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Cuando no vamos a hacer nada

En un momento de agobio, de los que son inevitables en nuestro tiempo, cuando hay que hacer varias cosas urgentes y simultáneas, llaman a la puerta, suena imperiosamente el teléfono para recordar que ya debía uno haber entregado varios trabajos, amenaza una conferencia inminente y otra para el día inmediato, se acumulan las cartas sin respuesta y amenaza la desesperación y el abandono total, ha venido inesperadamente en mi ayuda el recuerdo de una frase de Aristóteles que traduje y publiqué en la revista que hacíamos los estudiantes hace sesenta y cinco años, en 1935. Se trataba de los dos primeros capítulos de la "Metafísica", precioso texto que comenté con el entusiasmo y la ingenuidad propios de mis veinte años, y que acaso no me han abandonado enteramente. Aristóteles empieza su libro máximo con este famoso párrafo: "Todos los hombres tienden por naturaleza a saber. Señal de ello es su gusto por las sensaciones: pues éstas, aparte de su provecho, gustan por sí mismas, y más que las otras las de la vista. Pues no sólo para nuestros quehaceres, sino también cuando no vamos a hacer nada, preferimos el ver, por así decirlo, a todos los demás sentidos. Y la causa es que nos hace más notorias las cosas y pone de manifiesto muchas diferencias". Las palabras decisivas me han parecido: "cuando no vamos a hacer nada". ¿Será posible? ¿Alguna vez vamos a no hacer nada? Al menos, ¿podemos suspenderlo todo momentáneamente y "pararnos"? "Anánke sténai", "es necesario detenerse", dice alguna vez Aristóteles en sus razonamientos. Temo que estamos olvidando esa posibilidad. Ya sabemos que hay que seguir, pero esa detención es vital, la condición misma de continuar adelante. La fórmula sería: volver a empezar.

"El tiempo, que ni vuelve ni tropieza" -decía Quevedo-, tiene pausas, articulaciones en su continuidad. Tras un periodo en que no se azacana por ciertos problemas, quehaceres, empresas, sobreviene una pausa, un término; no se sabe qué hacer, porque no será lo mismo. Es esencial pensar o fingir que se piensa, que "no vamos a hacer nada". Lo que se quiere decir es que vamos a hacer otra cosa. ¿Cuál?

Sin esa detención salvadora se está perdido. En España acaba de terminar un periodo electoral. La vida sigue, pero con otro argumento. Esto quiere decir que hay que empezar a imaginar otras cosas, de otra manera, con nuevos enfoques. Lo decisivo es "enterarse" de dónde se está, y por tanto de adónde se puede o debe ir.

Se nos asedia con exposiciones, casi siempre catastróficas, de la situación de países enteros de Europa, América y otros continentes de los que sabemos menos.

Se nos exige que hagamos con urgencia innumerables cosas extremadamente difíciles, de cuya posibilidad no tenemos la menor idea. No se sabe cómo hacer lo que sin duda es necesario e importante. Lo que se haga puede ser desastroso, destructor, en el mejor de los casos inútil. Lo que no se admite, ni por un instante, es que no se haga nada antes de pensar, antes de averiguar cómo son las cosas, cuáles son las posibilidades -si las hay.

Se nos sirve, varias veces al día, y por diferentes fuentes, la "información", previamente aderezada e interpretada, en versiones conflictivas, casi siempre inconciliables. Sobre este material hay que tomar las decisiones -y se toman, y por las más encopetadas y universales instituciones, que comprometen los esfuerzos y los recursos del mundo entero. Lo que no se puede hacer es no hacer nada, pararse a examinar, pensar, distinguir, ver algo claro.

El mundo actual "consiste" principalmente en congresos, asambleas, reuniones de centenares o millares de personas que opinan de todo y deciden por los demás. El mundo está lleno de "expertos" -en geofísica, biología molecular, paleontología o, no menos, teología o economía mundial, que se reúnen en todos los lugares del mundo -Bombay, Tokio, Seattle, El Cairo, Roma o Helsinki. Sus manifestaciones y decisiones se comunican al planeta entero por todos los medios de la técnica y ocupan la superficie verbal y visual del globo durante unos días: Me pregunto qué se ha puesto en claro, a qué certidumbres se ha llegado, qué problemas han tenido o van a tener remedio.

Cada vez creo más en el esfuerzo aislado, y si es posible silencioso, de unas cuantas personas llenas de desconfianzas y dudas, que no confían en su propia genialidad sino que necesitan pensar, darle vueltas a las cosas, ponerlas a prueba. Así se ha hecho toda la cultura de la que vivimos, y gracias a la cual el mundo es relativamente habitable. Los "grandes números" están transformando el planeta, en todos sentidos, unos inevitables, otros arbitrarios.

Si se hiciera la cuenta del proceso por el cual se ha llegado a la constitución de la cultura occidental, se vería que en su parte mayor ha consistido en silencio, espera, reflexión, vacilación, duda, desaliento, todo ello interrumpido en contadas ocasiones por exclamaciones de alegría, sorpresa, gratitud, renovado entusiasmo, al ver con claridad algo que prometía nuevos esfuerzos y desilusiones. No se ha encontrando otra manera de entender la realidad y poner de vez en cuando algún remedio a los males que disminuyen o afligen al hombre.

Si se hiciera la parte que en todo eso han tenido o tienen la vanidad, la jactancia, el afán de popularidad o consecuencias utilitarias de la pretensión intelectual, se llegaría a una imagen más inteligible de la Historia. Una comparación entre los siglos XVII y XVIII sería iluminadora. Después, y sobre todo en nuestro tiempo, la atracción de la publicidad, a una escala absolutamente desconocida en otros tiempos, ha sido invencible, y se ha comunicado a otros gremios profesionales. Las consecuencias en todos los órdenes son incalculables, y lo primero que habría que hacer es calcularlas. Un buen ejemplo de esa actitud que exige no hacer nada hasta que sea realmente posible.

No quisiera exagerar en un momento de exceso, desaliento y casi desesperación, pero no estoy muy lejos de pensar que la aparente detención o inmovilidad que se me presenta como necesaria puede ser la empresa de mayor urgencia que se impone, nada menos, al conjunto del mundo actual.

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