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Enseñanza de Religión y Derechos Humanos
Como según el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos toda persona, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, tiene la libertad de enseñar la religión, el Estado tiene obligación de cooperar razonablemente atendiendo a lo acostumbrado en los demás países de Europa y cumpliendo en el caso de la religión católica con lo acordado con el Estado Vaticano.
Es de señalar que dicho artículo va más lejos porque concede también la libertad para la práctica, el culto y la observancia de la religión, por lo que sería ilegal prohibir costumbres arraigadas como el uso de velos y crucifijos, que recuerdan la prohibición de usar capas largas y sombreros de amplias alas del motín de Esquilache de 1766. No obstante, los partidos que están contra toda creencia caen en este ridículo, pues no creen y por ello, para ellos, no debería significar nada los crucifijos.
El actual Gobierno español, de acuerdo con sus obligaciones, ha dado la opción en la enseñanza de elegir entre «religión» y «el hecho religioso» o «sociedad, cultura y religión». Es claro que, si se han hecho las cosas bien y los alumnos pueden aprobar religión más otras asignaturas, si se da opción a los alumnos a elegir esas mismas asignaturas sin la religión, se establecería una desigualdad contraria al espíritu de la Constitución, con lo que se intuye que los partidos que defienden esta última elección lo que pretenden es explotar la natural elección del mínimo esfuerzo para facilitar que no se elija religión, lo cual es una forma indirecta de ir contra la religión y el anterior Artículo 18 de los Derechos Humanos. Naturalmente, estos partidos son los que su progreso es ir contra los Derechos Humanos y su dialéctica es la mentira.
Si a alguien no le gusta la opción de «hecho religioso» para los que no quieran «religión», señalamos la opción de «matemáticas». Pero eso no lo hacen, ni tampoco dar a elegir entre matemáticas y otra asignatura distinta, como podría ser «fútbol», porque sería prácticamente suprimir el estudio de las matemáticas. Esto es un clamoroso disparate, que pone en evidencia la mala fe que sería tratar la asignatura de religión desigualmente. Para que se vea que no exageramos recordamos lo que decía Juan Jacobo Rou- sseau: «Dios Todopoderoso, tú que tienes en tus manos los espíritus, líbranos de las luces y de las funestas artes de nuestros padres, y devuélvenos la ignorancia, la inocencia y la pobreza, los únicos bienes que pueden hacer nuestra felicidad» (Discurso sobre las ciencias y las artes, P. II).
Nosotros, desde luego, no queremos la ignorancia para nadie, sino la verdadera sabiduría que está basada en la humildad; ni tampoco la pobreza cuando raya en la miseria, está reñida con la alegría y conduce a la desesperación y al odio; pero hay que reconocer que la ignorancia, la inocencia y la pobreza son muy útiles para propagar las funestas enseñanzas de los filósofos afines a Rousseau contrarias a la verdad, a la vida y al amor verdadero.
Además, nos sentimos solidarios con nuestros padres, tapando como Sem y Jafet con un manto su desnudez, sin olvidar de poner remedio al mal y pedir perdón por los pecados, pero reconociendo sobre todo los propios. Y, para colmo de todo, eso lo dice Juan Jacobo Rousseau, que se presenta como creyente.
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