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Pedatontos

Si existe un biotipo que ha causado daños a menudo irreparables al sistema educativo español ha sido el de los pedatontos, una mezcla letal de pedagogía, tontería y pedantería. Durante la época del PSOE, a los pedatontos, carentes de experiencia docente y, desde luego, deseosos de mantenerse lo más lejos de la tiza que pudieran, se debieron aberraciones como la obligación de promover a los alumnos al curso siguiente aunque estuvieran cargados de suspensos, la supresión de sanciones escolares, la aniquilación de la disciplina en los centros y, en la medida de lo posible, la eliminación de pruebas. Afirmaban que defendían —buenos progres ellos — la enseñanza pública pero, en realidad, lograron profesores desesperados y generaciones de educados en la LOGSE que aterrorizan a los docentes cuando llegan a la universidad. Claro que no fue sólo eso. Además la mayoría de los pedatontos consiguieron no dar clase, zascandi-lear lucrativamente a costa del contribuyente e incluso encaramarse a suculentos pesebres en fundaciones privadas. No contentos con los destrozos educativos, los pedatontos se dedicaron asimismo a hacer política. Invalidaron la labor de las APAS al hacer que las controlaran los sindicatos — como el fallecido movimiento vecinal durante los años 70 — , arrojaron a la huelga a los alumnos en ocasiones como la guerra de Iraq y siguieron pidiendo dinero del contribuyente para sus simposios, saraos y ocupaciones absolutamente inútiles.

Sería de esperar que los pedatontos se hubieran extinguido durante los últimos años gracias a las acciones de ministras sensatas como Esperanza Aguirre o Pilar del Castillo. No ha sido así. Alimentados con subvenciones de todo tipo, los pedatontos no han perdido ocasión de erosionar la enseñanza pública a pesar de que, políticamente correctos hasta la médula, se les llena la boca hablando de ella. En algunos institutos de Madrid han decidido no dar clase con la impunidad que proporciona la ausencia de un APA que ponga el grito en el cielo; en otros centros, ya advierten de entrada a ciertos alumnos de que no desean verlos por el aula condenándolos al suspenso eterno. Cuando el edificio estalle por obra de su nefasto comportamiento culparán precisamente a las personas cuya labor abnegada ha impedido que la catástrofe sucediera con anterioridad. Así son los pedatontos. Unos verdaderos criminales.

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