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Pare, per què maten el seu fill?

Uno de mis hijos, Marc, de sólo nueve años, me espetó "Pare, què és l'avortament?" Le respondí que en determinados casos, las madres deciden que su hijo no nazca, matándolo. Me inquirió escandalizado cómo era posible que una madre hiciera eso con su hijo. Le contesté que en realidad quien eliminaba al no nacido era médico. "¿Però els metges no estan per curar?", dijo, y a partir de ahí sucedió un bombardeo de preguntas y protestas que eran vueltas sobre lo mismo: para él resultaba incompresible que un bebé pudiera no nacer por decisión de su madre y que esto fuera legal.

Me va a costar mucho hacerle entender que no por ello esta sociedad es brutal e irresponsable. La inocencia libre de todo artificio alcanza la verdad y le es fiel con una contundencia que nos escandaliza. Y es que el aborto resulta incomprensible para quien partiendo de cero crece en la idea del amor a la vida y el respeto a la de los demás.

La cultura del exterminio del no nacido es extraña a la razón humana, causa un perjuicio irreparable a la madre y ocasiona un gran quebranto social. Él es una causa de la caída de la natalidad en España y en Catalunya "Revista Española de Investigaciones Sociológicas" n.º87. Es el responsable de la amenaza de crisis en el sistema público de pensiones y del encarecimiento a largo plazo del coste de la seguridad social por puesto de trabajo, un motivo decisivo en la generación de paro y en el predominio del empleo eventual. Evidencias silenciadas.

La generalización del aborto parece como algo imparable, por eso es útil recordar el ejemplo polaco: los primeros que legalizaron el aborto en Polonia fueron los ocupantes nazis en el año 1942. Adolf Hitler lo tenía claro: "Dada la proliferación de indígenas, hemos de considerar como una bendición que las mujeres y las muchachas practiquen el aborto a gran escala ("Discurso sobre los Territorios ocupados. La Alemania nazi", Alianza Editorial, 1973, pág. 243). Con la liberación, aquella ley fue derogada, pero en 1956, bajo la dictadura comunista y a instancia directa de Stalin, fue otra vez legalizado, hasta que en 1993, uno de los primeros gobiernos democráticos lo suprimió sustituyéndola por una nueva legislación sobre "protección del feto humano y las condiciones de permisión del aborto". Éste ahora sólo es posible en condiciones muy restrictivas a diferencia de España donde ante la inanidad de Gobierno y Justicia, se burla lo legislado dando pie a un lucrativo negocio. Los defensores del aborto argumentaron lo de siempre: incremento del aborto clandestino, asesinato de recién nacidos, crecimiento de las madres adolescentes. Después de diez años, ninguna de estas amenazas se ha cumplido. Todo lo contrario. El número de abortos ha decrecido de más de 130.000 a unos pocos miles. El aborto ilegal no es un problema a gran escala, 60 casos conocidos en el 2001, mientras que el número de muertes en el embarazo, parto y posparto un indicador indirecto del aborto ilegal está en continuado descenso, la muerte de neonatos ha caído a la mitad y el abandono de bebés es nulo. Asimismo, el número de madres menores de 17 años es del 7% (2001), mientras era del 8% en 1990. Además, y aunque escasas, se otorgan ayudas a la mujeres embarazadas, algo que en España no existe. Vistos los resultados, ¿sería excesivo exigir el cumplimiento estricto de la legislación española y el establecimiento de ayudas para que las mujeres que lo necesiten tengan más opciones que la dolorosa decisión de matar al hijo no nacido?