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Presunción de ignorancia

La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Este principio jurídico siempre sorprende y tiene un aire de paradójica injusticia, que se disipa tan pronto como se cae en la cuenta de que sin él se hundiría todo el orden legal. Esa norma está mitigada por otra, que tiene enérgica vigencia y suele repetirse: la presunción de inocencia. Pero habría que añadir quizá otra, que rara vez se formula: la "presunción de ignorancia".

La ignorancia acecha al hombre y es insuperable. El número de cosas que se ignoran es ilimitado. La presunción que puede tener sentido se refiere a las cosas que deben saberse; más aún, que en circunstancias determinadas es obligado saber. Cada persona, por el lugar en que vive, por su edad, su formación, la situación en que se encuentra y acerca de la cual tiene alguna responsabilidad, está obligada a cierta información, a contar con algunos saberes, a opinar y obrar en vista de ellos. Es evidente que la inmensa mayoría de las gentes está lejos de cumplir esa exigencia. Con ello hay que contar si no se quiere errar gravemente; a eso llamo presunción de ignorancia, con la esperanza de que no sea definitiva y permanente, de que sea provisional y superable.

Me sorprende la frecuentísima ignorancia de las dimensiones de los países de que se habla. Son muchos los que tienen las ideas más extrañas acerca de la magnitud de los diversos países. No se distinguen con claridad los inmensos, casi continentes, de aquellos de dimensiones medias ni de aquellos otros que son muy pequeños y apenas se encuentran en el mapa. Rusia, la China, la India, los Estados Unidos, el Brasil son países enormes, que a veces se engloban con el Canadá o Australia, sin advertir que, comparables por su extensión, nada tienen que ver por la escasez de su población con los densamente poblados. Si se introducen otras perspectivas, las diferencias entre los del mismo grupo pueden ser capitales y su desconocimiento induce a gravísimos errores. ¿Cuántos saben que aun dentro de Centroamérica algunos países muy poco poblados, como Nicaragua, son mucho mayores que otros de mínima extensión? No digamos si se entra en matices más complejos y delicados y que afectan más a las condiciones reales de la vida. Es frecuente una gran confusión acerca de las lenguas, el conocimiento de las que no son propias, la religión o irreligión, el nivel de cultura o la estabilidad social. La ignorancia que podríamos llamar "ambiente" sube de punto si se trata de la historia. En la mayoría de los casos, el desconocimiento de la de muchos países es absoluta. Y esto es con frecuencia lo mejor que se puede esperar, porque en muchos casos lo que se "sabe" sobre países de gran importancia se parece mucho a una colección de errores. La televisión está dedicada con pocas excepciones a unos cuantos asuntos: anuncios, especialmente de automóviles y detergentes; horrores, noticias de "famosos", deportes, en particular fútbol; concursos en que se trata de mostrar conocimientos, y que suelen ser más simpáticos y divertidos. Pues bien, junto a informaciones que sorprenden, aunque en gran parte parecen preparadas como para un examen, las ignorancias casi increíbles y que suelen resultar divertidas son de inquietante frecuencia.

Con esto hay que contar. La gravedad de estas ignorancias es muy variable. Las hay "veniales" y cuyas consecuencias no importan demasiado. Otras afectan a la idea del mundo y son sumamente peligrosas. Se suelen atribuir al estado dominante de la educación en los diversos países. La educación se ha difundido y dilatado enormemente; se adquiere por muy diversos caminos: la enseñanza, la lectura, de libros o prensa, la radio, la televisión, en otros tiempos de tertulia y, sobre todo, la conversación dentro de la familia o entre amigos. Estas últimas partidas han disminuido de manera alarmante; durante mucho tiempo han sido decisivas. El contenido de la enseñanza y de las publicaciones ha cambiado considerablemente en los últimos decenios; los mecanismos de retención, el ejercicio de la memoria, mucho más de lo que se piensa.

Con todo, lo decisivo es aquello por lo cual los individuos se interesan. Casi siempre se atiende exclusivamente a lo que rodea al individuo, a lo que se le impone, propone, ofrece. La importancia de esto es grande; pero mucho menor que la que corresponde a las personas mismas; a sus intereses, apetencias, deseos, complacencia.

En el último medio siglo, los europeos -es lo que conozco mejor- saben muy pocos versos; están ahí los incontables que se han escrito durante tantos siglos en muchas lenguas; gran parte de ellos son deleznables y carecen de todo interés; pero los conmovedores, de suprema belleza, enriquecedores, labradores del ánimo, son inagotables. Lo que ocurre es que no parecen incitantes; no se los busca, se los lee, se recuerdan; sería interesante precisar desde qué generación, en cada país, los hombres y las mujeres han dejado de conservar versos en su memoria. Junto a tantas riquezas almacenadas en nuestra época, muchas de ellas preciosas, no se suele ver el enorme empobrecimiento que significa la ausencia de poesía en el repertorio de que disponen nuestros coetáneos. Un aspecto que parece desdeñable, de cuya variación muchos se alegran, es la casi total ausencia para muchos de cualquier información religiosa. Hace algún tiempo un escritor francés comentó que no se podía visitar una iglesia con jóvenes, porque casi ninguno reconocía a San Pedro en un santo provisto de unas llaves. No digamos si se trata de hechos históricos, conceptos teológicos o reflexión sobre cuestiones que tengan algo que ver con una dimensión que ha ocupado al hombre durante milenios.

Estos cambios, que no he hecho más que mencionar de pasada, significan un cambio decisivo en la visión del mundo y en la configuración de la vida personal. Si no se advierte, no se sabe dónde se está. Esas variaciones pueden considerarse venturosas, desastrosas o una mezcla de cosas muy diferentes. Lo que no parece inteligente es no darse cuenta de ellas. El hombre actual está lleno de noticias que coexisten con innumerables ignorancias. Si olvidamos éstas no entendemos el mundo actual y es improbable que acertemos a vivir en él.

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