Setecientas familias mozárabes mantienen vivo este rito católico, el más antiguo de la península
Con la invasión musulmana, en el 711, surge esta comunidad, que mantuvo el rito hispano-godo
Pocas tradiciones perviven a lo largo de los siglos con la intensidad que lo ha hecho la comunidad mozárabe. Quizás la única de origen religioso que permanece viva y mantiene su liturgia, de origen hispano-godo, desde que estas tierras estuviesen bajo dominación árabe. Generación tras generación, la memoria de los antiguos pobladores de la Península que durante la dominación islámica convivieron con los árabes y mantuvieron, aun así, su fe cristiana, sus iglesias y sus costumbres, se ha conservado gracias a numerosas familias. En la actualidad son 700, la mayoría toledanas.
Si dijéramos a alguien «soy mozárabe» seguramente obtendríamos por respuesta un gesto extraño seguido de la pregunta «¿acaso eres árabe?», «¿eso no era un estilo artístico?» o, simplemente, «¿y qué me quieres decir con esto?». Mucha gente conoce la palabra pero muy pocos saben realmente lo que ésta significa y conlleva.
Mozárabe (del árabe musta´rab, arabizado) se llama a la persona, la familia, la cultura y el arte hispánicos que conservaron su identidad en los reinos árabes de la Península durante la dominación musulmana. Los mozárabes, en sentido religioso, son los descendientes de los hispano-godos que manuvieron su fe cristiana en la zona de dominación musulmana.
Evidentemente, muchos españoles actuales del norte, centro y sur llevan en sus venas sangre hispano-romana o hispano-goda, como descendientes de los mozárabes de la Alta Edad Media española. Pero este hecho sólo parece posible comprobarlo en las familias mozárabes de Toledo, por una circunstancia litúrgica. La Iglesia española de principios del siglo VIII poseía una notable organización y una liturgia riquísima de contenido doctrinal y pastoral, que comenzó a elaborarse independientemente de la antigua romana en la segunda mitad del siglo V. Esta liturgia hispánica, obra de los grandes Padres de la Iglesia española y aun de autores anónimos, fue, por desgracia y con graves consecuencias para el normal desenvolvimiento de la fe en nuestro pueblo, abolida por la presión del Papa Gregorio VII a través de la orden de Cluny, en un intento de unificar el rito en la segunda mitad del siglo XI.
Pero la ciudad de Toledo, al ser reconquistada por Alfonso VI en mayo de 1085, se opuso enérgicamente a este cambio. Y, después de una prolongada resistencia, el Monarca y Roma accedieron a que se conservara este rito por lo menos en las seis parroquias mozárabes, donde, con la anuencia de las autoridades musulmanas, los cristianos de la ciudad habían testimoniado y alimentado su fe, con esta misma liturgia desde el año 711.
En 1.500, consciente el Cardenal Cisneros Arzobispo de Toledo del patrimonio teológico, litúrgico y cultural del antiguo rito que se mantenía aún vivo en las citadas parroquias toledanas y para asegurar su permanencia, editó un Misal y fundó la capilla del Corpus Christi en la Catedral Primada de Toledo para que en ella se celebrara la misa y el oficio según tan venerable liturgia. Rito que ha permanecido hasta nuestros días gracias a la capilla mozárabe y a las 700 familias de aquellos que, en medio de los musulmanes, mantuvieron su fidelidad a la fe católica expresada en su rito propio y peculiar. Las seis parroquias Sta. Justa y San Rufino, Sta. Eulalia, San Sebastián, San Lucas, San Marcos y San Torcuato subsisten hoy canónicamente, aunque de los templos originarios solamente cuatro se conservan en pie, más o menos modificados arquitectónicamente.
A partir del Arreglo Parroquial a fines del siglo XIX, dos de dichas parroquias son Matrices: Santa Justa y Rufina, y Santa Eulalia y San Marcos. Las otras cuatro son filiales y todas ellas tienen párrocos con jurisdicción personal y no territorial sobre sus feligreses, donde quiera que se hallen éstos.
En la actualidad, de las 700 familias que conforman la comunidad mozárabe, unas trescientas residen en Toledo. Hoy se encuentran perfectamente integradas bajo todos los aspectos en la comunidad eclesial. Pero sus antepasados constituyeron una comunidad cívica que gozaba de cierta autonomía con sus «alcaldes» y otros jefes administrativos propios, tanto en el Reino musulmán como en el cristiano de Toledo.
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