conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 2000

Rebelión contra la mentira

El día que se produzca -si se produce- una rebelión general contra la mentira, pensaré que estamos salvados. Me parece indudable que es el problema capital con que nos encontramos, en una situación que por lo demás se cuenta entre las mejores que puedo recordar. Cada vez me parece más evidente el apasionante interés de la realidad española en todos los tiempos, a lo largo de la historia; y es notorio que en muchas ocasiones esa realidad ha estado "nublada", oscurecida, en cierta medida anulada, por una espesa cortina de mentiras diestramente difundidas y en altísimo grado aceptadas. En la actualidad, todo eso se ha agudizado por la intervención de medios de excepcional eficacia, que nunca habían existido. Hay organizaciones, medios de comunicación, fracciones sociales, partidos políticos, que se dedican sistemáticamente a la suplantación de la realidad, a su sustitución por lo que no ha existido nunca ni existe ahora. Si se hacen bien las cuentas, se encuentra que los autores y difusores de la falsedad no son demasiados; los que son multitud, en gran parte indefensa, son los que reciben la falsificación, la toman como real, la incorporan a sus vidas. De ahí la gravedad extrema de la situación que intento mostrar.

Lo más notorio es la falsificación de la historia, que se escamotea ante generaciones enteras, a las que se priva de todo conocimiento veraz de sus raíces, su origen, los pasos por los que han llegado a ser lo que son. Esa malversación del patrimonio colectivo reduce a la indigencia el personal, desde el cual y con el cual se vive. Se está intentando -y en gran medida logrando- hacer recaer en el "primitivismo" a los que pueden y deben ser "herederos" de una larguísima e ilustre tradición, de una experiencia histórica inapreciable, desde la cual se puede ser actual y enfrentarse inteligentemente con el porvenir.

Se está procurando la renuncia a ese privilegio que es pertenecer a uno de los pueblos más antiguos y creadores de Occidente, equiparándose a las porciones menos favorecidas de la humanidad. Resulta paradójico que esto se intente, en lugar de participar a los demás las ventajas adquiridas en algunos milenios, que es suicida dilapidar.

Es curioso como cuando desaparecen los obstáculos y se abre el horizonte, cuando se ha llegado a la plena libertad para decir la verdad, se concentran las diversas ofensivas de la mentira para destruir las posibilidades de las que se pueden tomar posesión sin restricciones. Hágase la cuenta de las falsedades acumuladas en los últimos veinticinco años, y de lo poco que se ha hecho para defenderse de ellas.

El partidismo político es un elemento decisivo. Es bien sabido que la política no tiene casi nunca excesivo respeto por la verdad, que con frecuencia cede a la tentación de olvidarla en provecho propio. Pero la generalización de esto es una ingente falsedad más. Creo que los veraces, los que tienen algunas ideas, los que pretenden construir algo, tienen el deber de extremar la escrupulosidad, no permitirse ni el más ligero desvío de lo que es verdad. En eso, precisamente en eso, puede residir su fuerza, por el carácter coherente, compacto, de la verdad, frente a la discordia interna de las falsedades.

Lo gravísimo, lo inadmisible, es el uso sistemático de la mentira, el culto a ella, a veces de manera ritual, con el automatismo de las recetas, los tópicos, las consignas, todos los artilugios de esa funesta invención del siglo XX que se llama "propaganda" y que llegó a articularse en ministerios.

Esto es lo que no se puede aceptar, lo que debe ser visto, retenido, servir de norma que lleve al desprestigio y el olvido. Cuando se lee o se oye algo notoriamente falso, el rechazo es obligado, con todas sus consecuencias. Todos los días se recibe una ración tóxica de falsedades escritas, orales, potenciadas con la voz y el gesto mediante la televisión, que las lleva a todas partes. De vez en cuando hay algunas voces veraces que así lo muestran; tal vez algunos historiadores inteligentes y con el suficiente temple lo demuestran de manera incontrovertible. Por fortuna, hay quienes tienen vocación de enderezar entuertos y desfacer agravios. Pero es desolador la falta de eco público que encuentran sus palabras. Ni por casualidad se comentan en otros diarios -o en el mismo en que aparecen- en las emisoras de radio o en los canales de televisión. Para la gran mayoría, esas verdades no se han dicho, no llegan más que a los que por azar las han encontrado, mientras se repiten tenazmente las creadas mentiras insostenibles.

¿Se puede superar esta situación, que está destruyendo nuestras mejores posibilidades, que está obturando un porvenir lleno de promesas, de posibilidades reales, y en gran parte realizadas? Creo que sí, pero hay que hacer un giro copernicano, como decía Kant de su nuevo pensamiento. Hay que recordar lo que dije antes de las cifras. Los creadores y difusores de la mentira, los sistemáticos de ella, son bastantes -no nos engañemos- pero representan una ínfima fracción de la sociedad española. Traslademos a ésta la defensa, superando su estado actual de indefensión. Lo grave es el número altísimo de los que reciben las mentiras, las toman como reales, las aceptan, las incorporan y obran en consecuencia.

Hay que actuar sobre el cuerpo social. Hay que inspirar confianza en lo que la merece, repulsión ante lo que no es digno de otra cosa. Hay que pedir a cada persona individual que pierda su pasividad, su servilismo, su tendencia a plegarse a las consignas. Que aspire a "entender" lo que se le dice, a cotejarlo con su propia experiencia, con sus ideas, con la memoria del pasado vivido.

Hay que aprovechar los mismos instrumentos de los que se vale la mentira para su difusión y eficacia. La televisión incluye un factor precioso, único, nunca poseído: la imagen viva, en movimiento, con el gesto, la voz y la palabra. Podemos asistir a lo que se dice. Podemos medir el grado de confianza que cada uno merece, la estimación que se puede sentir.

Mi confianza descansa en lo único posible: las personas. Se trata, simplemente, de que éstas, que inevitablemente lo son, se comporten como tales, vivan desde sí mismas, se enfrenten con su responsabilidad, no se dejen manipular desde fuera como autómatas. Ante las conductas que me inquietan, me pregunto siempre dónde se originan, si en la realidad de la persona o desde fuera de ella. Cuando se tiene una larga experiencia, casi siempre se descubre el origen endógeno o exógeno de lo que se (

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2016 el 2005-03-10 00:25:38