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Ponéoslo todos

Durante años hemos bombardeado a jóvenes y adolescentes con el pertinaz mensaje. Era una frasecita escueta, que quería salvarnos del embarazo, el sida y las venéreas y no admitía réplica: «Póntelo, pónselo». De vez en cuando se alzaba alguna voz para recordar, por ejemplo, que el condón sólo protege en un 85% de los casos y que un fallo puede suponer sentencia de muerte. O para indicar que no se debía dar por hecho que los adolescentes se acostasen entre sí. Pero eran tachadas de carcas. Era el tiempo del amor libre, del darse y recibirse «generosamente», de hacer el sexo y no la guerra. Toda una generación ha crecido sabiendo que ponérselo era lo normal, lo bueno, lo moderno. Ahora nos sorprenden las cifras. El 25% de los jóvenes españoles entre 15 y 17 años mantiene relaciones sexuales y 18.000 adolescentes se quedan embarazadas cada año, el doble que hace una década. La razón es obvia. A la vez que se intentaban combatir preñeces y enfermedades se difundía una mentalidad consumista del sexo. «Póntelo, pónselo» era una frase publicitaria más en medio de otras mil, «consigue tu Nintendo», «hazte con las pegatinas», «no te pierdas la oferta». Eslóganes rentables para una carne tierna y permeable. Yo crecí así. Era una niña de diez años cuando murió Franco y cinco más tarde tenía novio y miles de dudas. Si el sexo era bueno y ya no te quedabas embarazada ¿por qué no practicarlo? Sólo un miedo atávico, desprovisto de razones, retenía a los menos audaces. ¿Cuánto me hubiese gustado entonces tener por amigo a un adulto que respondiese con inteligencia a mis acuciantes preguntas! Años más tarde me zambullí ávidamente en la antropología cristiana. Al calor de un Papa audaz, que hablaba sin embarazo de sexualidad, amor, familia fui descubriendo la belleza del cuerpo, la aventura apasionante de las relaciones humanas y el sentido de la sexualidad. No todo el mundo tuvo esa suerte, pero no por eso se debe abdicar de educar a los que vienen y contarles lo que la vida enseña. Por ejemplo, que el sexo sin amor es un desierto de soledad que puede marcar para siempre. Que la premisa para una relación satisfactoria es querer y darse gratuitamente. Y que aprender lleva años de crecimiento, de espera y de paciencia con uno mismo y con el ritmo de la existencia. El problema no son sólo los 18.000 embarazos anuales, sino esa otra estadística anónima de emociones frustradas, de afectos deshechos que empieza en la adolescencia y culmina con un saldo atroz: uno de cada dos matrimonios se rompe. Esta semana Izquierda Unida ha acusado al Gobierno de «mojigato» por no explicar en su última campaña de educación sexual (¿cómo si no se hubiese explicado ya cien veces!) «que el preservativo es un objeto indispensable en el bolsillo del joven». Pero no hay preservativo que valga cuando estás con tu apetecible muñeco/a del sábado noche y no tienes más ilusión en perspectiva que la satisfacción inmediata del instinto.

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última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2237 el 2005-03-10 00:25:46