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Demencia Senil

No conviene escribir ni opinar sobre lo obvio. A todos nos escandaliza el abandono, por parte de sus familiares más cercanos, incluida una hija, de una anciana con demencia senil. Bueno, quizá no a todos, tal vez no a los autores del abandono ni a los centenares de desalmados que hacen lo mismo, sobre todo en época de vacaciones. Pero quizá lo más escandaloso no resida en el hecho, pues la maldad o el egoísmo son tan viejos como el hombre, y acaso más, sino en la circunstancia de que la pena impuesta por la Justicia sea inferior a la que suele imponerse por el abandono de animales domésticos. Tanto insistir en los derechos de los animales y, claro, al final habrá que aplicarles la discriminación positiva. Como los derechos de los ancianos llevan algún tiempo protegidos a diferencia de los de los animales, será necesario defender los de éstos con penas superiores para corregir el viejo agravio histórico y la desventaja secular.

Pero, mientras intenta uno reponerse de esta mezcla de infamia y estupidez, acaso dos manifestaciones del mismo mal, le asestan otro golpe informativo a su sensibilidad moral. En España, leíamos ayer en estas páginas, según un informe del Instituto de Política Familiar, se practica un aborto cada siete minutos, lo que arroja una cifra de setenta mil al año. El hecho de que existan tres supuestos en los que la práctica del aborto no se castigue penalmente no atenúa la atroz barbaridad de esta cifra. Lo de menos, con ser grave, es el envejecimiento de la población, sólo atemperada un poco por la natalidad de los inmigrantes, ni el futuro sombrío de las pensiones. Lo grave es la indigencia moral que proclama esta cotidiana carnicería. Que no se imponga la pena en tres supuestos, no significa que deje de tratarse de una conducta que atenta gravemente contra la vida humana. Y mientras, otras parejas tienen que viajar a países exóticos para adoptar niños, a veces pagando altas sumas de dinero.

Las uniones homosexuales, que algunos quieren equiparar al matrimonio a la mayor gloria de la coherencia y de la protección a la familia, tienen, al menos, la ventaja de que no contribuyen al incremento de esta cifra. Claro que tampoco fomentan el aumento de la natalidad. Son perfectamente neutras desde el punto de vista reproductivo. Para que el panorama quede completo queda la cifra de separaciones y divorcios que asciende en España a más de 115.000 parejas al año. Menos mal que la familia es la institución más valorada por los españoles.

AL menos, existe un aspecto positivo en todo esto. Se trata de una exhibición más de la pluralidad de España, de la inmensa variedad, en este caso moral, de sus gentes. Tiene que haber de todo, incluso quienes abandonan a los viejos. ¡Qué terrible homogeneidad si nadie abandonara a los ancianos dementes ni abortara con resolución y frecuencia! ¿Es que acaso la variedad no es riqueza? Por lo demás, ¿no habrá algún buen relativista que defienda la bondad moral del abandono de los ancianos molestos? ¿Es que vamos a ser todos dogmáticos e intolerantes? En realidad es la sociedad, o, al menos, una parte de ella la que exhibe los síntomas más alarmantes de demencia senil, que se manifiesta en una profunda amnesia moral y en una anorexia de los deberes y de las responsabilidades. Tanto tiempo clamando contra las perversiones de la familia burguesa y contra los valores tradicionales no podían dejar de surtir algún efecto. ¿La familia? No muy bien, gracias.