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Anastasio II
La enérgica actitud que Félix y Gelasio adoptaron en sus relaciones con Oriente suscitaron la oposición de los círculos romanos partidarios del emperador, los cuales elevaron al solio a Anastasio, hijo del presbítero Pedro, que se había hecho notar en el sínodo del 495 por su inclinación a la condescendencia. Junto con Liberio forma la excepción de no haberse incluido en la lista de los santos. Dante no dudaría en enviarle al Infierno. Apenas elegido, envió sus legados a Constantinopla con una carta al emperador concebida en términos muy conciliadores: era evidente el deseo de restablecer la unidad, pero su tono de moderación no se apartaba de las posiciones fijadas por Gelasio I en el 494; por ejemplo, pedía al emperador que le ayudara a restablecer en Alejandría la fe de Calcedonia, pero no mencionaba a Pedro Mongo, el discutido patriarca.
Los legados pontificios viajaron junto con una embajada que, presidida por el senador Festo, era enviada por Teodorico el Ámalo, en un intento de obtener una legitimación del gobierno que venía ostentando. Las dos negociaciones se mezclaron y, en determinado momento, el emperador Anastasio ofreció el reconocimiento de dicha legitimidad si por su parte el monarca ostrogodo lograba que Roma se plegara a una fórmula de compromiso en la fe, expuesta en un documento que repetía, palabra por palabra, el Henótico. Desconocemos la respuesta de los legados pero sabemos que Festo prometió que desde Rávena se harían todos los esfuerzos necesarios. Bajo esta condición, Teodorico fue reconocido como prefecto de Italia el año 498.
En Constantinopla habían comenzado conversaciones con una delegación de eclesiásticos llegados de Alejandría, en un esfuerzo para encontrar una fórmula satisfactoria para todos, y el papa Anastasio, que había restablecido la comunión con Andrés de Tesalónica, dispuso que su diácono, Fotino, se incorporara a dichos trabajos. No había tenido la precaución de consultar con el clero romano, de modo que éste creyó que estaba obrando a sus espaldas y con perversas intenciones. Se produjo una grave crisis cuando algunos presbíteros romanos suspendieron la comunión con su obispo, y comenzaron a desarrollar una propaganda adversa que acabaría convirtiéndose en leyenda, recogida en el Líber Pontificalis, y que pretende, nada menos, que el papa había traicionado la fe. Anastasio II murió bruscamente, cuando la crisis estaba aún en sus comienzos.
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