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Pedro Salinas
Se han cumplido cincuenta años de la muerte en Boston de Pedro Salinas, un día azul y soleado, "bueno para vivir", dije entonces, después de asistir a su misma muerte. Tenía sesenta años; lo había leído desde mi primera juventud; era profesor de Literatura en la Facultad de Madrid donde yo estudié desde 1931 a 1936. Lo traté muy de cerca el 1934 en la Universidad Internacional de Verano de Santander, de la que fue secretario general. En 1936 se trasladó a los Estados Unidos, como profesor de Wellesley College -donde yo había de enseñar de 1951 a 1952-, luego en la Universidad Johns Hopkins, y también en su amado Puerto Rico. Volví a verlo desde que llegué a los Estados Unidos hasta su muerte. Estaba ya muy enfermo, con una tremenda nostalgia de España, a la que nunca volvió, creo que en gran parte por diversas presiones sociales y amistosas. Pedro Salinas escribió espléndidos estudios sobre Jorge Manrique, Bécquer y la Literatura española del siglo XX. Excelente prosista ("Víspera del gozo", "El Defensor", libro de ensayos cuya edición española prologué) y sobre todo poeta. Para mi gusto, el más hondo de su tiempo. Como Guillén, no pertenecía estrictamente a la generación llamada "del 27", aunque formó "constelación" con ella -forjé hace largo tiempo este concepto precisamente para explicar su caso-. La obra poética de Salinas tiene notable continuidad desde "Seguro azar" hasta "Razón de amor". Después, ya fuera de España, se prolongó en varias direcciones y cultivó otros géneros: narrativos, ensayos, incluso teatrales. Creo que su libro capital, publicado en 1934, es "La voz a ti debida". El título viene de Garcilaso: "Que con la lengua muerta y fría en la boca / he de mover la voz a ti debida". Es un gran poema de amor; si no me equivoco, el que mejor ha expresado su sentido en el primer tercio del siglo XX; creo que conserva su vigencia todavía, al menos entre los que han mantenido el sentido del amor, distinto de tantas cosas con las que se confunde y que lo oscurecen. Tengo comprobaciones de este hecho, que me parece importante y esperanzador.
Salinas no habla de la mujer amada, sino a ella; es una lírica del vocativo; se trata de un amor "compartido", sea o no correspondido; la amada es próxima, siempre amiga, vivida en su concreción, rodeada de todo lo que está en torno suyo, que queda en cierto modo salvado y glorificado.
Esa visión cercana es reiterativa, constante, supone un "trato", convivencia; es algo progresivo, que tiene argumento. La amada es vivida como persona; el poema es un decirse a sí mismo con ella. La gran innovación de Salinas, a diferencia de la realización del decir amoroso en otras épocas. La amada, por serlo, es única, no la de todos, la que se ve; el amor descubre su secreto, el quién que verdaderamente es.
En este escorzo aparece, con extremada originalidad, la corporeidad de la amada, su belleza, con referencias precisas a su mundo, a sus actos, a los objetos que usa y la rodean. Quizá por vez primera la poesía da una visión "circunstancial" de la mujer amada. El amor, en la obra de Salinas, significa una transfiguración de la amada y del mundo, conservando una extraña presencia de sus formas, contenidos, actos. En este sentido me parece un altísimo grado de innovación, que sería un error pasar por alto.
Tengo la impresión de que la obra de Salinas ha quedado relativamente desvanecida en la perspectiva actual de nuestra Literatura. Su obra es muy extensa y diversa, admirable en varios sentidos, pero que pertenece a otros tantos contextos, lo cual puede hacer perder la visión de conjunto. Hay autores capaces de crear una obra maestra, a veces oscurecida por el conjunto. Otros, en todas las artes, son incapaces de una obra maestra; su genialidad se difunde en el conjunto de múltiples obras. Insisto en "La voz a ti debida", porque fue la cima de su producción. Todo lo anterior y todo lo posterior queda por debajo de ese momento fulgurante. Es posible que esto se deba a la vida misma de Salinas, al sentido de cada una de las fases biográficas. En todo caso, sin olvidar el conjunto de su obra, pienso que hay que leerla desde ese libro. Si se lo comprende, si se ve lo que él llegó a ver, vivir, expresar, se posee una luz que se vierte sobre el conjunto de lo que antes y después hizo.
Las vidas de muchos españoles de nuestro tiempo han quedado afectadas por nuestra historia. Ha habido en ésta momentos atroces, tentaciones incontables, largas consecuencias que han condicionado nuestras vidas. Cada uno ha reaccionado a su manera a esas situaciones, las ha comprendido de una forma o de otra, las ha superado o no, ha seguido viviendo, en algunos casos creando, en esas diversas circunstancias. En la medida en que esto se conoce, se puede explicar y comprender la significación de un siglo. Salinas era un hombre alegre, lleno de vitalidad, ingenioso. No puedo olvidar la tristeza de los tres últimos meses de su vida, cuando volví a verlo. Ciertamente tenía una grave enfermedad final, estaba aquejado de dolores; pero no era eso solo. Había algo más hondo, esa tremenda nostalgia de España y de todo lo español, de lo que estaba privado desde 1936. He recordado muchas veces que el exilio de los intelectuales y escritores españoles se produjo en su mayor parte al empezar la guerra civil, en 1936; en 1939, como resultado del desenlace de la guerra, hubo otro exilio; ambos se confundieron después por diversos motivos y se borró la profunda distinción. Salinas no fue un exiliado: marchó a América a ser profesor, invitado antes de que empezara la guerra civil. El hecho de no volver nunca gravitó sobre él desde entonces. Sería una injusticia más, irreparable, que España lo perdiera ahora. En la medida en que los grandes creadores representan la evidencia de un pueblo, no se puede entender a éste sin ellos. Leer a Salinas, asimilarlo, enriquecerse con él, puede ser una reparación de una injusticia histórica; y para los españoles, tomar posesión de algo espléndido que les pertenece.
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