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El Amigo Comunista

La foto publicada el sábado en un diario de Barcelona del ex fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo en actitud sumisa y complaciente, junto al anciano estalinista del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) Gregorio López Raimundo, sería suficiente para descalificar todas y cada una de las persecuciones políticas que este personaje inició, con mayor o menor eficacia, durante el tiempo que estuvo al mando de esa fiscalía especial inventada exprofeso para controlar de forma partidista la corrupción rampante que infectó el socialismo en la década de los ochenta y primera mitad de los noventa. No hay peor corrupción que esa de intentar dar gato por liebre o aquélla que tras la toga de defensor de la legalidad y promotor de la acción de la justicia se esconde el viejo militante comunista dispuesto a utilizar su cargo para imponer sus ideas. Afortunadamente la libertad tiene la virtud de desenmascarar la hipocresía y suele acabar mostrando la verdadera faz de cada uno. De este modo, ese encuentro entrañable entre los dos comunistas se produjo en el entorno de un homenaje que se le ofrecía al fiscal convocado por una asociación llamada «Cristianos y Cristianas por el socialismo», es decir, muy poco cristianismo y mucho comunismo. Los mismos que apoyan a los curas guerrilleros, que se fijan sobre todo en las causas del terrorismo pero que procuran mirar para otro lado con tal de no ver los efectos (las víctimas), que comprenden las dictaduras comunistas o similares aunque se hayan construido sobre pilares de millones y millones de muertos y de infinito sufrimiento, y que se les infla la boca llamando «fascistas» a quienes defienden la libertad y tienen la legitimidad democrática salida de las urnas; esos mismos, como Villarejo y algunos otros jueces o fiscales «para la democracia», como Martín Pallín, son los que han envenenado el poder judicial.

Pero hay otras fotos. La amplia y complicada sonrisa de Madrazo con Ibarretxe, contemplados por la angelical mirada de fondo de Idoia Zenarruzabeitia, nos da también la medida de cuáles son los verdaderos apoyos del nacionalismo vasco para llevar adelante su proyecto de secesión, de este nacionalismo de parque temático, de lendakari de Orlando (si no fuera por los casi mil muertos que claman desde la fosa común de la justicia), sustentado por comunistas y terroristas, repitiendo el mismo error histórico que cometió el PNV en nuestra guerra civil, cuando entró en el gobierno del Frente Popular. Y, también, esas fotos del pasado invierno de Zapatero codo con codo con el castrista y leninista Llamazares, mientras la canalla apedreaba las sedes de los populares durante la guerra de Irak o llamaban asesinos a sus dirigentes, en alianza espuria, retornando a sus orígenes al más puro estilo de Largo Caballero -«el Lenin español»- esas fotos, digo, son otro icono deplorable. Es como si hubiésemos vuelto a las andadas, como si no quisiéramos ser adultos, como si nos gustase retornar al fango. Besteiro, abrumado al final de la guerra, atribuía la derrota «por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos». Ibarretxe, Zapatero o estos fiscales y jueces tan «democráticos» deberían reflexionar sobre sus amistades.

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