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El diálogo fe-ciencia

Para Pedro Poveda el interés por el diálogo fe-ciencia llega a constituir una apasionante preocupación desde la que aporta iniciativas concretas.

Quizá fue así porque la imagen de la ciencia que se abría paso en el primer tercio del siglo XX iba asociada al progreso y a la confrontación con las creencias de la fe cristiana. Pedro Poveda se sitúa ante este diálogo de un modo no convencional. No entra en el debate para luchar directamente con argumentos que sometan la inteligencia; sino indirectamente, mostrando con hechos, con vidas de personas científicamente competentes y con sólida experiencia de fe, que ese diálogo logra buenas síntesis, irrefutables.

En el momento presente, la comprensión de la ciencia por nuestra cultura es muy diferente de la que existía hace casi un siglo, en la época de Pedro Poveda. Entonces, una ciencia positivista buscaba con dificultad su espacio en una España que había participado muy poco en los procesos y en los logros del conocimiento científico. Hoy una ciencia extraordinariamente desarrollada y convertida en tecnociencia, ocupa un lugar importante en la cultura.

La posmodernidad, sin embargo, nos ha enseñado a mirarla no tanto como un logro excepcional de la razón, cuanto como una actividad institucionalizada, que tiene potencialidad para incidir decisivamente en la vida humana y en la vida del cosmos. Es decir, la ciencia no es mirada sólo como una actividad relativa al conocimiento, sino a las dimensiones prácticas de la vida. Esta perspectiva, hace especialmente significativo el modo de abordar Poveda el diálogo de la fe con la ciencia.

Por otra parte, desde la perspectiva de la fe cristiana, las relaciones de la fe con la ciencia se enmarcan en el vasto campo de las relaciones fe-cultura, releídas a partir del Concilio Vaticano II. Se incorporan los cambios conceptuales sufridos por el mismo concepto de cultura, las perspectivas abiertas por el pluralismo religioso como fenómeno global de nuestros días y la conciencia colectiva de las grandes desigualdades y situaciones de injusticia y de violencia en el planeta.

Juan Pablo II ha dicho de diversos modos que el punto de encuentro entre la fe y la ciencia es el servicio a los seres humanos. Los grandes desafíos del presente tienen que ver con las desigualdades injustas, las cuestiones de género, los movimientos migratorios, el hambre, la violencia, la feminización de la pobreza, el cuidado del cosmos, etc. Cada uno de estos desafíos se nos presenta como una oportunidad para el encuentro de la ciencia con la fe, y, consiguientemente, para la transformación de nuestra cultura desde la perspectiva de humanización propia de la fe cristiana.

Quien se haya acercado de algún modo a la herencia povedana, sabrá reconocer que el arte de educar que propone, y el arte de vivir para el que educa, incluyen siempre el ejercitarse en la difícil naturalidad de conjugar antinomias: la suavidad y la dureza en el temple, el ser común y el ser singular a un tiempo, transigentes e inquebrantables.

También en el modo de hacer dialogar la ciencia y la fe, Poveda invita a sostener una tensión. Podríamos caracterizarla por los términos usados por Wittgenstein decir/mostrar, y que viene ejemplificada en dos expresiones nucleares en Poveda: «Creí por eso hablé» y «Hay que mostrar con los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida». La primera invoca el decir, la segunda da la relevancia al mostrar.

Para el autor vienés, mostrar empieza donde termina el decir. La vida buena, la belleza de la obra de arte, la calidad de vida de un santo, la capacidad de un deportista, se muestra; mientras que explicar cómo caen las piedras, cómo crecen las plantas o cómo flotan los barcos, requiere ser dicho.

Creemos que conjugar el decir y el mostrar es una manera de superar la escisión entre la ciencia y los mundos de la vida, es afirmar que los seres humanos tenemos la capacidad para expresar en modos de vivir, de ser, de hacer, de relacionarnos, lo que afirmamos con la palabra y defendemos con los argumentos. Poveda pide esto, educa para esto. Invita a buscar razones y a expresarlas, pero invita también a unir la fe y la ciencia en la propia persona, de manera que se imponga por la fuerza irrefutable del testigo.

Poveda quiere mostrar la viabilidad de ser cristiano y científico. Quiere personas de ciencia que sepan dar razón de su fe, y llevar una vida de compromiso en su profesión.Y quiere personas de fe, competentes y lúcidas en el trabajo científico que realizan.

El diálogo de la fe con la cultura/culturas contemporánea es un diamante con multitud de caras. Dialogar supone estar permanentemente a la escucha de las necesidades que el desarrollo de la vida y de la dignidad humana requieren. Supone mostrar con la vida que la ciencia que hacemos hermana bien con una vida que genera esperanza y abre vías de solidaridad, haciendo así asequible y amable el mensaje de Jesús y su oferta de vida.

Vida abundante para todos: para quienes nacieron en el hemisferio norte y para quienes vieron la luz en el sur, para quienes viven su condición de género con más o menos aceptación de su entorno, para quienes vivimos el presente y para los habitantes futuros del planeta. Dialogar supone estar permanentemente a la escucha de las necesidades que el desarrollo de la vida y de la dignidad humana requieren

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