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Hijos

Un documento del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona ha devuelto a la actualidad el debate sobre si es o no deseable permitir la selección del sexo de los hijos. Los partidarios argumentan que se trataría de una «decisión responsable». Los detractores cuestionan la eficacia de los métodos y apuntan a una «discriminación del sexo femenino»

Desde hace mucho tiempo, un denominado observatorio catalán va emitiendo doctrina sobre la eticidad de distintos procedimientos de reproducción artificial. Esto es ético, esto no lo es, esto debería legalizarse... Desde la más estricta laicidad, se le pueden interponer dos grandes reparos. En primer lugar, que realmente no se trata de ningún observatorio: es sólo un grupo de personas que quieren cambiar las estrellas de sitio. En segundo, no deja de ser un ente ligado a la Universidad de Barcelona, es decir, a una institución pública. ¿Se imaginan ustedes el escándalo que se armaría si mis hombres y mujeres dominásemos una institución pública y la impregnásemos de humanismo cristiano?

El sexo de los hijos no es algo que se pueda escoger fácilmente. Hay multitud de estudios contradictorios sobre la eficacia de distintos medios naturales para seleccionar el sexo del bebé. Se puede decir que la ciencia no avala nada en este campo. En el caso de la reproducción artificial, aquélla que quizá con buenas intenciones ahuyenta al hijo de la relación íntima de los esposos, hay dos grandes maneras de obtener el deseado niño o la deseada niña. La selección de embriones conlleva la destrucción de los no deseados, lo cual es un signo de antihumanidad. La tinción de los espermatozoides del varón, para seleccionar los del sexo deseado y obligar a que fecunden el óvulo de la mujer, es un método prohibido por la ley. La garantía de éxito es de entre el 50% y el 80%, dependiendo de diversos factores.

Para mí -y en esto no estoy solo en absoluto-, la elección de sexo conllevaría casi siempre una discriminación del sexo femenino. Siempre es la mujer la que en estas cosas lleva las de perder. Recientes informaciones de prensa nos han mostrado que en India faltan cuarenta millones de mujeres.

Parece que en ciertos ambientes no se valora tanto tener una niña y se practica el infanticidio. Lo mismo sucede en China. No quiero ni imaginarme lo que ocurriría entre nosotros. Nuestra cultura, impregnada de valores cristianos pero también de relativismo moral, podría generar más injusticias contra la mujer.

Escoger niño o niña no se admite ni siquiera en los supuestos de adopción. Un adoptante con tres niñas podría querer un niño, y la ley no se lo permite. Como tampoco le permite escoger la raza o el color del pelo. El ser humano es mucho más que un sexo, una raza, un color. Somos dignidad. Y por ello debo decir bien alto: no a la selección genética de sexo. En los útimos días se han planteado diversos argumentos a favor de la posibilidad de que los padres puedan seleccionar el sexo de sus hijos. Se apoyan en el principio de que las elecciones reproductivas pertenecen a los sujetos y en la consideración de que el uso de técnicas de reproducción asistida para conseguirlo no tendría consecuencias discriminadoras ni repercusiones demográficas en nuestro contexto. Como coordinadora del documento que ha originado la polémica al cuestionar la taxativa prohibición existente, y dado que nuestros planteamientos -que invocan libertad, responsabilidad y proporcionalidad- son de conocimiento público (http://www.ub.es/fildt/selsex1.pdf), no insistiré en ellos y dedicaré estas líneas a tratar sobre algunas de las consideraciones en contra más frecuentemente esgrimidas.

Para determinadas personas la selección de sexo es un primer paso para diseñar un hijo a la carta. Pero es preciso constatar que la selección de sexo no implica manipulación genética alguna sino la simple separación de espermatozoides o de embriones. La prohibición se configura como una barrera innecesaria -que opera bajo el fantasma del bebé perfecto-, e inefectiva, ya que los caracteres deseables -como la belleza o la inteligencia- no son sólo genéticos, sino que influyen en ellos el ambiente, la educación e, incluso, la alimentación. Por otro lado, es imposible acordar qué caracteres serían los deseables: ¿qué belleza? ¿qué inteligencia? Creo que es importante llamar la atención sobre el resurgir del determinismo genético a que asistimos actualmente y que tiene poco de científico. Otros sienten que elegir implica ir contra la naturaleza. Lo que plasma una idea de naturaleza -estática e intangible- desmentida hasta la saciedad por el hecho de que los seres humanos somos naturalmente culturales y, como tales, manipuladores del entorno. Además, incurre en la falacia naturalista (es=debe) y se refuta por la constatación de que la naturaleza no es benéfica en sí misma: como es sabido, el pez grande se come al pequeño ¡tranquilamente¡

La desconfianza que generan las nuevas tecnologías en determinados sectores sociales es producida, frecuentemente, por el recelo que ocasiona el desconocimiento y la duda sobre la capacidad de decisión de las personas sobre sus propias vidas. Pero ya lo decía Kant, ¡atrévete a saber¡, ¡atrévete a decidir¡ Si no asumimos responsablemente nuestras propias decisiones, permaneceremos en la minoría de edad necesitados de tutores -de eticistas y de leyes- que nos indiquen qué es lo que tenemos que hacer en cada momento.

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última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2157 el 2003-12-02 14:59:25