conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Julián Marías: artículos 2000

Senado regional

Desde hace algún tiempo, se habla con frecuencia de la reforma del Senado. La Constitución dejó limitado su papel, lo subordinó enteramente al Congreso, que decide definitivamente; "es una Cámara que puede hacer perder un mes en algunas ocasiones", dije entonces. Se podrían hacer otros reparos, pero lo que ahora parece interesar es convertir al Senado en una Cámara regional o, como a veces se dice impropiamente, "territorial". Hace muchos años, creo que veintitrés, dediqué reflexión a este asunto y escribí sobre él. Comenté entonces algunos escritos del admirable barcelonés Antonio de Capmany y Montpalau (1742-1813), entusiasta de las regiones y que encontraba gravísima su desaparición legal en Francia y su sustitución por los departamentos. Creía que esto disolvía la estructura real de la sociedad y sobre todo su representación. Encontraba incomparable el grado de realidad de las regiones tradicionales y el de los pequeños y relativamente artificiales departamentos.

Estaba sustancialmente de acuerdo con Capmany, y creía que sus argumentos eran aplicables a España. En 1808, en plena invasión napoleónica, veía la salvación en la soberanía nacional, en que España, una y diversa, tome en sus manos su destino. Justamente con su articulación en regiones: Aragoneses, Valencianos, Murcianos, Andaluces, Asturianos, Gallegos, Extremeños, Catalanes, Castellanos, etcétera.

En 1977 veía yo dos peligros: uno, el "centralismo" regional, el manejo de una región entera por su capital y la interferencia de unas regiones en otras; en segundo lugar, que no puede haber más instituciones "interregionales" que las nacionales, las del conjunto. Un error peligroso es el establecimieno de magistraturas regionales aisladas, sin referencia a la Nación como tal. Por esto proponía la creación de un Senado regional.

En lugar de haber senadores por Soria, Córdoba, Gerona, Guipúzcoa, Huesca o Pontevedra, podría haber, directamente, senadores por Castilla, Andalucía, el País Vasco, Aragón o Galicia. El Senado, institución nacional, sería a la vez regional, el gran instrumento de representación de las regiones juntas como tales. Allí, en uno de los escenarios de la política española, estarían presentes las regiones con sus problemas, sus descontentos, sus deseos, sus voluntades colectivas, sus personalidades, en suma. Sería el órgano de la convivencia regional, la articulación real de España como sistema de sus autonomías.

Y al lado de esto en el plano -todavía más importante- de la sociedad, la multiplicación de instituciones culturales, deportivas, económicas. La utilización de los recursos comunes de cada región para restablecer su historia, sus monumentos, sus tradiciones, su artesanía, todo lo que da realidad y no la reduce a un nombre vacío.

Lo decisivo son los proyectos, los programas. No consigo descubrirlos en las propuestas "regionales", y cuanto más "nacionalistas", menos. Es menester mostrar todo lo que una región autónoma puede hacer, y que no es posible sin autonomía: esta es la verdadera justificación. Autonomía "por" añejos motivos históricos no siempre claros o por oscuros rencores o frustraciones, es una cosa; autonomía "para" proyectos interesantes para la perfección de cada región y de España entera, es otra.

Creo que España se embarcaría con entusiasmo en un sistema de autonomías que significara la división del trabajo nacional, la diversificación de las funciones reales, la utilización conjunta y diferenciada de los recursos; en suma, la articulación de las empresas españolas. Una colección de egoísmos o resentimientos, un impulso suicida hacia el particularismo, no puede de verdad interesar a nadie. La utilización libre de la orquesta española, regida por una leve batuta y, sobre todo, por una partitura múltiple y compleja, convergente en una sinfonía, puede ser, ni más ni menos, nuestro proyecto histórico para este final del siglo XX.

Estas ideas fueron pensadas y publicadas durante la discusión y redacción de la Constitución. He querido recordarlas ahora que ha vuelto a plantearse este delicado asunto, y los políticos van a enfrentarse con él. Se trata, a mi juicio, de la necesidad de pensar antes de hacer, de no afrontar soluciones y fórmulas sin tener presente la realidad, sus conexiones y sus posibles consecuencias. Si prevalecen criterios parciales, reducidos a los intereses -reales o imaginados- de cada región o comunidad aislada, se habrá destruido la posible eficacia de la transformación del Senado.

Habría que empezar por la revalorización del Senado. Una fracción del cuerpo político lo ha visto siempre con malos ojos, y prefiere su inexistencia; por eso ha tratado en la actualidad de "disminuirlo" o atenuarlo, de borrar sus diferencias con el Congreso, de amortiguar su función. Yo creo que el Senado, si de verdad existe, es una institución preciosa, y uno de los errores de la República fue su supresión, que hubo de contribuir a su desequilirio interno y su evidente fragilidad.

A lo largo de la historia, los Senados han tenido caracteres propios, desde la condición requerida para formar parte de ellos -la edad que indica su nombre, aunque las cosas han cambiado mucho- hasta el procedimiento de designación o elección. Todo eso merecería revisarse. Por otra parte, hay que tener presente con todo rigor que España es ahora un Estado de Autonomías, con pluralidad interna, que nada tiene que ver con el federalismo, sino más bien es lo contrario. Un Estado unitario nada tiene de "centralista", porque no hay un centro que decide, sino que esta función corresponde al conjunto, a la totalidad con su propia estructura.

El mayor error, sin embargo, consistiría en olvidar que la misión de un Senado regional es la convergencia, convivencia y personalidad de las regiones todas, que para eso se reúnen en un Senado. Si algo tiene que estar excluido es el particularismo, el tomar las partes como "todos" suficientes e insolidarios. Tentación frecuente en la historia española, cuyo ejemplo más claro e ilustre es el de los Reinos de Taifas, paralelo en el tiempo a la serie ininterrumpida de las "incorporaciones" de la España cristiana, que culminó en la final, la de Castilla y Aragón, que significó el término definitivo del dominio musulmán y el comienzo de la expansión y la hegemonía de España durante dos siglos.

Esto hace pensar en la consecuencia de eficacia que pueden tener las concepciones políticas, adónde pueden llevar. Y por eso creo conveniente pensar antes de tomar decisiones, imaginar a qué porvenir nos conduce lo que hacemos, con reflexión o sin ella, en el momento presente.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2025 el 2005-03-10 00:25:38