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Política y pedagogía

Los escándalos cleptocráticos tienen ciertos efectos pedagógicos: dan que pensar sobre qué es la política y su ausencia. La corrupción, relacionada, más que con la política, prácticamente inexistente, con Lo Político, está descubriendo a los ciudadanos la naturaleza cleptocrática de los regímenes estatistas formalmente democráticos. Pero no es seguro que tenga consecuencias, por lo menos a corto plazo. Un ejemplo obvio es el de Argentina. Aquí, los ciudadanos protestan airadamente en casos extremos; sin embargo, se sienten a gusto con el régimen cleptocrático establecido, que no saben salir de él: después de la última protesta y a pesar de la grave crisis que padecen, se han dado otra vez, según las reglas de juego establecidas, un inverecundo presidente que es más de lo mismo, con la diferencia estética de que, comparado con el septuagenario Carlitos, se trata en este caso de un patán demagogo sin ningún escrúpulo, al menos formal. Sin embargo, en los años noventa, los italianos hicieron casi una depuración de la corrupta clase política.

La política como ciencia o saber nació en Grecia unida a la pedagogía como una parte de la filosofía, una forma de indagar para saber a qué atenerse sobre la realidad que se esconde tras las apariencias, sobre la verdad de las cosas; entre ellas la de la política y Lo Político. La política, al ser pública, tiene una dimensión pedagógica: ilustra al pueblo sobre los asuntos comunes, su manejo y, en definitiva, forma ciudadanos capaces de llevar a cabo acciones políticas, es decir, colectivas, en busca del bien común. Por eso concibieron los griegos la política como una parte de la moral, la ciencia de la conducta en lo que atañe a los asuntos públicos. ¿Cumple hoy la política esa finalidad?

Aunque caben matices y excepciones, en general hay que decir que no. La vida política está dominada por la corrupción, empezando por la mayor corrupción de todas: sostener que los regímenes son y deben ser democráticos limitando y tarando al mismo tiempo la libertad política.

Un ejemplo obvio es el de la imposición de listas cerradas para designar a las personas que pueden ser elegidas representantes. Se dice que el pretexto es evitar la proliferación de partidos y grupos políticos; suponiendo, lo que es mucho suponer, que se consiga mediante ese procedimiento, es obvio que no debe hacerse a costa de la libertad política de los electores limitando o impidiendo que elijan libremente a quiénes desearían ver designados para los cargos representativos. Otro ejemplo es la persistencia de sistemas de elección proporcional cuando se sabe que son más oligárquicos y se ve que dan peores resultados que los mayoritarios, más democráticos.

El suceso de Madrid ha puesto de relieve lo que sólo muy piadosamente puede llamarse a estas alturas el error de mantener las listas cerradas y la representación proporcional. En este sentido tiene un alto valor pedagógico: es posible que los ciudadanos hayan aprendido la lección y acaben sacando consecuencias a pesar de la enorme influencia que, a través de los medios de comunicación, tienen los partidos; encantados sin duda con mantener un elevado déficit de democracia en beneficio exclusivo de sus intereses partidistas y los particulares de sus miembros.

Otra conclusión pedagógica del mismo suceso es que los ciudadanos pueden haber adquirido conciencia de qué se esconde tras la supuesta dedicación generalmente bien remunerada de los representantes a lo público: beneficios económicos extra. También pueden haber inferido que una de las causas principales, si no, en cierto sentido, la principal, de la carestía de la vivienda es el beneficio que reporta a los ayuntamientos y, sobre todo, a los gestores políticos y burocráticos de promocionar tanto la pública como la privada. O que la política actual, más que una acción a favor del bien común, es una forma de vida excesivamente profesionalizada y acotada por incompatibilidades y limitaciones de una parte de la población que aspira a vivir bien a costa del resto, pero acaban marginando a los más capaces y generosos.