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La calidad de vida.

Vincent Humbert tenía 18 años cuando sufrió un accidente de carretera que lo dejó tetrapléjico, mudo y casi ciego. Así ha permanecido los últimos tres años, cuidado por los médicos y acompañado por su madre, Marie. Gracias a una comunicación con ella por presiones del dedo pulgar, llegó a escribir un libro titulado Pido el derecho a morir, aparecido el jueves 25, justo cuando se cumplían los tres años de su accidente.

Ese mismo día, Marie, de 48 años, divorciada, logró introducir un producto tóxico en la sonda gástrica por la que se alimentaba Vincent con ánimo de darle muerte y en la convicción de que así le hacía el favor de acabar con su sufrimiento.

Los médicos, en cuanto tuvieron conocimiento de lo que ocurría, lo llevaron inmediatamente a la UCI a reanimarlo, pero ya no salió del coma profundo, porque al día y medio decidieron retirarle las "terapias activas". Se ha abierto una investigación judicial del caso, y el ministro francés de Justicia ha declarado que la aplicación de la ley será lo más humana posible con Marie.

Este episodio ha reabierto en Francia (naturalmente, también en España) la cuestión de la legalización de la eutanasia. Tenemos el "caso límite", siempre necesario para abrir la polémica, y de él, ahora como otras veces, hay quienes pretenden deducir una normativa general. Pero una "norma general para casos límite" es una contradicción en sus propios términos, y forzosamente ha de referirse a conceptos indeterminados y sólo evaluables subjetivamente, como los "sufrimientos insoportables" o la "calidad de vida" de un enfermo.

Vincent Humbert no se estaba muriendo cuando pedía que lo matasen. Podía haber vivido aún mucho tiempo. Tampoco estaba su vida reducida a las funciones vegetativas: había escrito un libro, cosa que no está al alcance de cualquiera. Estaba, eso sí, desesperado, había perdido toda esperanza. Pero sólo con estos mimbres no es posible ni pensable en una sociedad civilizada establecer una legislación que autorice a dar muerte a los desesperados, así que los partidarios de legalizar la eutanasia necesitan introducir factores sentimentales muy agudos y tratar los conceptos de vida y de muerte metafóricamente: con tan poca calidad, dicen, la vida de Vincent no era vida.

Pero con metáforas tampoco se puede legislar, y al final ocurre que aparecen algunas motivaciones reales y nada metafóricas que sin querer pusieron de manifiesto tanto el ex marido de Marie como el abogado de la familia: la muerte de Vincent, han dicho, "ha sido un alivio enorme, tanto para él como para su familia".

Establecer un estándar de "calidad de vida" por debajo del cual se legalice el homicidio por compasión no es, por otra parte, nuevo: eso mismo ya lo hicieron los nazis.