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Migraciones

Un hecho enorme de la historia universal es el trasiego de pueblos en todas direcciones que se llama migración. Uno de los factores del cambio histórico, de la movilidad de grandes fracciones de humanidad, de mezclas, choques, fecundaciones mutuas, comunicación de civilizaciones, desgarramientos y conocimientos mutuos. Desde las épocas más remotas y en todos los continentes se han producido migraciones cuyo resultado es el mundo actual. En nuestro siglo y en relación con España ha habido migraciones de distinto signo y significado. Una de ellas a consecuencia de la guerra civil, que desplazó fuera de España a muchos miles de personas, desigualmente repartidas entre Europa, los Estados Unidos y la América Hispánica. La porción mayor fue esta última, lo que significa que fue dentro de la misma casa histórica y especialmente dentro de la lengua española. Esto hizo fácil la comunicación, el establecimiento de relaciones fecundas entre el pueblo receptor y los españoles emigrados. La segunda migración fue principalmente económica, en los años de las dificultades internas españolas y la difusión de la prosperidad europea. Esto impuso cambios importantes de ambientes, lenguas, usos sociales, y exigió adaptaciones que requirieron considerables esfuerzos y redujeron el número de españoles establecidos en otros países. Esta migración pretendía ser transitoria, aunque en algunos casos fue muy duradera y acaso permanente.

La actual, la que está ahora en curso con ritmo acelerado, es en sentido contrario: la inmigración a España de números muy altos de personas nacidas fuera de ella. Hay que distinguir dos porciones bien diferentes: la procedente de muy diversos países, enteramente ajenos a lo español, sin arraigo ninguno con España, con frecuente desconocimiento total, de origen africano en su mayoría; y una parte mayor procedente de la América Hispánica.

Esta inmigración es muy importante; por su número plantea dificultades y problemas, pero tiene una gran significación histórica y puede ser de excepcional fecundidad.

Históricamente significa el regreso a lo español de fracciones de población que no son españolas, el regreso a una realidad originaria de porciones humanas salidas de España y unidas a otras, en principio ajenas, pero marcadas por esa muy antigua hispanización. Frente al proceso de "trasplante" realizado en el norte de América, sin más contacto con ésta que el territorio, desde México hasta el extremo sur del continente y en partes considerables de lo que llegó a ser los Estados Unidos se produjo ese asombroso "injerto", que creó sociedades que siguieron siendo americanas, pero fecundadas, transfiguradas por la variante española de lo europeo. El resultado fue lo que hoy podemos llamar el Mundo Hispánico, que ha constituido la porción numéricamente mayor de los países de lengua española y condicionados por el influjo de nuestra cultura.

La actual inmigración de hispanoamericanos viene a ser el viaje de vuelta de los colonizadores españoles desde el Descubrimiento hasta la constitución de los grandes Virreinatos, Capitanías Generales, Audiencias y toda la compleja y admirable organización de las Américas de lengua española.

No se puede ocultar el sentido profundo que tiene esta vuelta a una parte sustancial de sus orígenes de cientos de miles de personas que hasta hace poco habían tenido relaciones menos reales, nunca inmediatas con lo español. Que esto plantea problemas, no es dudoso; todas las grandes alteraciones de lo humano tienen dificultades, riesgos, inconvenientes. Pero más importante que esto es el resultado global, la manera como al cabo del tiempo quedan modificadas las cosas. Creo que lo que está en curso es una restitución de factores que están adquiriendo precisamente ahora un alcance que no habían tenido desde la separación por la Independencia de la mayor parte del continente americano.

No se ha medido bien la enorme perturbación que produjo la prematura independencia de la América continental, causada por las vicisitudes históricas provocadas por la Revolución Francesa y sobre todo por la invasión napoleónica de España en 1808.

Es incalculable la perturbación que esto produjo en los países y en los individuos que poblaban la América Hispánica. La historia de todo ello quedó afectada, mucho más de lo que se piensa, por lo que ha sido esa América desde comienzos del siglo XIX hasta ahora.

Sería precioso y necesario estudiar y tratar con rigor y perspicacia esa reciente inmigración en curso, evitar posibles errores y tropiezos, extraer de este fenómeno los beneficios que podrían ser decisivos para tantos inmigrantes y para España, país receptor de esas oleadas que podrían ser excepcionalmente útiles y creadoras si se realizan de modo inteligente y, para emplear una palabra de largo abolengo, mesurado.

Las cosas humanas de alcance histórico no se pueden hacer de cualquier modo. Hay que hacerlas como es debido, como las condiciones reales requieren. Y, para eso, hay que pensar con detenimiento, a fondo y con espíritu de amor y concordia. No hay otro modo de que las empresas humanas puedan tener consecuencias favorables y no desastrosas.

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