» Baúl de autor » César Vidal

La estatua

En Jerez de la Frontera existe un grupito que ha decidido acabar con la memoria del que quizá sea su hijo más preclaro, el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. Aprovechando que la estatua del citado militar se retiró de una plaza para realizar unas obras, ahora el citado colectivo pretende que no vuelva a colocarse alegando que era un «fascista» y un «criminal». La verdad histórica es que Miguel Primo de Rivera fue un militar competente en África, Cuba y Filipinas, pero sobre todo ha pasado a la Historia como la persona que rigió España desde septiembre de 1923 a enero de 1930. Aplaudido su pronunciamiento por los catalanistas y los intelectuales, por los obreros y los militares, por el mismo Rey, Primo de Rivera pretendió resucitar la magistratura romana de la dictadura que se establecía de manera temporal para enfrentarse con graves crisis. Ése era el caso del sistema parlamentario en 1923, y no puede decirse que el general no cosechara éxitos. Baste como botón de muestra que durante su mandato el paro se redujo al dos por ciento, la mujer recibió por vez primera el derecho al voto, se inició un programa de obras públicas que copiaría después el socialista Indalecio Prieto y ejecutaría el general Franco, se aprobaron leyes sociales relacionadas con el trabajo infantil y femenino, se creó una red viaria cuyo único precedente fueron las calzadas romanas y se acabó con la sangría africana derrotando al rifeño Abd el-Krim en Alhucemas. Primo de Rivera sucumbió ante la presión de los partidos que colocaban sus intereses por encima de los de la nación. Soñó con integrar al PSOE en la legalidad e incluso nombró a varios de sus dirigentes, como Largo Caballero, para ocupar altos cargos. Los socialistas aceptaron los nombramientos pero nunca fueron leales —a diferencia del SPD alemán con Bismarck — y en cuanto tuvieron ocasión se sumaron a los que provocaron la caída de Primo de Rivera. No era éste un fascista ni un dictador al uso y optó, pacíficamente y sin sangre, por exiliarse y morir lejos de su tierra. Con sus errores y sus logros debería recordársele hoy siquiera porque fue un hombre de gran corazón, pletórico de sentido del deber y amor a España por encima de banderías partidistas. Pero ¿acaso es posible entender semejantes cualidades desde la ignorancia sectaria de nuestra izquierda?