ellos para seguir adelante. En gran parte por el propio esfuerzo, también por lo que ha ocurrido en el mundo que nos rodea y es nuestro, España ha pasado de ser un país resueltamente pobre a ser otro, no opulento, pero decorosamente instalado en el nivel de la época y con posibilidades multiplicadas.

Sobre todo, hay que reunir, poseer, estimar lo que ha sido creador en España durante el siglo que está terminando, culminación de lo acumulado en el pasado anterior, que se cuenta entre los cuatro o cinco conjuntos de realizaciones humanas memorables, aquellas que constituyen la más profunda significación de la palabra "hombre".

Y hace falta más: ver con claridad cuánto se ha perdido, destruido, olvidado, despreciado. Hay que hacer el balance de las posibilidades innecesariamente frustradas, por fanatismo, ignorancia, frivolidad o mala voluntad. Si se recorre la historia de este siglo, con alguna inteligencia y generosidad, se pueden poner de relieve los momentos en que se ha acertado y aquellos otros en que se ha violentado la realidad, se han destruido las esperanzas existentes, se ha empobrecido la vida de los españoles o se ha acabado con ella.

Desde este conocimiento, desde lo que llamo análisis del presente, hay que poner en juego la imaginación -"la facultad más sustancial", pensaba con acierto Unamuno-, no para quedarse en ella, sino para usar plenamente la razón, que si es verdadera lleva esa imaginación dentro, como parte integrante. Con esa razón imaginativa se puede intentar descubrir la posible figura de ese siglo hacia el que avanzamos, ya inminente.

Sin perder de vista la esencial inseguridad de todo, porque el hombre es irremediablemente libre, obligado a proyectar quién pretende ser y capaz de ser fiel o infiel a ese proyecto, es decir, a sí mismo.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=1877 el 2005-03-10 00:25:36