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La mirada serena

Una porción muy grande de lo que se dice en los medios de comunicación, periódicos -algunos casi en su integridad-, emisoras de radio, canales de televisión, es negativo. Se busca con avidez lo que refleja situaciones penosas; si no se lo encuentra, se lo inventa; en todo caso, se busca la interpretación peyorativa de lo que se muestra. Un hecho muy generalizado y que convendría investigar y precisar es la frecuencia con que los pueblos, o al menos los que expresan su supuesta actitud, se cansan de que las cosas estén bien.

En los últimos días, con escasa diferencia temporal, he leído dos artículos que representan algo bien distinto. Sus autores son historiadores. Carlos Seco Serrano ha hablado con gran competencia, mesura y acierto de la figura de Pedro Laín Entralgo. Gonzalo Anes se ha ocupado de la versión zamorana de "Las Edades del Hombre". En ambos casos se encuentra la competencia, la información, la veracidad. La figura de Laín, tan rica y compleja, ha sido tratada de diversas maneras con ocasión de su muerte; el acierto ha existido, pero con algunas excepciones; el artículo a que me refiero ha sido ejemplar. En cuanto a la visión de Zamora en su relación con la gran exposición itinerante que está mostrando en diversas ciudades lo que ha sido el tratamiento de cuestiones sumamente interesantes durante varios siglos, sorprende por su enorme riqueza. La información allegada por Gonzalo Anes muestra hasta qué punto una pequeña ciudad castellana y su comarca han contribuido durante varios siglos a la realización de muy diversas empresas religiosas, culturales, en gran proporción artísticas, no solo en el territorio inmediato, sino mucho más allá y, como siempre que se busca algo español, en América. Cada vez se ve con más claridad lo que ha sido la vinculación de la España propiamente dicha con el inmenso continente americano, ininteligible sin el fecundo estímulo español, hasta el punto de que el conjunto ha venido a constituir una muestra de humanidad coherente, a pesar de sus diferencias, una realidad nueva, europea y transeuropea, casi siempre desdibujada y mal entendida, que es el Mundo Hispánico.

En estos artículos no se discute, no se polemiza, no se reivindica nada. Se mira con atención y limpieza, con capacidad de conocimiento, con ánimo de entender. Por eso hablo de mirada serena, algo de que parecen incapaces muchos de los que escriben. Esa mirada logra lo que parece su finalidad inmediata: ver. Por eso es particularmente enriquecedora. El lector de estos dos artículos, cuando los ha terminado sabe mucho más que antes de su lectura. En el caso de Zamora, el enriquecimiento es casi increíble. Cuesta algún esfuerzo admitir que se haya podido lograr tal suma de información inteligente sobre un asunto bastante complejo y cuyas múltiples conexiones aparecen con desusada claridad. La sorpresa es inevitable: Zamora, que no parece una realidad de gran volumen ni especialmente apasionante, ha contribuido en medida inesperada a la realización de innumerables cosas que nos resultan accesibles y aumentan nuestro conocimiento de la realidad.

He pensado que si la actitud que representan estos artículos y el método que ponen en juego se utilizara adecuadamente, nuestra visión de España, su historia y, por tanto, sus posibilidades experimentarían un incremento asombroso. España sería a nuestros ojos mucho más que la imagen habitual que poseemos. Se aproximaría a lo que ha sido y por tanto es o, mejor dicho, podría ser. Tengo con gran frecuencia la impresión de que vivimos con una porción reducida de la realidad; que nos contentamos con una fracción de lo que somos. ¿Nos contentamos? ¿No es más cierto que buscamos esa visión reducida, pobre, distorsionada, que sentimos cierta irritación cuando se nos pone delante la realidad tal como fue, como sigue siendo, si no la descartamos y expulsamos?

Llevo la mayor parte de mi vida esforzándome por permanecer fiel a la realidad. Por supuesto, no solo española. Hay un hecho evidente y es que durante la mayor parte de mi trayectoria intelectual he hablado de realidades no españolas con absoluto predominio. Al cabo de muchos años, mi atención ha ido orientándose hacia lo español, en un curioso esfuerzo de retracción de un conjunto mucho más amplio. Las razones para ello han sido múltiples. La necesidad de incluir a España en la contemplación e interpretación de conjuntos mucho más amplios del mundo, la voluntad de remediar una injusticia notoria, de la que no estaba libre mi propia obra. Por otra parte, la posibilidad de utilizar el resultado de la atención intelectual sobre lo español para comprender lo ajeno; finalmente, el uso de la perspectiva española para comprender mejor lo que sin ella se entiende mal.

Resulta evidente que han sido españoles -algunos españoles, no "los españoles"- los que han realizado algunas de las cosas más interesantes de la humanidad, con frecuencia antes que los demás y tal vez con más intensidad y perfección. Se tiene una frecuente sorpresa al caer en la cuenta de que muchas empresas, hazañas, descubrimientos que circulan en la memoria colectiva como ajenos a España habían tenido su origen entre nosotros muchos decenios antes, tanto que cuando se han realizado o conocido en otros lugares se había olvidado ya su vieja realización hispánica.

Se trata de una labor de integración; no se trata de reclamar primacías, sino de aportar las porciones desconocidas, tal vez olvidadas, de la realidad para lograr una visión más rica y fecunda de la historia universal. Para ello es esencial no discutir, no polemizar, no exagerar, no buscar una visión interesada y beligerante. Por eso es esencial la serenidad de la mirada: es la única que enriquece, que no niega, que no desfigura interesadamente, sino que se complace en la visión de lo real tal como ha sido y puede seguir siendo o volver a ser.